Jesús anda sobre el mar
Mateo 14:29-33 RVR (1960)
Después de alimentar a los cinco mil, el Señor Jesús pidió a sus discípulos que se adelantaran mientras él despedía a la multitud. Comprendiendo que la gente quería proclamarlo rey, Jesús se retiró al monte para orar. Al acercarse la noche, el mar comenzó a agitarse. Los discípulos, al ver que el clima empeoraba, decidieron zarpar sin Jesús, preocupados de que la oscuridad y el fuerte viento hicieran la navegación aún más peligrosa si esperaban más tiempo.
Cerca de las tres de la madrugada, el Señor Jesús descendió del monte y notó que la barca estaba en medio del mar, sin nadie en la orilla. Al ver a sus discípulos luchando por remar contra el viento, Jesús decidió ir hacia ellos, caminando sobre el agua. Este acto les mostró a los discípulos que él tenía poder sobre la naturaleza. En Juan 6:25 se nos dice: "Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar le preguntó: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?". Mientras la multitud esperó a que pasara la tormenta para cruzar al otro lado, Jesús y sus discípulos atravesaron la tempestad, demostrando que ninguna dificultad puede limitar el poder de Dios; al contrario, estas situaciones revelan su gloria.
Cuando los discípulos, aterrados, lo vieron acercarse, Jesús les habló con palabras reconfortantes: "¡Tened ánimo! Soy yo; no temáis" Mateo 14:27, RVR (1960). Estas palabras del Señor Jesús nos ofrecen importantes lecciones:
"Tened ánimo": El Señor nos anima a no permitir que ninguna dificultad nos arrebate la esperanza en él. No debemos desmotivarnos por las circunstancias, ya que cada mal momento tiene un propósito y es temporal. Sin embargo, cuando perdemos la esperanza, prolongamos nuestro sufrimiento, pues también perdemos nuestra alegría. Y sin alegría, se desvanece la motivación necesaria para superar los desafíos, lo que puede hacer que las dificultades perduren aún más. Por lo tanto, debemos mantenernos esperanzados y animosos en Dios. Esta actitud nos dará la fuerza para tomar las acciones necesarias que nos permitirán superar nuestros desafíos y cumplir con nuestros propósitos.
"Soy yo": A veces, Dios nos envía dificultades para fortalecer y aumentar nuestra fe. Las pruebas que enfrentamos siempre están alineadas con nuestra capacidad de superarlas. Por ejemplo, no enfrentaremos una prueba de "nivel 10" si nuestra fe está en "nivel 2"; en cambio, se nos presentará una prueba adecuada a nuestro crecimiento, como una de "nivel 8" si nuestra fe está en "nivel 7". El objetivo es elevar nuestra fe y confianza, no destruirlas. Tal como dice el Apóstol Pablo: "No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla." 1 Corintios 10:13, RVR (1995). Por eso, es crucial confiar en que Dios está con nosotros incluso en momentos difíciles, ya que él guía cada prueba con un propósito.
"No temáis": El Señor Jesús nos dice esto para recordarnos que no debemos temer a las dificultades, porque "Yo Soy" es quien controla la tormenta y nos guía a través de ella.
Después de estas palabras, Pedro le dice: "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas" Mateo 14:28, RVR (1960). Pedro suele caracterizarse por actuar de manera impulsiva y audaz, como se muestra en Juan 21:7, donde se relata que Jesús se aparece a siete de sus discípulos, incluido Pedro. Al escuchar de Juan que el hombre en la orilla es el Señor, Pedro se ciñe la ropa y se lanza al mar, mientras los otros discípulos van en la barca. Sin embargo, en Mateo, vemos a un Pedro más prudente, enseñándonos que no debemos creer ciegamente en todo lo que se nos presenta ni dejarnos guiar por nuestras emociones. Como menciona Warren (2012): "Dios (...) prefiere que confíes en él, aunque no lo sientas. A Dios le agrada la fe, no los sentimientos". Nuestro éxito en la fe depende de la confirmación de nuestro llamado y de la confianza en Dios, no de lo que deseamos que sea. Triunfaremos siempre y cuando el Señor nos diga primero: "Ven".
El Señor tenía la intención de adelantárseles para que sus discípulos aprendieran a avanzar por medio de la tormenta, como se explica en Marcos 6:48: "Viéndolos remar con gran esfuerzo, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles". Este pasaje nos enseña que, a menudo, las personas no desean aprender ni desarrollarse por sí mismas; más bien, buscan que otros resuelvan sus problemas. Sin embargo, si constantemente solucionamos las dificultades por ellos, podríamos estar limitando su crecimiento y el desarrollo de su potencial.
El esfuerzo que ponemos en la vida es nuestra forma de mostrar a Dios cuánto deseamos alcanzar nuestras metas. Pero, es importante entender que no se trata solo de lo que podemos lograr por nuestra cuenta, sino de en quién depositamos nuestra confianza. Tal como un padre que no enfrenta los desafíos por su hijo, reconociendo que son pruebas que el niño debe superar por sí mismo, también sabe cuándo intervenir. Si ve que su hijo ha dado lo mejor de sí y aún no ha logrado el resultado deseado, el padre le enseña cómo proceder para alcanzar la victoria. En ese aprendizaje, el niño entiende que debe acudir a su padre cuando necesita ayuda, reconociendo que su verdadera fortaleza reside en saber cuándo depender de él.
De la misma manera, Dios nos llama a esforzarnos, pero también a buscar su ayuda cuando nuestras fuerzas son insuficientes. Así lo hizo el rey Ezequías cuando Senaquerib intentó invadir Judá: primero se esforzó en hacer todo lo posible, y cuando se vio superado, clamó al cielo en busca de ayuda. Nuestras mayores victorias comienzan con nuestro clamor a Dios. Como dice el salmista: "Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás" Salmos 50:15, (NBLA). Esto nos recuerda que el primer paso hacia la victoria es reconocer nuestra necesidad de Dios y acudir a su presencia.
Cuando el Señor Jesús le dice a Pedro "Ven", Pedro baja de la barca y comienza a caminar sobre las aguas, no para llegar a la otra orilla, sino para acercarse a Jesús. Sin embargo, al sentir el viento fuerte, el miedo lo invade y empieza a hundirse. Esto es natural, ya que el miedo surge cuando nos enfocamos en las dificultades en lugar de en Jesús. Pedro no caminaba sobre las aguas por sus habilidades, sino por la fe en su Señor. Al perder ese enfoque, la tormenta comienza a vencerlo.
La vida es como el mar: a veces serena, a veces tormentosa. Nuestros desafíos pueden parecer insuperables, como las olas en un mar embravecido. Pero, así como Jesús caminó sobre las aguas, él también camina con nosotros en medio de nuestras dificultades. Si mantenemos nuestra mirada en él, podemos superar cualquier tormenta. Cuando nos enfocamos en el Señor, hallamos paz porque él es el Dios de paz (Romanos 15:33). Esta paz no es la ausencia de problemas, sino la confianza en que el Señor está con nosotros en medio de ellos. Aunque los desafíos persisten, lo que cambia es nuestra percepción: ya no somos dominados por la ansiedad ni por los "¿cómo?" que nos inquietan. En vez de eso, descansamos en la certeza de que Dios tiene el control.
A menudo pensamos que la calma solo llega después de la tormenta, pero en realidad, es en medio de la tormenta donde el Señor se convierte en nuestra verdadera calma. Al confiar en él, podemos soltar nuestras preocupaciones y permitir que su poder nos sostenga, como dijo el rey Salomón: "Encomienda al Señor tus obras y tus pensamientos serán afirmados" Proverbios 16:3, RVR (2020).
Por otra parte, debemos recordar que lo contrario de la fe no es la incredulidad, sino la distracción. Cuando Pedro apartó su mirada de Jesús, comenzó a hundirse, quedando atrapado en sus dudas. En ese momento de desesperación, clamó: "¡Señor, sálvame!". De inmediato, Jesús extendió su mano, lo sostuvo y le dijo: "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?" Mateo 14:31, RVR (1995). Este pasaje ilustra que cuando desviamos nuestra atención de Dios, perdemos estabilidad. No obstante, si mantenemos nuestra confianza en él, encontramos seguridad incluso en medio de las tormentas.
Cuando empezamos a dudar de lo que el Señor dijo que haría por nosotros, también comenzamos a perder la batalla. Como dijo V. Raymond Edman: "Nunca dudes en la oscuridad de lo que Dios te dijo en la luz".
La clave es mantener nuestro enfoque en Jesús, sin desviarnos ni a la izquierda ni a la derecha. Debemos mirar hacia adelante, hacia él, quien nos sostiene en cada paso.
En conclusión, el relato de Pedro caminando sobre las aguas nos enseña la importancia de mantenernos enfocados en Jesús y no en las circunstancias adversas. Cuando nuestra fe está firmemente anclada en Cristo, no hay tormenta que pueda hundirnos. Al confiar en él, encontramos la paz verdadera la cual nos sostiene a través de todas las tempestades de la vida.
Gloria a Jesús.
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Un café con Dios 2
SpiritualUn café con Dios 2. Relatos cortos para esos días frios...