Capítulo 18

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Pasó una semana en la que, no tuve ningún tipo de discusión. Todo estaba en concordia en la casa y, eso era algo que Mauricio y yo disfrutamos. En cambio, para Raúl y Tiana, había sido una semana muy difícil dado que, no pudieron tener ningún momento para joder mi paciencia.

Por otro lado, mi no querida Paula, muy poco hablaba con los demás y a mí, ni tan siquiera me miraba. No hacía el más mínimo esfuerzo en intentar arreglar todo entre nosotras o, más bien en tener un momento de madre e hija. Mostraba que yo le daba igual, pero, muy en el fondo sabía que no era así. Y, me da rabia aceptarlo, pero, por primera vez, sentí un poco de lástima por ella al escucharla llorar en muchas ocasiones.

En fin, quien sepa plenamente que es lo que he tenido que vivir con ella, luego de la muerte de mi padre, sabrá que no merece mi perdón y menos que sienta piedad por ella luego de tantos traumas que me ha ocasionado. Por ende, es mejor decir que me vale un carajo.

Luego de que mis clases acabaran, le pedí a mi chofer que me llevara al cementerio para visitar la tumba de mi padre.

Cuando me bajé del auto, la brisa levantó un poco mi falda y el frío provocó que todo mi cuerpo se congelara, por eso, busqué un abrigo que me llegaba hasta las rodillas para sentirme más cómoda.

–¿cómo estás querido padre? –pregunté mientras extendía una sábana en el césped y poder tomar asiento. –es una pregunta muy tonta, porque, sé que estás muy bien, teniendo la paz que necesito, en la ciudad plateada que tanto me mencionabas de pequeña. –sonreí al sobar la lápida. Leí su nombre y miré al resplandeciente cielo. –necesito de ti, papá. Necesito un abrazo tuyo para poder librarme de toda esta malicia que cargo. –cerré mis ojos para detener una lágrima, aún así, la imagen de él, sonriéndome, que pasó de manera rápida por mis pensamientos hizo que la liberara sintiéndome tan afligida.

En ese momento, imaginé que, a mi lado estaba él. Sobando con su mano mi hombro, brindándome de su apoyo para calmarme y pidiéndome que me mantenga fuerte. De tan solo pensar en eso, todo en mí se retuerce, porque, realmente lo extraño. Siento que, cada día me vuelvo loca por todo lo que tengo que vivir. Quería gritar. Únicamente en ese momento, quería sentir un fuerte abrazo de su parte.

Él siempre veía en mí, a una niña luchadora. Capaz de mantener la calma cuando era necesario, pensar en soluciones cuando me encontraba en una mala situación y demostrando mi inteligencia para entender a las demás personas. Por el contrario, eso se convirtió en algo muy complicado para mí. A la única persona que intento entender todos los días es a mí misma.

–te extraño. Te extraño demasiado, papá. –susurré teniendo mis ojos cerrados. Me quebranté al exponer todo lo que guardo en mí. En ese momento, era lo mejor que podía hacer para, sentirme libre de cualquier sentimiento de abatimiento del cual, últimamente he estado soltando, así dando a demostrar mi debilidad, la cual lucho, para que nadie lo utilice en mi contra.

Continuamente, empecé a contarle a mi papá, todo lo que ha sucedido en casa. El comportamiento de Paula, lo que me dicen y hacen Raúl y Triana y la manera en que me defiende Mauricio. Los momentos que he pasado con Anthony, claro, nada de eso de cuando estamos en pleno acto. La gran confesión de Natalia y la manera en que lo tomé y en como lo tomaron las gemelas. Acerca mis calificaciones y las universidades que me han llamado la atención. Ya finalmente, le hablé de Dylan y su adorable y ejemplar familia.

–los Lewis, son todo un amor, en cambio, nosotros, aparentamos ser felices. Más yo, porque en realidad, la palabra familia, se olvidó y se rompió desde que falleciste. –solté un suspiro. Miré la hora en mi celular y ya habían pasado casi dos horas. Tenía varias llamadas de mi madre, mis amigas, Anthony y solo una llamada de Raúl y Triana. Claro, a los que no les interesa de mi paradero o de que, si estoy bien.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora