Hui de tu llamado, me alejé para no sentir tu presencia, sabiendo que dondequiera que vaya, allí me encontrarás.
Me sumí en el sueño para evitar las tormentas y me escondí en los abismos del reposo para no oír tu voz.
Busqué refugio en el camarote del barco y solo desperté cuando la tempestad cesó.
Traicioné tu amor por unas monedas,
me rebelé contra tu mandato por mi ambición.
Consideré más justa mi causa que tu justicia,
creí más nobles mis razones que tu amor.
Intenté escapar de ti en la profundidad de los sueños,
y ante tus ojos perdí mi temor.
Ahora me encuentro sumergido en un océano de desolación.
Despiértame, mi Dios, despiértame,
que el sonido de tu shofar revele mi alma, que se dirige hacia el Seol.
Que tu luz encienda el recuerdo de tu presencia,
que la santidad de tus llamas renueve mi pasión.
Que tu brisa suave traiga el aroma de tu salvación,
esa fragancia que disuelve la desesperanza.
Guíame hacia tus atrios, donde mis labios puedan ofrecer alabanzas,
y antes de que el aceite se consuma y la lámpara se apague,
me rescatarás, pues tú oirás mi clamor.
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Un café con Dios 2
SpiritualUn café con Dios 2. Relatos cortos para esos días frios...