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Siento el puñal clavarse en mi estómago de nuevo, aunque es esa sensación la que me hace despertar y darme cuenta de que solo era un sueño. Un horrible recuerdo transformado en pesadilla que lleva persiguiéndome casi una semana.
Me levanto para acercarme a una de las ventanas más próximas a mi cama y abrir las cortinas, dejando que la inmensidad de la noche me calme.
Me dejo caer en el asiento de alféizar y apoyo la cabeza en la pared.
Escucho la puerta abrirse en la oscuridad y pasos acercarse a mí.
Una pequeña mano se posa en mi rodilla.
—Deberías estar durmiendo. Es tarde—digo mirando a mi hermana.
Rose se sienta en frente en la misma posición que yo y observa el exterior en completo silencio.
A los pocos segundos la luz se hace presente en la habitación y ambas giramos la cabeza para descubrir qué ha pasado.
Nuestros padres se encuentran en la entrada de ésta.
—Hemos visto a Rose venir hacía aquí y no sabíamos si había pasado algo— dice mi madre acercándose.
—Estamos bien— contesto acariciando la cabeza de la pequeña, haciéndola sonreír.
Desvío la vista hacia mi padre y observo que no se ha movido ni muestra expresión alguna; reprimo un suspiro. Cómo siempre, es mi madre quien se preocupa por nosotras.
—Ya que veo que es el único momento en el que no estás ocupada, tengo algo que decirte— escucho a mi padre y, ésta vez, también se acerca.
Mira a las dos personas que se encuentran con nosotros y, sin decir nada, mi madre agarra la mano de Rose y salen de la habitación.
—Has intentado esconderlo, Emily, pero he sido consciente de tus desvelos durante toda está semana— hace una pausa, supongo esperando a que diga algo pero, al ver que me quedo callada, sigue— No volverás al pueblo. Permanecerás en el Castillo y sólo acudirás a los eventos que precisen de tu atención.
El puñal que siento en mis pesadillas es apenas un alfiler comparado con el dolor que siento ahora mismo.
—No puedes hacer eso— me escucho decir casi empezando a sollozar— El trato del pueblo lo hice con mamá, no contigo— digo levantándome— No tienes derecho a arrebatarme lo único que me da libertad.
—Pero si lo tengo para velar por la seguridad de la futura Reina— contesta con firmeza.
Mientras yo me rompo por dentro, él permanece intacto.
Suelto una carcajada amarga.
—Lo único que te preocupa de nuestra familia es la posición que ocupamos cada uno.
Se acerca a mí e intenta poner una mano en mi hombro, pero me aparto con brusquedad.
—Cómo puedes permitir que la gente se muera de hambre y ni siquiera buscar una solución— digo sintiendo las lágrimas resbalar por mis mejillas.
—Estás alterada por la falta de sueño. Deberías descansar y dejar de preocuparte por cosas sin sentido.
Frunzo el ceño y doy un paso hacia él.
—No me extraña que el pueblo nos odie; que no quiera saber nada de nosotros. Su Rey es un incompetente que no es capaz de preocuparse ni por el bienestar de su familia.
La mejilla me arde a los pocos segundos.
No vuelvo a mirarle ni a decir una palabra. Espero paciente a escuchar cómo la puerta se cierra de nuevo y sólo entonces vuelvo a la cama.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora