Los días pasan uno tras otro de la misma manera, metiéndome en una rutina de la que no soy capaz de salir; aunque tampoco lo intento.
Tras la última lección del día, Rose y yo volvemos a ir a la biblioteca para despejarnos antes de la cena.
De nuevo busco el libro de la última vez pero me doy cuenta de que ya no se encuentra en la estantería, así que me pongo a buscar por todas ellas sin ningún resultado.
-Señoritas, la cena está servida- nos informa una doncella desde la puerta.
Rose deja su libro en la mesa y corre hacia el comedor, mientras yo me tomo mi tiempo para salir de ahí.
Cuando estoy a punto de cruzar el umbral, una luz brillante me hace detenerme. La busco hasta que soy consciente de que proviene de mi colgante, el cual señala hacia la derecha de mi pecho.
Frunzo el ceño algo confusa hasta que diviso otra luz igual de intensa al fondo de una de las estanterías.
Me acerco curiosa hasta ella y unos metros antes de llegar noto un pequeño temblor en el suelo, el cual provoca que las baldas de madera desaparezcan y dejen al descubierto un pasadizo. El colgante tira de la cadena hacia éste y decido seguirlo.
Otra sala me da la bienvenida unos minutos después, algo más pequeña que la biblioteca pero igual de lujosa que el resto de habitaciones del Castillo.
Ésta se encuentra llena de joyas y, en una esquina, un atril con un libro hacia el cual mi colgante tira de nuevo. Me acerco y descubro con asombro que se trata del libro que estaba buscando.
Sin necesidad de cogerlo, éste se abre hasta llegar a una página en concreto. La piedra de mi colgante aparece dibujada en la página de la derecha y a la izquierda un sinfín de palabras inundan el papel.
"Cristal de Glashudreg"
Quien porte dicha joya será poseedor de numerosos poderes concedidos a su voluntad".
La luz de una antorcha a mis espaldas me sobresalta y solo alcanzo a ver una sombra antes de caer al suelo.Abro los ojos con dificultad y compruebo que me encuentro en mi habitación. Al incorporarme siento un gran mareo por lo que vuelvo a apoyar la cabeza en la almohada y permanezco así hasta mucho rato después, cuando la puerta se abre y mis padres se acercan a mí.
—¿Qué hago aquí?— pregunto sintiendo que la cabeza puede explotarme de un momento a otro.
Mi madre se sienta a mi lado y agarra una de mis manos con suavidad.
—Una de las doncellas te encontró desmayada en la biblioteca— me explica con clara tristeza en su voz.
—No entiendo qué seguías haciendo allí cuando sabías que esperábamos por tí en el comedor— dice mi padre con los brazos cruzados.
Observo cómo mi madre le lanza una mirada de súplica para que, al menos ésta vez, no sea tan duro conmigo. O eso quiero interpretar.
—Será mejor que la dejemos descansar— dice levantándose y agarrando a mi padre del brazo para instarle a salir de la habitación.
Respiro hondo cuando vuelvo a quedarme sola. Pero la tranquilidad no dura mucho ya que, al girarme de lado para seguir durmiendo, no siento la piedra de mi colgante deslizarse hasta tocar el colchón como de costumbre.
Me incorporo de golpe ignorando mi malestar y palpo mi cuello en busca de, al menos, la cadena de plata que lo sujetaba; pero no hay nada alrededor de él.
Empiezo a buscar por la cama y al no obtener resultado me levanto para hacerlo por toda la habitación.
—Alteza, ¿se encuentra bien? He escuchado ruidos fuertes— dice una de las doncellas desde la puerta.
La miro y me acerco a ella con rapidez.
—Mi colgante— digo tocando de forma inconsciente mi pecho vacío— ¿Sabes dónde está? No lo encuentro por ninguna parte.
La chica niega con la cabeza.
—Me temo que no lo he visto, Alteza. Pero les diré a algunas chicas que lo busquen por todo el Castillo y no cesaremos hasta encontrarlo.
Sonrío un poco, aliviada.
—Gracias, yo también seguiré buscando.
La joven agarra mi brazo cuando estoy a punto de salir al pasillo.
—No, Usted debe descansar. Es lo que el Rey ha ordenado.
Frunzo los labios antes de girar la cabeza para mirarla.
—Está bien pero, por favor, no os excedais demasiado buscando. No creo que éste más lejos de...
Con la frase a medias, salgo de allí hacia la habitación de mis padres mientras encajo en mi cabeza las piezas de éste puzle.
—¡¿Cómo te atreves a quitarme algo que ni siquiera te pertenece?!— exclamo nada más entrar al hombre que se encuentra a unos metros de la cama, listo para irse a dormir.
—Emily, ¿qué pasa?— pregunta mi madre alternando la mirada entre ambos.
Me acerco a él sin contestar.
—No fue una doncella quién me encontró en la biblioteca, fuiste tú. Y en cuanto lo viste me quitaste el collar porque sabes que de alguna forma está conectado a ese libro, ¿verdad, padre?
De reojo observo a mi madre mirarme confundida. Sin embargo, mi padre solo suspira y se niega a clavar su mirada en mí.
—Puede que lo hayas perdido jugando a las detectives— dice con intención de meterse en la cama.
Frunzo el ceño y agarro su brazo.
—Sé que no lo he perdido, y sé que fuiste tú quien escondiste el libro, porque fuiste ese día a la biblioteca y tú nunca vas a otro sitio que no sea tu despacho— hago silencio para tragar el nudo que se está formando en mi garganta por lo que sigue— Sobre todo si estoy yo presente.
—Emily, por favor, hablaremos de todo ésto mañana, pero ahora vuelve a tu habitación y descansa— dice suspirando y pasándose una mano por la cara.
El gesto me devuelve a hace unos días y siento mi corazón encogerse un poco.
Sin ser capaz de hablar, asiento antes de salir de allí y, por una vez, obedecer sus órdenes sin nada que objetar.
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Once upon a Princess (Reales I)
De Todo*Historia sin corregir* Érase una vez una Princesa... Que luchaba para que las cosas fueran bien.