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El salón de baile está perfectamente decorado.
Voy paseando por el espacio observando a la, por desgracia, poca gente que se ha atrevido a venir.
Me apoyo en una de las mesas y sonrío al ver a mi hermana jugar con algunos de los niños que se encontraban con ella en el huerto.
A los pocos segundos, siento una mano sobre la mía que me hace salir de mis pensamientos.
Giro la cabeza y no puedo evitar sonreír al ver a Oliver a mi lado.
-Alteza, ¿me haría el honor de concederme éste baile?— dice haciendo una reverencia demasiado exagerada para mi gusto.
Tras soltar una pequeña carcajada, asiento y avanzamos hacia el centro de la sala.
La música empieza a sonar y nos movemos al unísono.
-Me alegra ver que se encuentra mejor- dice mientras me hace girar sobre mí misma.
Agarró de nuevo su mano y seguimos la coreografía.
-Disculpa por la intermisión de mi familia- contesto desviando la mirada- Mis padres suelen ser bastante cuidadosos con mis visitas al pueblo.
De nuevo, las imágenes del puñal en mi abdomen aparecen en mi cabeza, lo que me hace detenerme en seco y sentir un ligero mareo.
-¿Se encuentra bien?- se apresura en preguntar.
-¿Podemos salir afuera?- consigo decir sintiendo cómo los pulmones me arden.
El chico asiente y en pocos segundos nos encontramos en una de las terrazas.
Me ayuda a sentarme en el banco que decora el centro de ésta y respiro hondo varias veces para tratar de calmarme.
Nos quedamos en silencio unos minutos hasta que, ya habiéndome tranquilizado, Oliver agarra mi mano y deja algo sobre ella.
El frío del acero me hace descubrir que se trata de algún tipo de colgante o pulsera.
Me acerco la mano y dejo caer la cadena en el aire.
Sonrío al ver la preciosa piedra en forma de corazón de color azul marino.
Miro a Oliver, esperando una respuesta. Él también sonríe.
—Mis padres son comerciantes y, como van viajando por varios pueblos, hace unos días fui con ellos para buscar algo para tí. Después de todo, no pudiste conseguirlo la última vez.
No sé muy bien qué contestar, así que solo tomo su mano y le doy un pequeño apretón en forma de agradecimiento.
De nuevo el silencio se adueña del lugar y parece que todo haya desaparecido a nuestro alrededor. Por mucho que quiera dejar de mirarle a los ojos, soy incapaz de apartarlos; como si un hechizo me hubiese atrapado en ellos.
—¡Emily!— grita una dulce voz, haciéndome volver a la realidad.
Suelto una pequeña risa cuando Rose se tira sobre mí para abrazarme.
—Nos vemos de nuevo— dice Oliver, mirándola y sin dejar de sonreír.
La pequeña alterna su vista entre ambos y pone las manos a su espalda empezando a sonreír. Oh no, sé lo que eso significa.
—Rose, ¿qué pasa?— pregunto intentando que mi voz suene normal a pesar de la vergüenza que me invade por dentro.
Ésta pestañea un par de veces antes de contestar.
—Papá quiere hablar contigo.
Reprimo un suspiro y me levanto despacio. Oliver lo hace segundos después.
—Ha sido un placer volver a verlas, Altezas— dice haciendo una reverencia hacia Rose y tomando mi mano para besarla ligeramente.
Ambas le devolvemos el gesto de inclinarnos y luego cojo la mano de Rose para volver al interior del Castillo.
Aunque busco a mi padre por toda la sala, no consigo encontrarle.
Ruedo los ojos al adivinar que lo más probable es que esté en su despacho, como siempre, así que me dirijo hacía allí no sin antes mirar por última vez la estancia.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora