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Los gritos de Rose por todo el Castillo anunciando que es mi cumpleaños son lo primero que oigo al despertar. Aún sin haberme levantado de la cama, la veo entrar en mi habitación y acercarse corriendo para abrazarme.
-Feliz cumpleaños, Emily.
La estrecho entre mis brazos y le doy un beso en la cabeza mientras sonrío.
-No hace falta que lo grites a los cuatro vientos cada año. La gente ya sabe qué día es hoy- digo haciendo las mantas a un lado para levantarme.
-Pero hoy es importante, cumples 16. Y papá dice que a esa edad las Princesas empiezan a acudir a muchos bailes- me recuerda sin dejar de sonreír.
La miro sin decirle que la realidad de esas fiestas no es divertirse, si no encontrar a un buen candidato que consiga desposarte.
-¿Por qué no vas con mamá a asegurarte de que está todo listo para ésta tarde?- la digo sacando un vestido del armario para empezar a vestirme.
Ésta asiente con demasiada energía y corre hacía la puerta hasta desaparecer por la izquierda del pasillo.
De nuevo, me tomo mi tiempo para cambiarme e ir a desayunar.
-Feliz cumpleaños, cariño- me dice mi madre acercándose y besando mi mejilla incluso antes de poderme sentar en la mesa.
Tanto en mi cumpleaños como en el de Rose es el único día que se permite dejar a un lado su imagen de Reina y ser una madre más.
-Espero que ésta tarde sepas comportarte y no nos dejes en evidencia- escucho a mi padre, quien ni siquiera me mira al hablar.
-Ya no tengo siete años, sé cómo debo comportarme en éstos eventos- contesto cogiendo el tenedor para empezar a comer.

Me miro por última vez en el espejo de cuerpo entero de mi habitación para asegurarme de que el vestido está perfectamente alisado antes de volver al tocador para hacerme un peinado sencillo pero lo bastante elegante para la fiesta.
Tras varias pruebas consigo encontrar uno que me convence por lo que salgo al pasillo y me dirijo hacia el salón de baile.
-Su Alteza Real, la Princesa Emily- anuncia uno de los mayordomos cuando estoy a la vista de todos.
Respiro hondo y agarro levemente la falda de mi vestido antes de empezar a caminar hasta el centro de la sala, donde hago una reverencia a mis padres, la cual me devuelven, y no tardo en colocarme al lado de mi hermana; aunque el protocolo mande hacerlo a la derecha del Rey.
La gente forma una fila frente a nosotros y empieza a hacernos reverencias a modo de saludo, dispersándose luego por todo el espacio.
Cuando la última persona se inclina ante nosotros, una música empieza a sonar, señal de que la fiesta por mi cumpleaños ha comenzado.
Miro a Rose y agarro su mano para empezar a bailar, ajena a la mirada de mi padre.
Nos movemos sin mucha sincronía intentado no chocar con las demás parejas; aunque en cierto momento chocamos con alguna y ésta, al ver quiénes somos, nos hacen una leve inclinación de cabeza y vuelve a su coreografía, no sin antes ser ellos los que nos pidan disculpas.
—¿Qué te pasa?— pregunta Rose al ver que me he quedado estancada en el sitio.
Sin decir una palabra salgo a prisa del salón de baile hacia la terraza más cercana, solo deteniéndome al chocar con la barandilla. Aprieto las manos contra ésta y tardo unos segundos en ser consciente de que he empezado a llorar.
Porque esas personas no deberían pedirnos disculpas a nosotras, si no al revés pero, sobre todo, porque si no fuésemos de la realeza la escena habría sido muy diferente. Y una parte de mí quiere que ambas personas nos hubiesen gritado por no saber vigilar nuestro espacio, que yo al intentar calmar a quien lo dijese solo consiguiera enfurecerlo más haciendo que nuestros padres tuviesen que venir a apaciguar la situación. Pero sé que eso no va a pasar ni ahora ni nunca; porque, por suerte o por desgracia, Rose y yo siempre seremos de sangre real.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora