Prudencia y responsabilidad: fundamentos para construir nuestra torre

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"¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?"

Lucas 14.28 RVR (1995).

Cuando se habla de espiritualidad, se hace referencia a los aspectos de la realidad que permiten a una persona comprender las causas detrás de lo tangible. En otras palabras, quien entiende estas causas posee sabiduría espiritual y puede prever las consecuencias de cada pensamiento y acción, viendo más allá de lo inmediato. Los estudiosos se preguntan: ¿quién es el hombre sabio? La respuesta es: aquel que puede prever lo que va a suceder.

El rey Salomón, al escribir el libro de Proverbios, brinda la cualidad de la prudencia, entre otros beneficios. Como él declara, "con prudencia se afirma nuestra casa". El término prudencia proviene del latín "providentia", que significa "aquel que ve por adelantado". Por esta razón, el rey Salomón dice en Proverbios 13:16: "Todo hombre prudente procede con sabiduría". Además, hay tres cosas que la mayoría de las personas pueden realizar: hacer una promesa, comenzar un proyecto y dar una opinión. Sin embargo, solo los prudentes pueden cumplir sus promesas, terminar lo que empiezan y reservar su opinión. Esto no significa que sean superhombres, sino que conocen sus limitaciones. No prometen algo cuando no saben si lo pueden cumplir, no comienzan un proyecto que no son capaces de terminar y no opinan sobre lo que no están seguros.

La prudencia es la habilidad de diferenciar entre nuestros deseos y lo que realmente nos conviene. No se trata de actuar impulsivamente según nuestros deseos o expectativas de otros, sino de reflexionar sobre nuestras capacidades para evaluar si podemos cumplir lo que se espera de nosotros. Como dice Pablo: "que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura" Romanos 12:3, RVR (1995). Reconocer nuestras limitaciones es una señal de una autoestima positiva. Aquellas personas que son conscientes de sus capacidades no temen ni necesitan la aprobación de otros y, cuando no logran algo, lo aceptan sin que afecte su autopercepción. No ser bueno en una cosa no significa no ser bueno en todo lo demás. Por el contrario, alguien con baja autoestima tiende a no reconocer sus incompetencias, ya que hacerlo lo deja vulnerable y amenaza la confianza de su falso yo. Sin embargo, identificar nuestras fortalezas y limitaciones nos permite tomar decisiones acertadas. Como escribe el rey Salomón: "La ciencia del prudente está en comprender su camino" Proverbios 14:8, RVR (1995).

La prudencia está estrechamente ligada a la responsabilidad. No se puede tomar una decisión sin un sentido previo de compromiso. Ser responsables implica asumir las consecuencias de nuestras elecciones. Para decidir adecuadamente, es esencial conocer las posibles consecuencias de las alternativas. De lo contrario, estaríamos reaccionando solo a un impulso, basando cada elección en una emoción pasajera. Cuando esa emoción disminuya, también lo harán la motivación y la voluntad de esforzarse por el objetivo. Si no se asumen las consecuencias de las elecciones, no se genera aprendizaje y se perpetúan los errores o efectos negativos. Además, ser irresponsable puede otorgar una aparente libertad sobre las consecuencias, pero a su vez nos imposibilita encontrar soluciones, ya que dependemos de factores externos para nuestra mejoría o progreso.

El Señor Jesús enseña que sus discípulos son aquellos que actúan con prudencia, evaluando los riesgos antes de comprometerse. Esto implica reflexionar antes de actuar y considerar las consecuencias de nuestras decisiones, que representan el costo necesario para alcanzar el éxito deseado. Por lo tanto, se puede afirmar que la responsabilidad es a la decisión lo que la decisión es a la libertad:

Responsabilidad (R) = Decisión (D)

Decisión (D) = Libertad (L)

Solamente quien es responsable puede tomar decisiones, ya que ser responsable implica disfrutar de la libertad de elección. Decidir implica saber lo que se quiere y cómo alcanzarlo, lo cual se logra mediante el conocimiento del esfuerzo necesario para lograr los objetivos y disfrutar de ellos. Asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestras decisiones es la cruz que debemos llevar por nuestras elecciones. Transportamos esa cruz con aceptación, ya que una meta también incluye los malos momentos, fracasos y derrotas; todos forman parte del camino hacia nuestro éxito. En la vida, no todo será siempre felicidad ni mucho menos fácil. De hecho, las cosas fáciles suelen no durar, y lo que dura no se consigue fácilmente. No podemos seleccionar los momentos que nos gustaría vivir. No está en nuestro poder elegir lo que nos sucederá, pero sí cómo reaccionamos frente a los desafíos. Tarde o temprano, tendremos que enfrentarnos al dolor, porque es parte de nuestra formación y lo que nos hace crecer y madurar. Tal como enseña el rey Salomón en Eclesiastés 7:3 "mejor es el pesar que la risa, porque con la tristeza del rostro se enmienda el corazón".

Personalmente, considero que definir la prudencia por sí sola es como intentar explicar la respiración sin mencionar los pulmones. La prudencia tiene como objetivo final convertirnos en "imagen y semejanza de Dios". El ser humano fue creado con libre albedrío; por lo tanto, la prudencia es la herramienta que le permite decidir correctamente y asumir la responsabilidad necesaria para cumplir su propósito divino. Sin embargo, el ser humano solo puede llegar a ser verdaderamente responsable cuando asume las consecuencias de sus decisiones. El rey Salomón escribió: "Los pensamientos con el consejo se ordenan, y con dirección sabia se hace la guerra". Proverbios 20:18, enseñándonos la importancia de solicitar consejo y retroalimentaciones, ya que nadie nace sabiendo todo. La sabiduría no consiste en distinguir la realidad global, sino en comprender las consecuencias de cada acto que se está por ejecutar. Por esta razón está escrito en el libro de Proverbios: "El que anda entre sabios será sabio" Proverbios 13:20. La sabiduría es una cualidad que desarrollamos al solicitarla a Dios (Stg. 1:5) y al aprender de los demás.

Al buscar asesoramiento, es crucial pedir sugerencias a quienes han superado desafíos similares a los que uno enfrenta, para así ampliar nuestra perspectiva y comprensión. A menudo, nuestros pensamientos son limitados debido a la falta de información, pero al solicitar consejo, podemos descubrir soluciones y posibilidades que no habíamos considerado. La torre a medio construir mencionada por el Señor Jesús es un ejemplo de imprudencia, la cual nos expone a las burlas de aquellos que nunca han intentado nada y utilizan el sarcasmo como una forma de desviar la atención de su propia cobardía e incompetencia. Es más fácil ridiculizar los errores de otros que enfrentar los propios. Quienes se burlan lo hacen para ocultar sus defectos y pasividad.

Para lograr "terminar nuestra torre", primero debemos evaluar nuestras capacidades y limitaciones. Este proceso implica cuestionarnos si somos capaces de asumir los sacrificios necesarios para alcanzar nuestras metas, si podemos soportar el sufrimiento y las derrotas sin desmotivarnos ni abandonar nuestro objetivo. Antes de comprometerse, es esencial discernir objetivamente: ¿Tengo lo que se necesita? Es decir, ¿soy lo suficientemente perseverante para continuar, incluso cuando mis emociones me digan lo contrario? 

Una vez que se colocan los cimientos, no hay vuelta atrás; dejar algo incompleto es peor que no haber comenzado. No comenzar indica que aún no estamos preparados, pero abandonar un proyecto a medio camino sugiere que nuestra decisión fue un simple deseo, una reacción impulsiva sin la reflexión prudente necesaria.

El Señor Jesús, a través de esta parábola, nos pregunta: ¿tienes lo necesario para terminar lo que comienzas? Nos enseña que decidir prudentemente significa considerar cómo nuestras decisiones presentes afectarán nuestro futuro. Terminar nuestra torre no solo implica alcanzar nuestros objetivos, sino también dejar atrás nuestra antigua manera de vivir y comenzar una nueva vida, más cercana al cielo, como una torre que se eleva sobre el suelo. Cuando las cosas se pongan difíciles, debemos aprender a descansar en la presencia del Señor en lugar de abandonar nuestros proyectos. En Cristo, siempre encontramos la fuerza para continuar.

Gloria a Jesús

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