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—Alteza, tiene una visita— me informa uno de los mayordomos.
Dejo el libro sobre el asiento de alféizar y me levanto para dirigirme a la sala de recepción, no sin antes darle las gracias al hombre.
—Príncipe Alan— exclamo sorprendida pero sin dejar de caminar hacia él.
El chico sonríe al verme y se apresura a coger mi mano para besarla cuando estoy lo bastante cerca.
—Un placer volver a verla, Alteza— dice con una sonrisa burlona.
Se me escapa una pequeña risa que trato de disimular al observar que mi padre se encuentra a unos metros de nosotros.
Rehuyo su mirada posando la mía en mi invitado.
—¿Le apetece que demos un paseo por los jardines?— pregunto extendiendo mi brazo.
Éste asiente tomándolo sin dejar de sonreír y ambos caminamos hacia el exterior.
Avanzamos en silencio y, de vez en cuando, llevo una de mis manos a mi pecho, al lugar donde debería descansar mi colgante.
—¿Se encuentra bien, Princesa? Parece distraída— dice Alan unos minutos después.
—Son... Cosas personales— contesto desviando la mirada hacia el suelo.
Le escucho reír por lo bajo y detener sus pasos, agarrando mi brazo para que me quede junto a él; quizás más cerca de lo que me gustaría.
—Escuche, Alteza— dice apartando un mechón de pelo de mi cara con total naturalidad— Sé que no nos conocemos de mucho tiempo, pero quiero que sepa que puede confiar en mí para contarme cualquier cosa que le preocupe— sonríe, mirándome de una forma que me produce ganas de vomitar.
Le alejo de mí con suavidad sin contestar y reanudo el paseo por mi cuenta.
Siendo consciente de me sigue, camino más deprisa para tratar de perderlo pero, en un paso, mi pie se engancha en la falda de mi vestido y caigo al suelo. Aún sintiendo un pequeño dolor en la pierna, me levanto para seguir pero éste se intensifica al hacer peso contra el suelo.
Escucho los pasos del Príncipe acercarse con rapidez, quién me ofrece su hombro como apoyo y me ayuda a sentarme en un banco que hay a unos metros.
—Gracias— musito cuando se coloca a mi lado.
Éste sonríe en respuesta y yo hago de nuevo una mueca de dolor.
—Creo que será mejor que volvamos dentro del Castillo y llame al médico— dice volviendo a tenderme la mano como ayuda para levantarme.
Con algo de dificultad, llegamos al interior y una de las doncellas se acerca a nosotros nada más verme.
—No se preocupe, Alteza, ya nos encargamos nosotras— le dice al príncipe mientras me carga en su hombro.
Ni siquiera le miro cuando ponemos rumbo a mi habitación, dónde me quedo tumbada en la cama a la espera del médico.
Éste aparece una hora después y, tras examinarme y diagnosticar que no es nada grave pero que debo permanecer en la cama sin moverme el resto del día, se marcha tras despedirse con una reverencia.
Suspiro y un escalofrío recorre mi espalda al recordar la forma en la que el Príncipe Alan me miró; como si estuviera perdidamente enamorado de mí.
Saco esa idea de mi cabeza y me cubro con la manta para descansar un par de horas.




Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora