"Sin leña se apaga el fuego"
Proverbios 26:20, RVR (2020).
La llama no arde sin leños. Cuando estos son consumidos, el fuego también se extingue. La permanencia del fuego está ligada a la renovación constante de la leña. En nuestra vida, el fuego representa nuestra fe y conexión con Dios, la cual se alimenta mediante la oración y el estudio de su palabra. Estos componentes son nuestra leña, que debemos renovar y mantener constantemente; de lo contrario, nuestra fe se apagará. Así como el Señor explica en la parábola del sembrador sobre aquellos que, habiendo oído, reciben la palabra con gozo, pero no tienen raíces; creen por algún tiempo, pero se terminan apartando. Esto nos enseña que no es importante la forma o intensidad con la que comenzamos, sino lo que somos capaces de conservar y aumentar con el tiempo.
Ninguna cantidad es tan primordial como aquella que perdura y, aún más, la que logramos aumentar. En otras palabras, los frutos que producimos a partir de lo que cuidamos. El mantenimiento exige renovación; no se trata solo de aspiraciones y de lograrlas para luego conformarse, sino de una continua pasión por el crecimiento en Cristo Jesús. En lo espiritual, más siempre es mejor. La forma ideal de mantenerse activo es extenderse más allá de la comodidad y la rutina, conservando el noble deseo de cercanía a Dios mediante la superación de la fe en Jesucristo. En nuestra vida, no se trata solo de devolver el talento que se nos dio, sino de mejorarlo y añadirle más valor, manteniendo esa ganancia y volviendo a incrementarla. Porque sin leña se apaga el fuego, y mantenerlo encendido es nuestra responsabilidad tanto como aumentarlo.
Es cierto que esto puede sonar frustrante, ya que aparentemente nunca tendremos reposo. Puede parecer que, sin importar cuánto nos esforcemos, el Señor siempre estará disconforme, como lo expresa el siervo en la parábola de los talentos (Mateo 25:24-27). Sin embargo, el rey Salomón nos recuerda: "En su propia opinión, el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar" Proverbios 26:16, RVR 1995. Demostrándonos que a menudo defendemos nuestra comodidad creyendo que significa placer. No obstante, es todo lo contrario: la comodidad no nos brinda verdadero placer, sino que es el principal obstáculo para desarrollar nuestro potencial. Dios, quien nos conoce profundamente y desea nuestro bienestar, entiende nuestra capacidad y nos motiva a superarnos. Sus pruebas y desafíos están diseñados a medida para nuestras capacidades. Para alcanzar el desarrollo completo de nuestro potencial, es necesario enfrentar incomodidades y carencias, ya que estos estados nos previenen del conformismo y nos impulsan a esforzarnos más.
Esforzarse no reside solo en cumplir con la acción, sino en la disposición, actitud y rendimiento que ponemos en lo que hacemos. Debemos entender que cuanto mayor es el esfuerzo, mayores serán los resultados. Para obtener resultados extraordinarios, no basta con realizar esfuerzos ordinarios. Como dijo Albert Einstein: "Si buscas resultados diferentes, no hagas lo mismo de siempre".
Cada uno tiene sus propias metas: disfrutar del calor de la fogata, beber un café frente al fuego, entre otras cosas. Sin embargo, Dios tiene un propósito mayor para tu vida. Como dice el rey Salomón: "El hombre hace planes, pero es el Señor quien dirige sus pasos" Proverbios 16:9, (NBV). Dios desea que desarrolles todo tu potencial, que aprendas a buscarlo y que te relaciones con Él en el nivel más cercano posible. Para lograrlo, es necesario refinar nuestra personalidad y realizar los cambios necesarios, algo que conseguimos cada vez que buscamos leña. El fuego, en realidad, representa nuestra conexión y fe en Dios.
Las carencias y los constantes movimientos en nuestra vida están diseñados para que, en medio de estos desafíos, podamos crecer espiritualmente y acercarnos más al Señor. Si Dios nos permitiera obtener todo de manera fácil, nuestro crecimiento se detendría y terminaríamos siendo como robots dependientes. Así, en el esfuerzo y la búsqueda constante, encontramos la oportunidad de fortalecer nuestra espiritualidad y nuestra relación con Dios.
La fogata que nunca se apaga es aquella que recibe leña continuamente.
El conocimiento que perdura es el que se comparte generosamente.
La juventud que se mantiene viva es la que se renueva constantemente.
Las relaciones que prosperan son las que se nutren con atención.
El espíritu que mantiene su llama encendida es el que se cultiva en la oración.
Gloria a Jesús.
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Un café con Dios 2
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