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Camino por los pasillos del Castillo entre saltitos y vueltas de felicidad.
Los ratos que paso con Oliver siempre consiguen animarme aunque no tenga motivos externos para ello.
Observo a Rose acercarse a mí con la misma energía y me agacho para abrazarla cuando llega a mi lado.
-¿Ya te encuentras mejor?- pregunta sobre mi hombro.
Me separo de ella y le doy un beso en la frente sin dejar de sonreír.
-Así es- digo levantándome y cogiendo su mano- ¿Se te ocurre algo que podamos hacer?
La pequeña lo piensa por unos segundos y luego vuelve a mirarme con una sonrisa enorme.
No dice nada pero empieza a correr y casi tropiezo por estar agarrada a ella de la sorpresa.
Tras unos minutos llegamos al jardín pero no se detiene hasta que consigo ver el templete donde a veces vamos a bailar.
Subimos las escaleras y suelta mi mano para colocarse en el centro frente a mí.
Hace una pequeña reverencia y yo la imito para volver a unirnos y dar vueltas por el lugar con una música imaginaría.
-Ésto te puede ayudar para el baile- dice riendo.
-¿Qué baile?- pregunto deteniéndome y haciendo que mi hermana casi se caiga.
Me mira con preocupación y agacha la cabeza.
-Rose- digo agachándome para quedar a su altura- ¿Qué baile?
Tal vez sea la seriedad de mi voz lo que le impide contestar, así que poso las manos en sus hombros y esbozo una pequeña sonrisa.
-Por favor- hablo más tranquila- Dime a qué baile te refieres.
La pequeña levanta la vista y puedo observar sus ojitos húmedos.
-Papá y el Príncipe lo estaban hablando durante la comida.
Asiento despacio y la insto a que siga su explicación, pero solo se encoge sobre sí misma y empieza a llorar en silencio.
Agarra mi mano con fuerza y se abraza a mí.
-No vayas ahora- solloza- Podéis hablarlo ésta noche, o mañana. Pero no me dejes otra vez para ir a pelearos.
Me separo y la miro con tristeza.
—No es que no quiere estar contigo, Rose— digo acariciando su mejilla— Pero creo que temas así han de tratarse rápido para poder solucionarlos cuanto antes, ¿no te parece?
Solloza un par de veces antes de mirarme de nuevo.
—Te prometo que me daré prisa para poder seguir jugando, ¿vale?
Mi hermana asiente y beso su cabeza antes de levantarme para ir a ver a mi padre.
Cómo siempre, le encuentro en su despacho entre papeles y demás.
—¿Qué baile va a organizarse y por qué no he sido informada de ello?— pregunto y mi padre alza la vista para mirarme.
Suelta un suspiro antes de contestar.
—Si no te escapases durante horas para estar con ese campesino no harían falta explicaciones.
Frunzo el ceño ante su tono de voz, despectivo.
—Tengo derecho a despreocuparme de mis obligaciones por una horas— contesto cruzándome de brazos— Creo que han sido suficientes años solo centrada en ellas y me merezco un descanso de vez en cuando.
Mi padre suelta una risa y se levanta.
—El baile de compromiso, querida— escucho a mi espalda y giro mi cabeza para ver al Príncipe Alan apoyado en el marco de la puerta, sonriendo.
Siento náuseas al verle y vuelvo la vista a mi padre, que sonríe y no tarda en acercarse a él.
—Se organizará en dos semanas y entonces podremos empezar a preparar la boda— contesta mi padre alternando la vista entre ambos.
Una arcada sube por mi garganta y me excuso para salir de allí.
Avanzo por los pasillos con rapidez pero no consigo llegar a mi habitación antes de que el dolor me haga caer al suelo.
Porque esas palabras significan que ésto es real y no un mal sueño; que pronto el Príncipe Alan y yo estaremos casados; que nadie me escucha y resulta que solo soy un peón para ellos. Pero, sobre todo, que Oliver y yo tendremos que separarnos para siempre.





Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora