6

1 1 0
                                    

El carruaje avanza hacia la plaza pero yo no quiero estar ahí; nadie lo quiere.
Los aldeanos solo asisten a éste evento porque es una más de sus obligaciones hacia el Rey: pagar sus impuestos a tiempo y fingir que les caemos bien.
Mi madre me agarra la mano y, al mirarla, sonríe.
Lleva encima todas las joyas que puede mientras yo solo luzco un pequeño broche en el lado izquierdo del vestido, encima del corazón.
Rose está sentada en frente y mi padre, a su lado.
—Espero que hayas memorizado el discurso, Emily— dice él, mirándome por primera vez en lo que llevamos de trayecto.
Asiento con la cabeza y desvío la vista hacia el exterior.
Los grupos de personas cada vez más inmensos indican que estamos a punto de llegar.
La carroza se detiene unos metros después y el cochero se acerca para abrir las puertas y ayudarnos a bajar.
Mi padre y mi madre lo hacen primero, seguidos por mí y Rose.
Caminamos en fila hacia el centro de la plaza, cabeza alta y mirada al frente. Solo a Rose, debido a su corta edad, se le permite saltarse el protocolo y desviarse para hablar con las personas, quienes la reciben con amabilidad.
Esperamos a que vuelva a nuestro lado y subimos juntos al escenario que montan únicamente para ésta celebración.
Mi padre se acerca al atril y pronuncia unas palabras antes de darme paso e iniciar con mi discurso.
Una vez he terminado, me reúno de nuevo con mi familia y, después de que Rose me abrace y me felicite por mi buen trabajo, ponemos rumbo al huerto para la segunda parte de la fiesta: plantar hortalizas nobles y campesinos juntos. Aunque, como siempre, mi padre se excusa diciendo que tiene asuntos que tratar en el Castillo.
Antes de entrar, mi madre se despoja de los accesorios más valiosos y que más teme perder entre la tierra.
Veo a Rose acercarse a otros niños más o menos de su edad y cómo empiezan a trabajar y ayudarse entre ellos.
Cuando el sol se está poniendo, las semillas están plantadas y cada uno de nosotros cubierto de polvo.
Mi madre y hermana vuelven a mi lado y la gente se reúne a nuestro alrededor para que, de nuevo, pronuncie un discurso que alabe el gran esfuerzo que hemos hecho todos juntos.
La gente no tarda en dispersarse para volver a sus casas cuando finalizo y nosotras hacemos lo mismo.
Al subir a la carroza, suspiro aliviada de que toda la farsa de que somos un reino unido se haya acabado.
Cierto los ojos en todo el camino de vuelta al Castillo pero, cuando los abro, desearía no haberlo hecho.
Hay guardias en la recepción y mi padre se encuentra al frente de éstos, adecentado con un traje de gala impoluto y demasiado caro.
Las doncellas se acercan para llevarnos cada una a su habitación y prepararnos para el baile que se organiza dando por finalizado el evento.
Más horas en las que mi padre finge que sus súbditos y su familia le importa; más horas en las que yo debo hacerlo hacia él.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora