Soltar la piedra.

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"El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella."

Juan 8: 7, RVR,1995.

Lo que contemplamos es un reflejo de lo que somos.

Nuestro prójimo es nuestro espejo, si la imagen que tenemos de nosotros es clara, la imagen que veremos del otro estará libre de tinieblas. Cuando vemos defectos, son nuestras propias deficiencias las que percibimos. Pues, cuando una persona tiene una imperfección, ve en los demás esa falta. Las personas reflejamos en lo ajeno lo que portamos en nuestro interior. Tal como dice el rey Salomón: "Como el rostro en el agua es reflejo del rostro, así el hombre se refleja en el corazón del hombre." Proverbios 27.19, RVR 1995.

Cada persona está formada por virtudes y defectos, sin embargo, el dilema se presenta cuando solo reconocemos nuestros aciertos. Esto nos convierte en nuestro peor enemigo, ya que nuestro "análisis" nos impide ver nuestros defectos. Como dice el rey Salomón. "Todo camino del hombre es recto en su propia opinión" Resulta más fácil mirar y condenar a los demás por sus errores, que corregir los nuestros. Es nuestra propia imperfección, nuestro egoísmo, el cual nos bloquea psicológicamente para apreciar lo bueno que tienen los demás, entonces, utilizamos la proyección como un mecanismo de defensa. Permitiéndonos identificar las deficiencias de los demás, pero no las nuestras. Sin embargo, lo cierto es que, si lo que percibes en otros te molesta y lo condenas, quiere decir que tú también lo tienes. Como dice el Señor Jesús: "La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas." Mateo 6.22-23, RVR 1995.

Todos poseemos méritos y faltas, el desafío consiste en identificar nuestras faltas, enmendar y no proyectarlas a los demás. Debemos entender que, si uno se enoja con otra persona debido a su defecto, no se está molestando con ella, en realidad se está enojando consigo mismo porque le recuerda su defecto. En otros términos, lo que a uno no le agrada, lo que no desea ver de sí mismo, lo externo, es la manera en que Dios nos recuerda lo que debemos mejorar de nosotros. Y al hacerlo permite ver al otro porque nuestro ego no nos estorba, en términos de Erich Fromm, vivir en el modo ser, la interacción o relación con la esencia de las cosas y no con su apariencia. Una relación autentica y viva con la persona.

Dios puso en quienes nos rodean las cosas que nosotros mismos debemos mejorar. Por tal, cuando vemos algo que nos molesta o incómoda en el otro, no debemos enojarnos con quien tenemos en frente, pues, tal condición, no es ni más ni menos que nuestro propio reflejo. Es como si pretendiéramos ocultar lo que nos desagrada en alguien más, porque nos molesta demasiado. Y cuánto más nos incomodan esos defectos, más nos enojamos con los errores que vemos en terceros.

Las personas con una autoestima positiva, son personas humildes que reconocen sus defectos, alaban los méritos de los demás y ven incesantemente el lado bueno de los otros, esforzándose por ignorar los defectos. Y cuando los otros fallan, lo ven como una equivocación y lo estiman con el beneficio de la duda. Debemos recordar que estamos compuestos por virtudes y faltas, que nos relacionamos con criaturas emocionales. Es por eso que el Señor nos enseña que nada contamina tanto como las palabras, y en términos de Dale Carnegie, si tratamos de comprender a la gente, imaginando por qué hacen lo que hacen, será mucho más provechoso y más interesante que la crítica, pues de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad. Aquí es que pienso donde reposa el mandamiento "Amaras a tu prójimo como a ti mismo." Es decir, así como vemos y amas lo bueno de nosotros, debemos ver lo bueno que tienen los demás. Así como identificamos nuestras fortalezas, identifiquemos las de los demás. La mayoría de nosotros nos hemos equivocado más de alguna vez, por lo tanto, no debemos criticar a nuestros hermanos porque hoy fallan si no ayudarlos a mejorar, entender que cada error es también aprendizaje, que nuestra vara de medir no sea nuestra madurez, sino el amor, pues, no conocemos cuanto llevan luchando por vencer a su enemigo interno. Si solo nos enfocamos en sus caídas, jamás podremos contemplar sus avances. Es por lo que antes de criticar a los demás, primero observémonos a nosotros mismos. Así como nos enseña Jesucristo al decir, "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella." Antes de criticar y condenar, debemos identificar si nosotros no poseemos esa falta.

En los tiempos de la ley mosaica, el adulterio era condenado con la muerte, y la mujer de este relato, había sido atrapada en el acto, y lo más probable es que su esposo estuviera entre los acusadores.

Los fariseos eran personas extremistas, se distanciaban del mundo, llevaban una vida ascética, ayunaban muchas veces para alejarse de los placeres y enfocarse en Dios. Esa inclinación reiterativa termina provocando una falta en la mujer, que entonces buscaría llenar de otro modo, es decir, siendo infiel. Sin embargo, todos vieron el pecado, pero solo el Señor vio a la mujer.

Identificar nos permite evaluar antes de lanzar la piedra, en otros términos, se refiere a la emisión de la condena con justo juicio. Ya que el Señor Jesús nos enseña que, antes de condenar, debemos ver dentro de nosotros si poseemos el mismo pecado por el cual estamos condenando al otro, y en vez de molestarnos con esa persona, tenemos que buscar maneras para evitar caer en el mismo error que cayó nuestro prójimo. Cuando alguien hace algo inapropiado debemos preguntarnos, ¿me parezco a esa persona? ¿Cometo los mismos errores? ¿Digo lo mismo que esa persona dice? Para el ser humano le resulta más fácil ver los errores de los otros antes que los suyos propios. Es por eso que, en vez de lanzar la piedra, aprovechemos esa instancia para identificar nuestros errores y no para condenar los de los demás. Todo lo que Dios hace es por una causa, por lo tanto, lo que viste, oíste, no es para sentenciarlo, sino más bien, es un mensaje que nos ayuda a identificar nuestras falencias. Hay algo que sucede afuera, que nos enseña sobre lo que tenemos dentro, por consiguiente, si notas que tú tienes la misma deficiencia, ¿por qué juzgaras al otro, cuando sabes muy bien que en lo secreto tú también cometes esa misma falta? Después de este paso (identificar), viene la resolución. A ella llegaron los fariseos porque una cosa es identificar un concepto, y otro es aceptarlo y modificarlo. Por eso, cuando Jesús hace reflexionar a los escribas sobre sus propias acciones, abandonaron sus acusaciones. "Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los más jóvenes". Enseñándonos que el proceso de resolución consiste en comprender que, si uno exige un comportamiento correcto, es porque este se practica, de otro modo, ¿por qué he de exigir algo que uno mismo no es capaz de imitar? Como el Señor dice: "Ay de vosotros también, ¡intérpretes de la Ley!, porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis." Exigir un comportamiento digno e intachable a otra persona, no puede ser reclamado por alguien que sé permitirte a sí mismo tener una conducta dudosa. Por lo tanto, si un hombre codicia a otra mujer en su corazón, ¿Por qué acusa y condena a esta mujer a una sentencia de muerte cuando el mismo que la sentencia, adultera y es pecador? Solamente podría juzgar aquel que tiene una conducta irreprochable, pero como dice Romanos 3.12, "no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno". Como el Dr. Johnson dijo, "El mismo Dios, Señor, no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus días. Entonces, ¿por qué hemos de juzgarlo usted o yo?" No tenemos el derecho a juzgar, pues, solo hay un justo, Jesucristo, quien se quedó, cuando todos los demás salieron. Pero, aun pudiendo lanzar la primera piedra, no lo hizo, ni tampoco la condenó.

La resolución es una instancia que nos enseña que no se debe condenar a otros por sus equivocaciones. Tenemos que saber que Dios se relaciona con nosotros de la misma manera que nosotros nos relacionamos con nuestros semejantes. Como dice el Señor en el libro de Lucas 6.37 "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir". O como dice en Mateo 6.12, "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores". Es decir que, si nosotros perdonamos, seremos perdonados. Si somos flexibles y comprensivos, lo mismo hace Dios con nosotros. Si somos rígidos y severos, de la misma manera actuará Dios con nosotros. Ya que en proverbios 11.25 dice: "el que sacie a otros será también saciado." El Señor se relaciona con nosotros de acuerdo a como nosotros nos relacionamos con nuestro prójimo.

Por otra parte, soltar la piedra es llegar a la conclusión de que, si nuestro comportamiento no es del todo correcto, ¿por qué demandamos algo que no somos capaces de otorgar? Como dice en Lucas 6. 41 "¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?". Esforcemos, pues, en imitar a Jesucristo, quien justo y libre de pecado, siendo el único que podía juzgar, no condeno a esta mujer, ni a nosotros. No debemos olvidar lo que un día fuimos y que solamente por la gracia de Dios hoy somos salvos. Recordemos que Jesús no vino a condenar sino a salvar...

Gloria Jesús.

Un café con Dios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora