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Las doncellas pasan para despertarme pero yo me niego a levantarme. Sé que mi padre volverá a sermonearme, ésta vez por mi desplante en la fiesta, y me niego a escuchar, de nuevo, lo decepcionado que se siente de mí.
—Señorita, por favor, el desayuno está servido y su familia la espera— dice una de las chicas con el tono más dulce que puede.
Quiero responder con una excusa, pero no me salen las palabras, tan solo sollozos involuntarios escapan de mi garganta.
—Usted descanse, nos encargaremos de excusarla por hoy— dice la misma que se encuentra sentada a mi lado.
Escucho cómo salen de la habitación y me apresuró, no sin un gran esfuerzo, a cerrar la puerta con llave.

Permanezco todo el día en mi habitación, ignorando las visitas de mi madre al otro lado de la puerta y sus súplicas por contarle qué me ocurre; pero no puedo decirle nada cuando ni siquiera yo lo sé.
Encojo mis rodillas hacia mi pecho y apoyo mi cabeza en ellas, provocando que el colgante rebote con suavidad en la tela de mi camisón. Sonrío de pronto al acordarme de Oliver y, por un momento, lo único que quiero es estar con él. No ser una Princesa ni vivir en un Castillo rodeada de lujos, sólo ser una aldeana junto a su familia feliz.
Alejo ese pensamiento de mi cabeza, porque la gente del pueblo me necesita como su futura gobernante.
Cierro los ojos con fuerza y respiro hondo para calmar los nervios que empiezo a sentir.
Unos golpes suaves en la puerta me hacen volver a la realidad.
—Emily, soy yo. ¿Puedo pasar? Te prometo que no hablaré de nada si no quieres, sólo déjame estar contigo, por favor— escucho decir a Rose entre sollozos.
Sin pensarlo dos veces, me levanto y doy un paso atrás para abrir la puerta; mi hermana sonríe y se abalanza sobre mí dándome un abrazo que no sabía que necesitaba.
La estrecho entre mis brazos y por un segundo tengo la impresión de que el tiempo se ha detenido.

A la hora de cenar, decido que ya he llorado bastante y me dirijo al comedor para pasar las últimas horas del día con mi familia; aunque sólo sea mientras comemos.
De nuevo, Rose sonríe al verme y mi madre se acerca a mí para darme un beso antes de volver a su asiento.
No miro a mi padre en todo el tiempo que pasamos en el comedor, aunque de vez en cuando siento sus ojos sobre mí y juego con la tela de mi vestido para intentar ignorarlo.
—Emily, cuando terminemos acompañame a mi despacho. Tenemos que hablar seriamente sobre tu comportamiento— le escucho decir unos minutos después.
Quiero negarme y revelarme de nuevo, pero no tengo fuerzas para ello. Por eso, cuando ambos platos están vacíos, me levanto y le sigo a unos metros de distancia hasta llegar a dicha habitación.
—Dado que decidiste huir sin ninguna excusa y tuve que disculpar a todos los príncipes que vinieron en tu nombre, el evento se celebrará de nuevo la semana que viene.
Siento punzadas en el estómago pero aguardo en silencio hasta que dé por terminada la conversación, aunque él es el único que habla.
—Cuándo vas a entender de una vez por todas que debes empezar a asumir tus responsabilidades como heredera al trono— pregunta tras unos segundos en silencio.
Al ver que no respondo, se acerca a mí y levanta mi barbilla par obligarme a mirarlo.
Siento mi labio inferior temblar y las mejillas ardiendo junto a las lágrimas que vuelven a salir, pero aún así me mantengo en silencio.
No vuelve a decir nada más, tan solo se acerca a la puerta y la abre para permitirme salir. Avanzo hacia ella sin poder controlar mis sollozos y cuando estoy en el pasillo y ésta se cierra de un portazo tras de mí, me derrumbo.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora