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-Me parece una falta de respeto hacia esa gente que volvieses a dejarles plantados- me grita mi padre tan solo unos segundos después de haber llegado al comedor.
Lo miro sin siquiera inmutarme.
-No hice nada de eso, tan solo expresé que aún no estoy lista para contraer matrimonio- contestó empezando a desayunar.
-No se trata de lo que tu quieras, Emily, te lo he explicado miles de veces.
Suelto la cuchara con fuerza haciendo que caiga de golpe en el plato y que algunos copos de avena salten a mi vestido.
-Y yo he rebatido que la alianza no es necesaria si supieses cuidar de tu pueblo- me levanto para parecer autoritaria- Los sirvientes no dan a basto para todas las tareas que les encomiendas, podríamos traer a gente del pueblo y garantizarle un empleo y un techo donde dormir con comida caliente que llevarse a la boca todos los días, pero a tí solo te importan las fiestas y el verte bien hacia otros gobernantes.
Las primeras palabras de mi discurso me dan una idea que decido poner en práctica de inmediato.
Sin dejar que nadie hable, salgo a prisa de la sala para dirigirme a mí habitación y empezar a hacer folletos anunciando un trabajo como sirviente o doncella de la Familia Real.
Unos 50 puestos candidatos después, guardo los papeles en una pequeña mochila y me encamino hacia uno de los carruajes para ir al pueblo.

Los guardias del Castillo me ayudan a distribuir los folletos entre la gente, aunque solo algunas personas los aceptan.
-¿Trabajar para vosotros?- me dice una mujer de mala manera- ¿Por qué iba a querer cuidar de unas niñas mimadas y sus egocéntricos padres?
Sin ser consciente, dirijo la vista hacia los siete niños que la acompañan.
La mujer imita mi geste y luego vuelve a mirarme.
-¿Piensas que no podemos subsistir sin vuestra ayuda? ¿Se te ha olvidado que es lo que llevamos haciendo desde hace más de 20 años?- suelta la mano del más pequeño y se acerca a mí- Escúchame, niña, no imagino cuál es el motivo por el que precisamente ahora vengáis tú y tus guardaespaldas a ofrecernos empleo cuando nunca os habéis preocupado por nosotros. Así que vuelve a tu vida rodeada de lujos y haz como si no existiéramos, como ha hecho siempre tu familia.
Se alejan de mí y por un momento me siento impotente. Respiro hondo y aprieto los papeles con fuerza, dirigiéndome a los guardias.
-Princesa, dos personas han aceptado el puesto, una como doncella y otro como cocinero- dice uno de ellos sonriendo con una mujer y un hombre a su lado.
-Alteza, le aseguro que no la decepcionaremos- contesta la mujer con una pequeña reverencia.
-Sí, y si lo hacemos son libres de cortarnos la cabeza- bromea el hombre, el cual recibe un manotazo por quién parece ser su esposa.
-¿Se encuentra bien, Alteza?- pregunta la mujer al ver que tengo la vista fija en el suelo.
Pestañeo un par de veces antes de mirarlos.
-Vengan con nosotros al Castillo- digo sonriendo- Si gustan pueden empezar de inmediato y, tranquilos, no les cortaremos la cabeza si no cumplen con las órdenes.
Ambos sonríen y caminamos de nuevo hacia el carruaje.
-Primero les enseñaremos sus funciones y luego podrán volver a su casa para recoger sus pertenencias- explico mientras se sientan.
Ellos parecen más emocionados que yo por haber conseguido que mi proyecto (por llamarlo de alguna manera) funcionase.
-A la vuelta traeremos más carruajes por si no basta con éste- le digo al guardia sentado a mi lado.- Espera- le digo al cochero al ver que está preparado para el regreso.
Bajo de nuevo al suelo y me giro hacia él.
-Llévales al Castillo y que mi madre les enseñe sus puestos- le ordeno sin más antes de alejarme.
Camino de nuevo por las calles buscando la misma casa que reside en mis recuerdos y, pasado un rato, sonrío al verla a unos metros.
Respiro hondo antes de acercarme y llamar a la puerta.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora