Capítulo 42

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Angelina

Domingo por la tarde.

Me encontraba en mi habitación escuchando algo de música con mis audífonos puestos. Estaba acostada. Pensando en lo que podría decir en mi entrevista del lunes. De tan solo imaginarme escenas en donde esté con la directora y que de mi boca se me escape alguna palabra incoherente, me da esa sensación de nervios. También hasta se me han humedecidos los ojos. Pues, tengo muchas ganas y tengo ese gran entusiasmo de seguir con mis estudios. Tan solo me faltan tres años para graduarme del colegio y siento esto de no querer parar sin importar que obstáculo se me presenta.

Por otro lado, también pienso en mi embarazo y en mi hijo o hija. ¿Qué tanto le podré ofrecer? Esa es una pregunta que me suele derrumbar por que sé que el dinero que me dejó mi padre no será eterno. Sin embargo, en mi cabeza, solo escucho una y otra vez: ¡TÚ PUEDES! ¡SERÁS LA MEJOR!

¿Qué será de mi madre? Es otra pregunta que ronda en mi cabeza. Pero, de tan solo pensar en ella es para mí como un botón de autodestrucción porque, lo único que me trae en memoria son las discusiones y sus palabras hirientes.

Sin querer, a mi memoria llega recuerdos de Anthony. De las veces en que fingía su amor por mí y que yo le creí, de sus besos, sus estúpidas palabras llenas de mentiras de que solo me amaba a mí. De la vez que me humilló frente a sus amigos y me empujó. Por más que intento en no llorar, simplemente no puedo.

Luego, recuerdo a las gemelas, a Liz y más recuerdos invaden en mi mente, pero de Natalia. Sé que ella no la está pasando nada bien. Con lo que le contó el profesor Eider a Mauricio, de que al parecer la han estado maltratando por su orientación sexual y que hasta se intentó suicidar. Es una lástima que dañen a una persona llena de alegría, luz e inteligencia. A veces hasta me pregunto si ella piensa en mí o si al menos se preocupa aun por mí.

De repente, siento que alguien me da un jalón desde mi tobillo. Brinco del susto y hasta pego un grito. –¡carajo! ¡Dalila! Casi me matas de un susto. –pronuncié al controlar mi respiración. Limpio mis ojos y me siento en la cama.

–lo siento. No fue mi intención. ¿Por qué no te has puesto más guapa? ¿A qué hora saldrás para estar con nosotros?

–saldré con esta pijama. No tiene nada de malo. Casi todos me han visto así.

–¿hasta los vecinos?

–¡qué! Mauricio dijo que sería una celebración tranquila. Que no vendría tanta gente. ¿Por qué invitó a los vecinos?

–no lo sé. Tú sabes que él suele ser algo sociable. Además, a mí me conviene para que todas esas vecinas perras vean que yo soy su novia.

–pero a mí no me conviene. Yo quería andar con ropa relajada. –dije con disgusto. Me levanté y fui a sumergirme en la ropa que tengo en mi closet, de la cual sé que, dentro de unos meses no me quedarán. –no tengo ropa. No saldré.

Dalila me mira con sospecha. Se acerca a mi closet y busca algo que le llame la atención. –Mauricio ha planeado esta fiesta, no tan fiesta, para animarte un poco. Ambos sabemos que no te sientes bien con todo lo que te sucedió. Sabemos que tienes miedo, por eso él planeó esto, para que olvides por unos minutos y hasta horas todo lo que te derrumba. –confesó mientras buscaba de ropa en ropa algo para vestir.

Yo solo pensaba que esta fiesta, no tan fiesta, por nuestro nuevo hogar, que mi hermano había planeado con tal de levantarme el ánimo, lo veía, como una molestia o pérdida de tiempo.

–¡este está hermoso! –pronunció Dalila emocionada, así sacándome de mis pensamientos infinitos. –te debes ver hermosa con este vestido. Yo sonreí porque, aquel pedazo de tela fina, corto, con tela de encaje y de tiras, había sido un regalo que Natalia me había dado para mi cumpleaños, a juego con unas sandalias blancas y set de joyas de plata.

Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora