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Me dirijo a la cocina nada más levantarme para, por una vez, ayudar a preparar el desayuno y evocar el único recuerdo feliz que tengo desde hace tiempo.
Empiezo a sacar las cosa necesarias y a los pocos minutos las cocineras van entrando sin mencionar mi presencia, cosa que agradezco.
Trabajamos juntas hasta que, una hora y media después, toda la comida está preparada y solo debemos esperar a que el resto de mi familia se despierte.
—Por favor, lo que sobre al terminar guardarlo en una cesta que yo llevaré al pueblo más tarde— pido mirando la abundante cantidad para solo cuatro personas.
Una de las cocineras asiente aunque no parece muy segura.
—¿No se ha enterado, Alteza?— dice otra de ellas y la anterior le lanza una mirada enfadada.
Me giro para mirarla confundido y éste aclara su garganta antes de darme una explicación.
—El Rey ha ordenado que no la dejemos salir del Castillo si no es estrictamente necesario.
Juro que un día de éstos mataré a mi padre con mis propias manos y no me importará que me encierren en la mazmorra.
Salgo corriendo hasta llegar a su habitación y abro la puerta de golpe, pero no sé encuentra allí al igual que mi madre.
Corro de nuevo para llegar al comedor y encontrarlos ya sentados junto a mi hermana.
No me coloco en mi sitio como de costumbre y me acerco a él llena de rabia.
—¡No sólo me obligas a casarme con alguien a quién no quiero si no que ahora me prohibes ir a... —me callo por unos segundos obteniendo las miradas confusas de las personas a mi alrededor. Carraspeo antes de volver a mirar a mi padre— No puedes negarme el único momento de libertad que tengo y la única cosa buena que puedo hacer por nuestro pueblo— termino diciendo algo más calmada.
Éste mira a mi madre y es ella la que contesta.
—Yo le dije que lo hiciera— dice con la vista puesta en él— Hasta que tus hábitos de sueño no vuelvan a la normalidad prefiero que permanezcas aquí donde podemos tenerte vigilada.
La miro y suelto un suspiro pesado.
—¿Y qué pasará con la gente del pueblo? —pregunto con la voz entrecortada— ¿Cómo...
Mi madre se levanta y se acerca a mí, posando las manos en mis hombros.
—Tranquila, yo me encargaré de que no les falte de nada para que puedan subsistir.
Alzo una ceja y pongo la vista en mi padre, interrogándole en silencio.
—Sí, Emily, lo hará— dice suspirando— Al menos hasta que te mejores.
Esbozo una pequeña sonrisa conteniendo el impulso de querer abrazarlo y me siento en mi lugar correspondiente para empezar a desayunar.
De camino a mi rutina no dejo de pensar que, quizás por primera vez, las cosas puedan mejorar.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora