El primer mandamiento y los niveles de fe

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"Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre".

Éxodo 20.2 (NBLA).

El primer mandamiento dice: "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre". Éxodo 20:2. A diferencia de los otros mandamientos, que se presentan en modo imperativo, este no tiene una orden específica. No dice explícitamente qué debemos hacer o evitar, como en el mandamiento "No matarás". Más allá de la aceptación de la existencia de Dios, el primer mandamiento nos llama a un compromiso y obediencia hacia él. No se trata solo de reconocer a Dios, sino de proclamar que él es nuestro Rey y aceptar sus mandamientos de manera voluntaria.

Los primeros dos mandamientos fueron dados directamente por Dios en primera persona, mientras que, a partir del tercero, Moisés habla en nombre de Dios. Antes de entregar los mandamientos, Dios invitó al pueblo de Israel a hacer un pacto con él. Este momento trascendental en el monte Sinaí fue la primera revelación divina colectiva. La experiencia en Sinaí fundamentó la convicción del pueblo en la existencia de Dios. En el bautismo de Jesús, el evangelio de Lucas relata que una voz del cielo proclamó: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia". Esto reafirma que la revelación de Dios se ha manifestado tanto en el pasado como en el presente.

Dios, siendo inalcanzable y trascendiendo nuestra comprensión, se revela a través de milagros. En el monte Sinaí, el pueblo experimentó terror ante la revelación divina, y durante la transfiguración de Jesús, Pedro, Santiago y Juan también sintieron temor. Estos eventos muestran que la revelación directa de Dios puede ser abrumadora, y su ocultamiento de una forma nos protege.

El primer mandamiento, al identificar a Dios como el libertador de Egipto, no solo establece su existencia, sino que enfatiza su poder sobre las leyes naturales. Esta revelación no solo confirma que Dios es el Creador, sino también que puede intervenir milagrosamente en la historia. Esto es crucial para entender la fe: no se trata solo de creer en la existencia de Dios, sino de reconocer su autoridad y obedecerle. El primer mandamiento implica dos niveles de fe:

1. Fe por comprensión y experiencia personal: esta fe no requiere milagros, sino que se basa en el entendimiento y la experiencia personal. Ejemplos incluyen al centurión y la mujer con flujo de sangre, quienes creyeron en el poder de Jesús sin necesidad de pruebas físicas.

2. Fe basada en milagros: esta fe reconoce a Dios a través de los milagros y su poder manifestado. Aunque esta perspectiva también es válida, la fe ideal es aquella que persiste a pesar de la falta de milagros visibles.

La fe en Dios tiene dos componentes esenciales: la tradición heredada y la búsqueda personal. La tradición nos transmite la fe de nuestros antepasados, mientras que nuestra búsqueda personal profundiza y hace nuestra la experiencia de fe. El primer mandamiento nos llama a reconocer a Jesucristo como nuestro Salvador y a aceptar sus mandamientos.

En conclusión, el primer mandamiento destaca cómo Dios se revela y nos llama a una fe que va más allá de los milagros visibles. Cada persona tiene una experiencia única en su búsqueda de Dios, pero todos compartimos el primer paso común: aceptar a Jesús como nuestro Salvador.

Gloria a Jesús.

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