Las diez vírgenes
Mateo 25.1-13 RVR (1995).
A medida que el tiempo avanza, empezamos a ver la vida desde otras perspectivas. Nuestros ojos se abren a realidades que antes no contemplábamos. Los años no pasan en vano; traen consigo experiencias y vivencias que transforman nuestra manera de pensar y de entender el mundo. Como escribió Jorge Luis Borges: "Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones". Esta reflexión nos recuerda que, aunque nuestras ideas cambian con el tiempo, la Palabra de Dios permanece inmutable. Sin embargo, cada vez que la leemos, parece nueva, porque nosotros mismos somos distintos cada día.
Los pequeños detalles que se revelan al leer las Escrituras traen consigo grandes enseñanzas. La Biblia es como un vasto océano que espera ser explorado por navegantes audaces. Nuestra vida es limitada, pero la Palabra de Dios es eterna. Cada versículo es un mundo por descubrir, un mar profundo que guarda innumerables tesoros. A medida que nos sumergimos, encontramos pequeñas riquezas que, aunque valiosas, son solo una fracción de su inmensa riqueza inexplorada. El nivel de profundidad al que lleguemos dependerá de cuánto estemos dispuestos a buscar y aprender. Tal como está escrito: "Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado" Mateo 25:29, RVR (1995).
Personalmente, la parábola de las diez vírgenes es una de mis favoritas. De ella podemos extraer una infinidad de enseñanzas, pero considero que el núcleo de la alegoría se centra en la figura del novio.
En Israel, especialmente entre los cabalistas, la muerte de un hombre justo se celebra como un aniversario de su partida. Aunque siempre es dolorosa la muerte de alguien, para quienes alcanzan un nivel espiritual insuperable, su fallecimiento se considera una "graduación" en lugar de una tragedia. Este día se conmemora como un aniversario, conocido en hebreo como "Hilula", que significa "casamiento".
El casamiento simboliza el grado más elevado de espiritualidad que una persona puede alcanzar. En esta vida, la mayor cercanía a Dios se expresa a través del compromiso, ese momento en el que alguien elige unirse a otra persona y decide entregar su vida a ella. Sin embargo, es en el acto del casamiento donde se concreta y se manifiesta plenamente esa entrega total. El salmista lo describe de manera poética: "Como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios hasta que se apiade de nosotros" Salmos 123:2, (NBLA).
Esto nos lo enseña el Señor Jesús a través de parábolas, como está escrito: "Y sin parábolas no les hablaba" Marcos 4:34, RVR (1995). Las parábolas son una forma de explicar conceptos elevados y trascendentes de una manera comprensible para el entendimiento humano. Nos permiten captar ideas superiores que, de otra forma, serían incomprensibles. Así lo dijo Jesús: "Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales?" Juan 3:12, RVR (1995). El compromiso entre un hombre y una mujer representa el nivel en el que se declaran su amor y desean vivir juntos por el resto de sus vidas. Este compromiso simboliza la máxima cercanía con Dios a la que podemos aspirar en esta vida: una relación basada en lealtad, devoción, confianza, amistad y amor incondicional, que se mantiene tanto en los buenos momentos como en los difíciles. Sin embargo, aún hay un nivel más elevado: el casamiento.
El casamiento representa una relación mucho más próxima e íntima, pero va más allá de la comprensión humana y terrenal. A este nivel, el Señor lo llama "boda", refiriéndose a una dimensión espiritual, libre de necesidades materiales y de cualquier limitación física. Es un estado en el que el alma puede estar en la presencia divina y disfrutar plenamente de su esplendor. Aunque el nivel espiritual más elevado se compara a un casamiento, solo se llega a este a través del compromiso. Es en el compromiso donde adquirimos el conocimiento del otro, lo que nos permite confirmar o rechazar la unión definitiva. Este es el motivo por el que las vírgenes prudentes lograron entrar a la boda: ellas se dedicaron a conocer al novio y, en previsión de su tardanza, tomaron las precauciones necesarias para mantener sus lámparas encendidas mientras lo esperaban. En contraste, las vírgenes insensatas no conocían realmente al novio, y esto se reflejó en su proceder imprudente. Como enseña el rey Salomón: "El insensato se muestra insolente y confiado" Proverbios 14:16, RVR (1960).
Por otro lado, la tardanza del novio revela su soberanía y pone en evidencia nuestra insignificancia, ya que el tiempo del novio no es el mismo que el de las vírgenes, ni le afecta de igual manera. El novio no regresó cuando las vírgenes lo deseaban, sino cuando él lo decidió. Las insensatas, de acuerdo con su limitado entendimiento, llevaron el aceite que consideraron necesario, actuando según su comodidad intelectual. Sin embargo, no fue suficiente para entrar a las bodas, lo que nos enseña que siempre hay más por aprender y que existe siempre un nivel superior al que llegar.
Este relato también nos habla de la humildad de las vírgenes prudentes, quienes aguardaban por el novio sin pensar en ningún momento que él las estaba esperando a ellas. En contraste, las cinco insensatas mostraban una actitud arrogante, creyendo que eran el centro de todo y que el novio debía esperarlas. En el Salmo 8, David comienza diciendo: "Señor, cuán grande es tu nombre en toda la tierra", refiriéndose a las maravillas del cielo y la tierra que apuntan a la grandeza de un Creador majestuoso. Como señala el apóstol Pablo: "Lo invisible de él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente visible desde la creación del mundo y se puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa" Romanos 1:20, RVR (1995).
Si las maravillas de nuestro mundo nos parecen grandiosas, ¿cuánto más lo será aquel que las creó? En comparación con el vasto universo, nuestro planeta es minúsculo, y nosotros, insignificantes. Como dice Job: "¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas, para que pongas en él tu corazón, y lo visites todas las mañanas y a cada momento lo pruebes?" Job 7:17-18, RVR (1995). Reconocer nuestra pequeñez nos llena de humildad y nos enseña que Dios está en el centro de la realidad. Al mismo tiempo, nos revela su inmenso amor, pues la cercanía entre él y nosotros está solo a una oración de distancia. Sin embargo, esta cercanía puede generar una peligrosa ilusión en el ser humano, haciéndole creer que es el centro del mundo y que Dios está para servirlo.
Fue esta fantasía emocional la que llevó al fracaso de las vírgenes insensatas, desplazando al novio hacia la periferia y situándolas a ellas como el epicentro de la espera. Tal como dice el salmista: "Porque el Señor es excelso y atiende al humilde, pero al altivo lo conoce de lejos" Salmos 138:6, (NBLA). La humildad es la cualidad que nos permite asumir nuestra realidad con objetividad, evitando inflar nuestra autoevaluación. En palabras de Charles H. Spurgeon: "La humildad es hacer una estimación correcta de uno mismo".
Las insensatas creían que lo merecían todo y que, al ser escogidas, tenían el derecho a que el novio las esperara o a que se les perdonara cualquier falta. Esto se asemeja a la experiencia de Jeroboam, quien, al ser elegido para gobernar sobre diez tribus de Israel, pensó que su posición lo hacía inmune a todas sus malas acciones. Esto nos enseña que un buen consejo o una profecía favorable en manos de un malvado solo resultará en que actúe según sus malas intenciones, sin ningún remordimiento. Salomón lo expresa así: "Rendirle honores al necio es tan absurdo como atar una piedra a la honda" Proverbios 26:8, (NVI).
Las insensatas revelan su egoísmo y error al pedir aceite a las sensatas, considerándose más importantes que las demás. Su actitud arrogante las conduce a pensar que todos les deben algo, mientras que las sensatas siempre se sienten en deuda, reconociendo que todo lo que tienen en sus vidas es en realidad un préstamo divino. Por ello, sienten la obligación de tomar las precauciones necesarias para cuidar, mantener y aumentar ese tesoro. Mientras las insensatas viven en la realidad del "tener", las sensatas habitan en la dimensión del "dar". Su vida está entregada al Señor, pero esta entrega no consiste en traspasar gratuitamente todo lo que poseen, sino en encontrar un equilibrio entre conceder y rechazar. Esto implica compartir la gracia recibida, mientras se niegan a lo que podría perjudicar su vida y relación con Dios. Tal como escribe el rey Salomón: "Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio; mas el hombre insensato todo lo disipa" Proverbios 21:20, RVR (1960).
Las sensatas nos enseñan lo irrelevante que es el hombre, y cuanto más conscientes nos volvamos de esta pequeñez, más grande será nuestra grandeza, acercándonos así a Dios. Tal como menciona el salmista: "Oh Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo tengas en cuenta, o el hijo del hombre para que pienses en él? El hombre es semejante a un soplo; sus días son como una sombra que pasa" Salmos 144:3-4, (NBLA).
La parábola de las diez vírgenes nos revela la diferencia entre las vírgenes prudentes y las insensatas, así como su percepción del Novio. Esta enseñanza subraya que el conocimiento del novio y la cercanía a él son necesidades fundamentales en nuestra vida espiritual. La Palabra de Dios actúa como la luz que ilumina nuestro camino, guiándonos hacia un conocimiento más profundo del Señor y fortaleciendo nuestra relación con él.
Gloria a Jesús
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