Salmo de David.
"El señor es mi pastor, nada me faltará".
Salmos 23 (NBLA).
El libro con más ediciones en la historia es el de los Salmos, disponible en casi todos los idiomas. Entre todos, el Salmo veintitrés es el más conocido, compuesto por el rey David. Este salmo refleja su profunda comprensión de Dios y la relación íntima que mantenía con él.
Cuando David escribió este salmo, visualizaba a Dios como un pastor, alguien que lo protege, sustenta y guía. Sin embargo, en un punto, el salmo da un giro drástico. Al principio, el salmista se ve a sí mismo como una oveja, pero termina describiéndose como un rey.
Si se estudian los Salmos de forma cronológica, se puede notar que el Salmo veintidós es completamente diferente y hasta contradictorio con el Salmo veintitrés. En el Salmo veintidós, David se encuentra lleno de problemas y amarguras, al punto de percibirse a sí mismo como un gusano. Las explicaciones pueden ser múltiples; sin embargo, ¿quién no se ha sentido así frente a la magnitud de lo que enfrenta?
Los Salmos poseen una interpretación universal. Están compuestos y ordenados de tal forma que cualquier lector puede identificarse en algún momento de su vida con lo que está leyendo y encontrar esperanza y fortaleza en tiempos de dificultad, especialmente cuando no somos capaces de sentir la presencia de Dios en nuestra vida. Por ello, debemos recurrir a las Escrituras, ya que su palabra está allí, y sus promesas son eternas, independientemente de nuestro procesamiento sensorial.
El Salmo veintitrés no es igual para todos; a cada uno le enseña algo diferente, pero a todos por igual nos llega al corazón. Algo similar ocurre en otros libros de la Biblia. Por ejemplo, en Lucas 5:12, el pasaje de "Jesús y el leproso" no revela el nombre de aquel que fue sanado, sino únicamente la enfermedad que padecía. Esto permite que la interpretación no se reduzca a una circunstancia específica, sino que el milagro de la sanidad alcance a todo aquel que desea acercarse al Señor y ser sanado. El relato describe que el leproso se acerca a Jesús y le dice: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús le responde: "Quiero, sé limpio". Esto nos enseña que esa es su voluntad: el absoluto bien para nuestra vida, que incluye la salud física.
Otro caso similar es el aguijón en la carne de Pablo. La Biblia no menciona qué clase de padecimiento sufría el apóstol. Pero, como ya hemos analizado, la omisión del texto es un silencio intencional para evitar limitar la experiencia a un solo contexto. Así, todo lector puede sentirse identificado con la vida de Pablo, hallando fortaleza y esperanza en medio de cualquier dolencia o aflicción.
El Salmo veintitrés es una metáfora que describe a Dios como un pastor que cuida de su rebaño, lo protege de los peligros y lo guía por el camino correcto. David describe a Dios como el líder ideal, aquel que va delante de nosotros, cuidándonos, corrigiéndonos y motivándonos. Es cierto que, en ocasiones, este líder puede "golpear" a sus ovejas, pero lo hace como un recurso necesario cuando ellas no quieren seguir avanzando.
Es importante destacar que existen pastores que cuidan de sus rebaños solo porque obtienen beneficios de ellos. Les brindan cuidado y les dedican tiempo porque representan su fuente de ingresos. No lo hacen por amor, sino por interés económico, estableciendo una relación condicionada al interés material. Sin embargo, este no es el caso del Señor, quien es el buen pastor que cuida de sus ovejas no para obtener beneficios, sino para que ellas sean las favorecidas. El Señor se dedica a sus ovejas porque su amor es verdadero, desinteresado e incondicional. Dios nos conduce por su voluntad, como el pastor que guía a sus ovejas, porque él desea lo mejor para nosotros. El pastor puede ser visto como un líder y protector, pero también como alguien a quien debemos seguir, alguien que traza nuestra dirección.
¿Pero realmente, si Dios es nuestro pastor y nada nos faltará, es la vida como la describe el salmista, ausente de fracasos y derrotas?
En el versículo uno, el salmista declara: "Nada me faltará". Sin embargo, no lo hace refiriéndose a la ausencia de crisis, errores, derrotas o fracasos. Más bien, este versículo habla sobre la vida, la realidad y lo que debemos aceptar. "Nada me faltará" es menos literal de lo que parece; su profundidad radica en que, si Dios es nuestro pastor y él es lo más importante, entonces, realmente, no nos hace falta nada más. Como dice más adelante en el versículo seis: "Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días". Esto nos enseña que, si realmente estamos con Dios, ya lo tenemos todo.
El Salmo 84:10 amplía aún más esta visión: "Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos". David no está expresando descuido hacia nuestras responsabilidades materiales, sino compartiendo su experiencia al estar en la presencia de Dios y disfrutar de habitar en ella, ya que esta sacia todas sus necesidades. En ese estado, las exigencias del salmista pasan a un segundo plano y comienza a enamorarse de la vida y a valorar lo que tiene, abandonando su sentimiento de incompletitud porque ahora el Señor le basta y llena todo su ser. En otras palabras, Dios satisface todas las necesidades del salmista, y estas ya no son una prioridad. Está conforme, completo y, por lo tanto, feliz, incluso con lo más sencillo, porque su único y verdadero interés es conectarse más con Dios.
El versículo cinco nos presenta la imagen de una mesa de rey, un concepto muy distinto a la simpleza de los primeros versículos. No obstante, no debe entenderse de forma literal. No se refiere a un trono físico, sino a la forma en que Dios hace sentir a David.
En la vida, lo que realmente importa no es lo que tenemos, sino cómo usamos lo que poseemos. Los momentos que disfrutamos y cómo nos sentimos con lo que tenemos es lo que le da significado a nuestra existencia. Cuando no necesitamos nada más para ser felices, podemos entregarnos plenamente a la vida sin que las búsquedas materiales nos distraigan del presente. Por ejemplo, considera cómo te sentirías al conducir el automóvil de tus sueños, aunque no lo poseas. Lo importante no es el vehículo en sí, sino cómo te hace sentir y las emociones que despierta en ti. Si no puedes ser feliz sin tenerlo, ¿cómo podrás serlo con él? La felicidad es una actitud ante la vida, independiente de lo que deseamos tener.
Uno puede olvidar detalles, fechas y nombres, pero nunca olvidamos lo que sentimos. Como dice Antoine de Saint-Exupéry: "Lo esencial es invisible a los ojos." En palabras del apóstol Pablo: "No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" 2 Corintios 4:18, RVR (1995)
Sinceramente, no puedo garantizar que, incluso con fe, nunca enfrentarás problemas. Sin embargo, puedo asegurarte de que, si estás con Dios, las ausencias dejarán de ser una prioridad. Aunque atravieses valles tenebrosos de sombra y muerte, no temerás. No hay garantías contra las desgracias, pero encontrarás la fiel promesa de prevalecer y vencer cada tribulación.
¿Qué es realmente el mal para aquellos que siguen a Dios? Nuestra vida es como un puente colgante que nos lleva a nuestro verdadero hogar. Lo principal es transitarlo sin temor. Si entendemos que Dios es lo más importante, ¿a qué tememos? Para el hombre de fe, estar con Dios es lo más significativo. Por lo tanto, todo lo que suceda negativamente no se considera un mal, ya que el verdadero mal sería vivir separado de Dios. El auténtico mal no son las dificultades o pérdidas materiales, sino alejarnos de Dios. Por eso, el único bien que desea David es morar todos los días en la casa del Señor, es decir, tener a Dios presente en sus pensamientos.
En resumen, el sentido del Salmo veintitrés es que el siervo de Dios reduce los deseos materiales para estar más unido a Dios. Esto no significa que debamos renunciar a disfrutar de lo que nos gusta o a no superarnos, aceptando la pobreza. Más bien, nuestra máxima prioridad no debe ser lo material, sino el desarrollo de nuestra vida espiritual. La vida no se trata de acumular bienes materiales o logros personales. Como escribe el Rey Salomón en Proverbios: "Buscar la propia gloria no es gloria". El verdadero sentido de la vida es la oportunidad de conectarnos con Dios. Todo lo material pasa a ser un medio para alcanzar este fin superior, no al revés, es decir, no debemos utilizar el fin supremo (Dios) para obtener los medios que deseamos.
Gloria a Jesús
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Un café con Dios 2
SpiritualUn café con Dios 2. Relatos cortos para esos días frios...