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Unos pasos acercándose me hacen darme cuenta de que estoy despierta, pero no puedo abrir los ojos.
Una mano se posa sobre la mía, tendida a un lado de la cama, y le siento acercarse a mi oído.
Susurra una palabras que no soy capaz de entender y al segundo siento todo mi cuerpo temblar.
Sigo sin poder abrir los ojos, pero puedo escuchar a una mujer pedir que llamen al médico.
No escucho la voz de mi hermana, ni la de mi madre, a mi lado. No escucho ninguna voz familiar a mi alrededor.
Todo mi cuerpo pesa y empiezo a sentir que me falta el aire.
Siento también las lágrimas descender por mis mejillas a causa del dolor en mi pecho pero nadie viene a socorrerme.
El médico no llega, no sé si hay alguien conmigo donde quiera que esté y cada segundo que pasa me encuentro peor.
Emily. Emily, estoy aquí, ¿me oyes?
Escucho la voz de Oliver en mi cabeza y me noto sonreír.
Pero la sensación de bienestar no dura mucho.
Me noto quejarme y me sigo preguntando por qué no hay nadie a mi cuidado.
Tras hacer varios esfuerzos, consigo abrir los ojos y la primera impresión es que, efectivamente, no estoy en mi Castillo.
De echo, la estancia ni siquiera parece una habitación.
Las paredes de ladrillo oscuro transpasan la humedad del exterior, provocando que mi cuerpo tirite.
Observo con más detenimiento y compruebo que donde estoy tumbada tampoco es una cama, es un trozo de madera al que han colocado una fina sábana por encima.
Con pesadez, consigo incorporarme y me levanto muy despacio. Me acerco a la puerta de madera con una pequeña ventana de metal y, al abrirla, unos ojos oscuros me sobresaltan.
-Asi que la princesita ya ha despertado- dice en un tono burlón.
-¿Dónde estoy?- pregunto, no sin esfuerzo, con la voz ronca.
El hombre se toma unos segundos para contestar mientras sonríe, divertido.
-Digamos que pasarás una temporada entre esas paredes.
Frunzo el ceño sin comprender.
-¿Crees que tu papi y tu mami estarán buscándote en éstos momentos?
-¿Quién eres y qué quieres de mí? O de mi familia- pregunto casi en un sollozo.
El hombre suelta una carcajada y escucho la cerradura girarse.
La puerta se abre a los pocos segundos y retrocedo lo más rápido que mis fuerzas lo permiten.
Se acerca a mí y agarra mi barbilla con fuerza.
-Claro que tus padres vendrán a salvarte- ríe contestando a su propia pregunta- Y en cuanto lo hagan todos podremos pasar un tiempo en familia.
La respiración se me corta por unos segundos.
-¿Qué quieres decir?

Me incorporo de golpe tratando de controlar mi respiración. Observo con ansia a mi alrededor y suspiro con alivio al saber que me encuentro en mi habitación.
Me levanto y me acerco a la ventana para contemplar la oscuridad.
Los ojos del hombre de mi sueño vuelven a mi cabeza y aprieto los puños con fuerza.
Ojalá hubiese podido ver su rostro, quizás ahora no estaría tan asustada.
Respiro profundo para alejar esos pensamientos y decido salir al pasillo para caminar, como la última vez. Pero ahora mi madre no sale a mi encuentro, ni me envuelve en su calor que tanto me reconforta. Supiro tratando de ignorar el nudo en mi garganta y sigo avanzando.
Tras unos minutos llego a uno de los balcones y salgo al exterior.
Me acerco a la barandilla posando las manos en ella y, por un momento, puedo sentir a Oliver a mi lado, igual que la noche en la que me dio el collar.
Sonrío al recordar nuestro último encuentro y la imagen del beso vuelve a mi cabeza para no abandonarme en lo que resta de noche.

Sé lo único que quiero hacer cuando los rayos del sol se cuelan por la ventana y me obligan a despertar.
Me levanto con rapidez y me preparo de la misma forma para no hacer esperar a mis sentimientos.
Corro hacia uno de los carruajes y le pido al cochero que vayamos al pueblo, quién obedece de inmediato.
Al llegar a la plaza, bajo al suelo y vuelvo a correr hasta encontrar su casa, a la cual me apresuro a acercarme y llamar a la puerta.
Las mariposas en mi estómago crecen aún más cuando desde el interior escucho pasos en mi dirección.
Oliver sonríe al verme y yo no puedo evitar abrazarle con fuerza, en parte porque le quiero y, también, porque necesito el consuelo que no he tenido ésta noche.
-Eh, ¿te encuentras bien?- pegunta bajito cuando soy consciente de que estoy temblando.
Niego con la cabeza pero no me separo de él.
-Es temprano aún, imagino que no habrás desayunado.
El sonido de mi estómago contesta por mí y suelta una pequeña carcajada antes de darme un beso en la cabeza.
-Vamos- dice empezando a caminar de nuevo al interior de la casa, sin soltarme ni un segundo.
Me ayuda a sentarme en uno de los sillones del salón y, cuando le veo alejarse, me aferro a su brazo con fuerza.
-No te vayas, por favor- susurro tirando de él hacia mi para volver a abrazarlo- No quiero estar sola.
El recuerdo de mi sueño aparece involuntario y me aprieto más contra su cuerpo.
Oliver repite el mismo gesto que la última vez y luego posa las manos en mis mejillas para que le mire.
-Solo serán un par de minutos- mis nervios aumentan aún más y niego repetidamente y muy rápido con la cabeza. Él sonríe, calmado, y besa mi frente por unos segundos- Por qué no vienes conmigo y preparamos juntos el desayuno, ¿vale?
Asiento despacio y toma mi mano para levantarme, siendo ésta vez él quien me pega a su cuerpo.
-Te quiero- susurro antes de que entremos a la cocina.






Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora