Desaliento

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"De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés, debido al desaliento que los embargaba a causa de la dura servidumbre". Éxodo 6.9, RVR1995.

El desaliento: Es el desánimo, la falta de energía para continuar haciendo algo. Al estar en este estado, las tinieblas cubren la luz de la ilusión, llenando de tristeza el corazón de la persona, sumergiéndola en los problemas, impidiéndole oír la voz de Dios. Siendo trasladado desde la confianza y alegría al miedo y a la desdicha. En este estado vivía el pueblo de Israel, que debido a la dureza y el maltrato que sufría a manos de Egipto, experimentaba días de desaliento o desmotivación, los cuales le impedían escuchar las palabras de Moisés. En otras palabras, el pueblo de Israel, estaba demasiado entristecido para oír lo que Moisés tenía que informarles. A veces, las circunstancias que vivimos, nos desmotivan a seguir avanzando, nos llenan de desaliento y desde ese estado comenzamos a creer que ya no tenemos una seguridad a la que aferrarnos. Sin embargo, debemos considerar que esos pensamientos son provocados por el desaliento que experimentamos, pero que por ningún motivo modifican la fidelidad de Dios.

Dios siempre nos está hablando, el problema es que en un estado de desánimo no lo podemos oír, ya que espiritualmente descendemos a un plano menos elevado de captación. Es decir, nos encerramos en la situación en la que residimos, la cual nos imposibilita considerar los milagros. Por ejemplo, cuando a Jacob le informan que José, su hijo, aún vive. Su corazón desfallece porque no creía, pues, llevaba tanto tiempo sumergido en el dolor que le era imposible admitir lo que escuchaba. Por tal, fue necesario mostrarle la ostentación de Egipto para que aceptara la noticia. Había pasado tanto tiempo, que el espíritu de Jacob había menguado, no obstante, la pequeña luz de la esperanza mantenía encendida su alma, hasta que un día logró despertar de ese estado y volvió a ser Israel, y una vez que ascendió con seguridad declaró: "Iré y lo veré antes de morir". Génesis 45.28, RVR,1995.

La desesperanza puede convencernos y enraizarnos en un lugar que solo se ajusta a la temporalidad en la que vivimos. Esto nos impide trabajar y progresar porque pensamos que nunca saldremos de donde nos encontramos. Empero, el hombre que mantiene vivos sus sueños nunca se rinde, nunca deja de creer que algún día llegará su libertad. Su esperanza lo mantiene vigilante, dado que le da propósito y voluntad para no rendirse, para mantener su fe encendida, pues, sabe que algún día las cosas serán diferentes.

Una persona que en su vida tuvo profecía y deja de poseerla, es como que si estuviera muerto; así como también aquel que un día se deleitó de la presencia divina y que habitualmente disfrutaba de ella, pero si decide desviarse por el camino de los placeres sensoriales, es como si estuviera muerto. Como dice el libro de proverbios 21.16, RVR, 1995. "El hombre que se aparte del camino de la sabiduría vendrá a parar en la compañía de los muertos". Esta muerte no es en un sentido físico, sino más bien se trata de un descenso en las prioridades, es decir, una muerte espiritual. La biblia hace referencias a los "muertos", a aquellas personas materialistas que llevan una vida sin significado real, ni trascendencia, que prefieren y se encaminan en todo tipo de placeres corporales, teniendo a estos como lo más fundamental. Al punto de despreciar la verdad por apegarse más a lo ilusorio y temporal. Como bien dice Pablo: "porque la apariencia de este mundo es pasajera". 1 Corintios 7.31, RVR1995. Para el hombre materialista todo terrenal es lo único real, lo que existe de verdad, son solo aquellas cosas que pueden percibirse con los sentidos, sin embargo, el mundo concreto está sujeto al cambio y descomposición, es decir, nace, crece y muere, es por lo que dice el rey Salomón: "vendrá a parar a la compañía de los muertos."

Cuando nos conducimos por conceptos equivocados. Cuando identificamos lo placentero con lo importante, creyendo que todo aquello que no lleva tácitamente algún gran placer o recompensa, escaseará de sentido. Por lo tanto, no se hallará placer en estudiar, orar, aprender y captar más de Dios. Para la persona que no encuentra beneficios materiales o consigue un placer palpable en cada cosa que hace, las actividades espirituales serán una pérdida de tiempo. Alejándose completamente de la palabra de Dios. Si queremos realmente controlar nuestras pasiones, no debemos pensar que cuando más las alimentamos estarán más saciadas. Suponer así, es como querer añadir al hambriento más ganas de comer. Si actuamos de esta manera ocurrirá todo lo contrario, pues, nuestra imaginación estará más fortalecida, ya que ahora contará con experiencias; sensaciones y recuerdos que revivirá y nos despertará más nuestros instintos, en donde cada vez necesitaremos de mayor fuerza para no rendirnos o controlarlos.

Un café con Dios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora