Capítulo 21

74 8 3
                                    

Eran las cuatro de la tarde y Paula aún se encontraba en su oficina.

Frente a ella estaba su computador, leyendo las páginas que Raúl le había mandado acerca los posibles internados en donde Angelina cambiaría su actitud de adolescente malcriada.

Al sentir sumamente cansada de leer tantas palabras que de repente la convencía y después la hacía cambiar de opinión, optó en tomar un descanso. Sentada frente a su escritorio, tenía sus codos encima, recordando momentos de risa que vivió junto con Farid y Angelina. De tanto pensar, un recuerdo amargo tocó la puerta de su cabeza, el cual era esa vez que vio a Angelina llorar porque supuestamente Raúl la estaba viendo vestirse. Ella sabía a la perfección que todo había sido una mentira porque él no le caía nada bien, pero, aun así, carga todos los días esa espina, muy enterrada en su pecho.

Desvió su mirada hacia una fotografía familiar, donde está con Raúl y los chicos. Los únicos quienes no están sonriendo son Angelina y Mauricio. Parecían estar muy incómodos y obviamente era porque ese día los obligaron a hacer una foto "familiar".

Abrió un cajón de su escritorio el cual lo tiene bajo llave y sacó una foto en donde está ella con su difunto esposo y Angelina. En esa foto, los tres lucían sumamente felices, principalmente su amada hija.

–¿qué puedo hacer contigo Angelina? –susurró al dejar caer una dolorosa lágrima. –Farid, dame una señal de lo que debería hacer con nuestra hija. –pidió al tener sus manos sosteniendo su cabeza cabizbaja. Moqueó. Sus lágrimas no paraban de salir y, eso hacía que la molestara con ella misma porque, siempre ha permitido que lastimen sus sentimientos. A excepción de Farid, quien solía consolarla y brindarle apoyo de aquellas personas que juzgaban de su negocio y sus ideas.

–alcaldesa. Llegó la señora García, con su hija y el nieto. –avisó la asistente.

Paula limpió rápidamente sus ojos con un pañuelo. –que pasen, por favor.

En eso, la familia entró, saludaron y tomaron asiento.

–¿quieren algo de tomar? –preguntó Paula con amabilidad.

–no se preocupe. Estamos bien. –respondió la señora García en un tono algo bajo.

–tiene una muy bonita oficina. –comentó la hija de la señora teniendo a su hijo en sus piernas.

–y usted tiene un niño muy guapo. ¿Cómo se llama?

–se llama Yael. –contestó marcando una gran sonrisa en sus delgados labios pintados de un rosa claro.

–lindo nombre. No es muy común.

–sí. Su nombre lleva como representación a su padre.

–¿se puede saber que le sucedió al papá del niño?

–él falleció en un trágico accidente de auto. –respondió apresurada.

–esa no es la verdad. –dijo la madre de la chica, haciendo que su hija se sienta incómoda frente a Paula. –el padre del muchacho le pidió a ella que se alejara de nosotros porque su hijo no podía tener una relación y menos un hijo con una persona que no fuera de su clase social. Y cuando ella estuvo por decírselo al muchacho, el señor la amenazó con que me haría daño y mi hija tomó la mejor decisión.

–es algo impresionante que existan personas así. Creo que deberían simplemente desaparecer de este mundo.

–estoy de acuerdo con usted. –concordó la señora García expresando algo de rabia.

–bueno, tengo entendido que han venido hasta aquí para pedirme ayuda en ciertas cosas que necesitan. Y saben, han venido al lugar correcto. Tengo un grupo social en donde llevo la iniciativa de ayudar a las personas que tienen pocos o escasos recursos para sobrevivir el día al día. Así que ¿en qué las puedo ayudar?

Con esa pregunta, la señora García y su hija comenzaron a contar lo que necesitaban y también a hablarles de la penuria en que han vivido algunos de sus vecinos. Contaron acerca la vida que tuvo la señora junto a su esposo quien falleció de un paro cardiaco y del cáncer de mama que ahora le habían diagnosticado. Las lágrimas inundaban la oficina de Paula, al igual la congoja de la vida que le ha tocado es esta familia.

Paula con muchas ganas de ayudar, le ofreció un trabajo a la chica y se haría cargo de los medicamentos que necesitaba la señora García. Su ayuda la ofrecía sin pedir algo a cambio. Solo lo hacía para al menos borrar de su alma la tristeza que invade dentro de ella.

–no sabía que ella era su hija. –dijo la chica al ver una foto de Angelina.

–sí. ¿La conoces?

–sí. Y no fue nada buena conmigo. Sus comentarios me hirieron.

–¿ella fue la chica de la cafetería? –preguntó la señora al mirar también la foto.

–sí, esa misma.

–a ver, estoy algo perdida. ¿Qué sucedió con Angelina? ¿Qué te dijo?

–que fui muy estúpida en embarazarme, que tuve que abortar o dar a mi niño en adopción. Además, se rio de mí. Pero, algo positivo es que, me ayudó en comprarme unos dulces.

Paula tomó aire con un poco de enojo, para luego soltarlo lentamente. –la verdad, que me siento muy apenada contigo. Angelina, ha cambiado mucho desde la muerte de su padre y, sé que no es una excusa para su comportamiento, pero, en verdad, te pido disculpas. No volverá a pasar.

–espero que no. En sí, espero nunca volver a encontrármela en mi vida.

–te entiendo. Nuevamente les pido disculpas.

–no se preocupe. Veo que ella no pudo copiar su actitud. Usted es más bondadosa y adorable. Usted es un ejemplo a seguir.

Con esas palabras, Paula solo le tocó simular una sonrisa, porque muy en el fondo sabía que no era nada cierto. Ella no se consideraba un ejemplo a seguir. Más bien se consideraba una persona a la cual deberían darle un castigo.

Después de unos minutos de que la familia se fuera, Paula, permaneció frente a su computador leyendo las referencias de algunos internados para Angelina. Ya había llegado al tope con su conducta irreverente y antipática. Ya se cansó.  


Disculpen si demoro en actualizar. Tengo muchas cosas que hacer. 

Por cierto... ¿Quién se será esa señora García? 

Descúbranlo. 


Madre adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora