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Apoyo la pierna herida en el suelo nada más levantarme y compruebo con alivio que ya no siento ningún dolor.
Me preparo como siempre antes de ir a desayunar pero, al entrar al comedor, lo encuentro vacío.
—Sus padres y su hermana se encuentran almorzando en el jardín, Alteza.
Agradezco a la doncella antes de encaminarme al exterior pero, al hacerlo, la sonrisa que empezaba a esbozar se borra de golpe.
—Príncipe Alan— digo con náuseas acercándome a la mesa.
—Su padre me llamó temprano para poder terminar nuestra velada de ayer— me explica mientras me siento lo más lejos de él.
Miro a mi progenitor con todo el odio del mundo y éste sólo desvía la vista hacia el chico sin dejar de sonreír.
—Es lo menos que podía hacer después de la forma tan brusca en la que fue interrumpida— dice tomando un sorbo de su té y buscándome con la mirada, regañándome con ella al encontrarme.
Tan solo como unos bocados de mi tostada antes de levantarme con la excusa de que no me encuentro bien y, aunque sé que no es nada creíble, me conceden el permiso para hacerlo y me marcho de allí lo más rápido posible.
No me detengo hasta llegar a un pequeño templete situado en una de las partes más profundas del jardín.
Subo las escaleras sin molestarme en recoger la falda de mi vestido y, a causa de ello, tropiezo con el último peldaño.
Me reincorporo y me acerco a uno de los bancos para sentarme.
Pero mi tranquilidad no dura mucho puesto que, a los pocos minutos, observo al Príncipe Alan acercarse.
—No es de buena educación marcharse como lo ha hecho— dice subiendo.
Hago una mueca de desagrado que no trato de disimular.
—Sabe, sus padres me han comentado que...
—¡Basta!— exclamo cuando está a escasos metros de mí.
Me alejo lo más posible antes de girarme para mirarle a la cara.
—Se lo dejé muy claro en la fiesta, su Alteza. No tendría más relación con Usted que una amistad y hasta estoy reconsiderando esa opción debido a su actitud de ayer.
Le oigo soltar una risa hueca.
—Princesa— dice acercándose a mí, pero al intentar retroceder choco con la barandilla.
Le giro la cara y cierro los ojos con fuerza esperando que se canse y se marche, pero solo consigo que vuelva a reír.
—Dijiste que aceptabas el trato— susurro sintiendo mi cuerpo temblar.
Noto como posa una mano sobre mi hombro pero la aparto enseguida.
—Pensaba que sabía que no se podían controlar esos sentimientos— le miro y ahora es él quien me rehuye.
—Yo... —empiezo a decir.
—No, Princesa, escúcheme— dice tomando una gran bocana de aire y alejándose de mí unos metros— Siento si mi comportamiento de ayer le incomodó, le juro que no era mi intención en absoluto— suspira— Tomaré de buen agrado su amistad y no volveré a intentar sobrepasarla.
Sin dejarme contestar, hace una reverencia y se marcha.
Aún con un sabor agridulce en la boca del estómago, decido volver al interior del Castillo para iniciar mi rutina diaria.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora