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Todo está preparado para el baile de mañana y, también, para la boda que será dos días después.
Pero por muy contentos que se muestren todos a mi alrededor yo no soy capaz de sonreír. No cuando se trata de un futuro que no quiero.
Camino por los pasillos observando la decoración y, de pronto, mi hermana aparece ante mí. Ambas nos miramos en silencio mientras los sirvientes siguen pasando a nuestro lado.
—Princesa— escucho a mi espalda y al girarme veo al Príncipe Alan acercarse.
Mira por encima de mi hombro en dirección a mi hermana y avanza hacia ella.
—¿Qué te ocurre, pequeña?— le pregunta agachándose.
Una sonrisa involuntaria aparece en mi rostro pero la borro de inmediato.
Me acerco a ellos y Rose nos mira a ambos antes de fruncir el ceño y alejarse.
—Parece que Usted no es la única que me odia— dice riendo mientras se incorpora.
—¿Qué es lo que quiere, Alteza?— le pregunto cruzándome de brazos.
—Su padre nos ha mandado llamar.
Alzo una ceja.
—¿A los dos?
El chico vuelve a reír.
—No creo que se refiriese a su hermana cuando ha dicho "Princesa".
Pongo los ojos en blanco y me ofrece su brazo para ir hasta el despacho de mi padre.
—Majestad— habla una vez ha abierto la puerta.
Mi padre sonríe al verle.
—Me alegra que hayan venido juntos— dice mirándome volviendo a su seriedad— La boda será pronto y todavía debemos zanjar algunos temas.
Nos sentamos frente a él y mientras hablan puedo darme cuenta de que mi presencia aquí solo es una excusa para mantenerme ocupada.
—Si la boda es en tres días todo ésto debería de estar resuelto hace tiempo— les interrumpo minutos después.
Los dos hombres me miran y el mayor suspira bajando la vista a su escritorio.
—Lo habríamos hecho, Princesa, si hubiese permanecido en el Castillo en vez de escaparse— dice el Príncipe y mi padre asiente.
Me ignoran de nuevo y siguen hablando hasta que me canso y, soltando un bufido, me levanto para salir de allí.
Ninguno parece tener intención de seguirme, tal vez cansados de que siempre monte un escándalo con éstos temas; pero agradezco que me ignoren por una vez.
Camino rápido hasta llegar a mi habitación y me encierro en ella, como siempre.
Necesita despejar mi mente por lo que cojo un libro de una de las estanterías y me siento junto a la ventana.
Unos golpes en la puerta me sobresaltan y me doy cuenta de que me he quedado dormida.
Devuelvo el libro a su lugar y aliso la falda de mi vestido antes de acercarme a abrir.
—Su familia la espera para cenar, Alteza— me informa uno de los mayordomos.
Le agradezco con una sonrisa y me permite pasar primero para ir hasta el comedor.
Mi ceño se frunce al ver al Príncipe Alan fuera de éste y empieza a acercarse a mí completamente serio.
Agarra mi muñeca sin darme tiempo de preguntar y tira de mí en dirección contraria, llegando hasta la sala de música. Pone las manos sobre mis hombros antes de hablar.
—Escuche, Alteza, sé que he perdido toda su confianza por las veces que he intentado sobrepasarme con Usted— suspira y cierra los ojos por un momento— Pero sabe que nuestra alianza es necesaria para su reino y que su padre no se rendirá hasta que hayamos pasado por el altar. Así que, por favor, si no quiere aceptarlo, al menos finja que lo ha hecho.
No soy capaz de responder y me suelta a los pocos segundos para marcharse.
—¿Fingir qué?— pregunto en un sollozo, girándome para mirarle cuando apenas ha cruzado la puerta— ¿Fingir que he aceptado su mano? ¿Fingir que le quiero y que no estoy destrozada?— se acerca a mí pero doy un paso atrás— ¿Fingir que no me molesta que mi padre muestre afecto hacia Usted cuando nunca lo ha hecho conmigo?
Intenta tomarme las manos pero las escondo tras de mí y nos limitamos a observarnos en silencio.
Respiro hondo antes de pasar por su lado para ir al comedor y él me sigue a unos metros de distancia.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora