Capítulo 62

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Theo.

Hace poco que hemos empezado noviembre. Y a todo nos ha marchado muy bien. Mi madre no ha vuelto a probar ni una gota de alcohol desde la última vez que susurró que amaba al señor Farit y mi relación amistosa con Dylan, Natalia y Angelina, ha ido creando un lazo fuerte.

Algo más que me tiene orgulloso y también llena de orgullo a mi madre es que, en este año escolar, he sido más puntual, eficiente y responsable con cada uno de mis deberes. He obtenido calificaciones muy buenas que me ha logrado subir todo mi puntaje. Espero poder seguir así. Ya solo falta poco para que en diciembre iniciemos nuestros exámenes finales del año. Me siento seguro y confiado de mí mismo de que saldré bien.

Por seguido, guardé mis cuadernos y mis libros en mi mochila. Cuando estoy por guardar un suéter con la insignia del colegio, me detengo en hacerlo. Siempre guardaba uno de esos en caso de que tuviera alguna pelea, pero, hace mucho tiempo que no lo he vuelto hacer. Así que, opté por no meterlo. La última vez fue cuando Dylan se unió y de ahí, no lo he vuelto hacer más. Ni en las calles, ni en el supermercado y menos en el colegio.

Mis miedos y mi enojo contra la vida, han ido sanando y aunque mi madre no lo quiera aceptar, esto ha sido gracias a Angelina. Ella me escucha, me aconseja y hasta he sentido su apoyo. En realidad, sus bellos ojos son mi debilidad. Sus ojos verdes, como los de la naturaleza, trae en mi calma. Sosiego.

Acto seguido, me coloqué mi camisa, más no me la abrocho. Ya que, al tener mi corbata lista, olvidé en dónde había colocado mi broche que tiene una armadura y las iniciales del nombre de mi colegio. Busqué entre mis cosas. Al no tener suficiente luz en mi habitación por tener las cortinas cerradas, proseguí en abrirlas.

Cuando lo hago, vi a la embarazada más guapa sintiendo la brisa en su rostro mientras tiene sus ojos cerrados. Al parecer se despertó con buen ánimo. Eso me alegra. Me encanta.

De repente, cuando abrió sus ojos, y se encontró con los míos, sonrió.

–¿aún no te acostumbras a verme sin camisa? –pregunté fingiendo estar confundido.

Levantó sus hombros. –no lo sé.

–entonces, ¿cuántas veces más necesitas verme para que te acostumbres y tengas más confianza?

–eres un tonto Theo Holmes.

–tu tonto.

–sé lo que intentas hacer.

Sonreí sensualmente. Mantenía mis ojos fijos en ella. Me salí por mi ventana y caminé hacia la de ella como modelo. Presumiendo al cielo y al pasto mi cuerpazo. Al dirigirme no le quité mi mirada de encima y ella menos lo hizo. Y debo aceptar que, entre la broma y la cosa, ella también me hizo sentir un poco nervioso. Sintiendo eso solo me pregunté "¡¿ahora que carajos hago?!

–¿qué crees que estoy intentando hacer? –pregunté al recostarme al borde de su ventana. Casi a centímetro de ella.

–tú sabrás. ¡Oh! Por cierto. –cambió de tema y se dio la vuelta para ir a su escritorio de estudio.

Yo, me subí a su ventana y entré a su habitación. Me encanta sentir el aroma que riega en cada esquina. Es tan dulce pero no empalagoso. Cuando se dio la vuelta, se chocó conmigo, ya que ni cuenta se había dado que ya me encontraba justo detrás de ella.

–¡hey! Más cuidado. –pedí al sobar su panza. Estaba tan suave que me dejé llevar por esa sensación. –¿cómo está? –le pregunté por seguido al tener mis ojos en ella. Detuve mis manos y sobé su cabeza. –¿cómo estás tú? –ahora pregunté por ella.

Esboza una sonrisa. Sonrisa que solo dice sin emitir alguna palabra, perfección. Y también la cual emite, alegría. Mi padre me solía decir que, siempre es bueno preguntar cómo se siente o cómo está una persona que consideremos especial, porque es de esta manera en que damos a demostrar que nos importa mucho y nos emociona saber su estado de ánimo. Siempre me decía, si no dice nada y notas sus ojos perdidos, da un abrazo y hazle saber que estás con él o con ella. Y si muestra una sonrisa y sus ojos brillan, igual, da un abrazo y hazle saber que te sientes alegre por su felicidad o por el simple hecho de que está bien.

–estoy muy bien. Feliz. Gracias por preguntar. –escuché decir en un tono complaciente. –¿y cómo estás tú?

–estoy bien. Y feliz porque tú estás feliz. –le sonreí. Siento su mano tomar la mía. Pero, no me inmuté en mirar para qué lo hacía, porque, su rostro me lo impedía. No podía parar de deleitar mi mirada en observarla. Mis latidos se aceleraron y realmente que me sentía bien, justo ahí. Justo en este momento. Justamente frente a ella.

–ayer que estudiamos juntos y con Dylan, dejaste tu broche aquí. –me comunicó al soltar mi mano. Yo reaccioné. Abrí mi mano y ahí estaba lo que estuve buscando desesperado.

–gracias. Creí que lo había perdido.

–de nada. Tú siempre andas perdido.

Solté una sonrisa. Y, cuando estuve por decirle que gracias a ella yo andaba así de perdido y navegando en otros mundos, escuché la voz regañona de mi madre desde mi ventana. ¡Carajo!

–Theo! ¿Qué hora piensas que es? ¡Muévete a alistar de inmediato!

Yo solo asentí avergonzado. Salí de la habitación, pero por la puerta.

–si Mauricio te hubiese descubierto, te haría salirte por la ventana.

–es cierto.

Pasamos por la sala y estaba la señora Belén leyéndole un cuento a su nieto. Ella se nos quedó viendo confundidos, mientras movía sus dedos de un lado a otro. Algo así como si intentara encontrar la manera de cómo y por dónde entré porque no me había visto.

–espero que tengas un lindo día. –me dijo Angelina al tener su cabeza recostada en el marco de la puerta.

–gracias. Cuídate mucho y cuida muy bien de tu bebé. –pronuncié con una sonrisa y sobé su panza nuevamente. Sonreí y me di la vuelta. –nos vemos. Estaré pensando en ti. –emití estando algo lejos de ella.

–¡qué!

Me detuve. –¿qué?

–¿qué fue lo que dijiste? –preguntó al dar unos cuantos pasos más adelante.

–nada. –respondí haciendo mi gesto de confundido. –¿Qué fue lo que dije?

Angelina permaneció pensativa por unos segundos. –estaré pensando en ti. –dijo al levantar apenas sus hombros.

–¡oh! Qué bueno escuchar algo así de tu parte.

–Theo, no...

–gracias por pensar en voz alta. Yo también estaré pensando en ti. –agregué con una gran sonrisa. Le guiñé el ojo y salí de inmediato para mi casa.

–¡eres un tonto!

–tu tonto mi AngelinaMarciaga. –le respondí antes de entrar. Ambos nos sonreímos desde lejos. Esasonrisa era una despedida de un "hasta luego". Hasta que, entramos ycontinuamos en lo nuestro.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora