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El vestido se desliza por mi cuerpo hasta tocar el suelo. Las doncellas me giran sobre mí misma hacia el espejo para que pueda ver, según ellas, lo hermosa que estoy.
Mis dos semanas de reposo apenas se han cumplido y, aunque mi padre quería celebrar la boda hoy, la modista le ha pedido unos días de margen para que el vestido de novia quede perfecto; de la misma forma que lo han hecho los organizadores para que el evento también lo sea. Éste, aunque a regañadientes, ha terminado aceptando.
Una vez han terminado la prueba del vestido y maquillaje, las doncellas me ayudan a desvestirme para volver a mi atuendo habitual y luego me acompañan de regreso a mi habitación.
—¿Podéis hacer llamar al Príncipe, por favor?— les pido mientras me siento al lado de la ventana y observo la lluvia caer en el exterior, lo que me hace sonreír un poco.
Las chicas obedecen y a los pocos minutos Alan se encuentra frente a mí.
—Supongo que se ha enterado— dice sentándose pero decido guardar distancia entre ambos.
Le miro de reojo y asiento levemente con la cabeza.
—¿No le parece que organizar la boda directamente es algo triste?— pregunto con la vista fija en las gotas adheridas a la ventana.
—Alteza, no me engañe— ríe y se acerca a mí, pero no puedo alejarme más ya que estoy pegada a la pared— Quiere organizar el baile porque sabe que su amante acudirá y podrá estar con él.
—Solo quiero seguir con la tradición de mi familia— le miro frunciendo el ceño— Mis padres tuvieron un baile de pedida e igual el resto de mis familiares. No quiero ser la única que no tenga uno solo porque el Rey no lo permita.
El chico me mantiene la mirada y acerca su cara a la mía hasta casi rozar mis labios.
—En ese caso, hablaré con él— dice sonriendo y, por primera vez,  deposito un leve beso sobre su mejilla como agradecimiento.

Rose se acerca a mi cama en la oscuridad y se tumba en ella sin darme un abrazo, como de costumbre, antes de dormir.
Me levanto y me acerco a la ventana.
—Emily— me llama la pequeña y me giro para mirarla— Si no quieres casarte con él, ¿por qué lo haces?
Suspiro y me acerco de nuevo a ella.
—Es complicado, supongo— digo sentándome y apartando de su cara un mechón de su pelo.
Mi hermana se sienta con las piernas cruzadas y me mira con seriedad.
—Pero tú no le quieres, ¿por qué deberías aceptarlo?
Lo pienso por unos segundos pero me mantengo en silencio sin saber qué contestar.
—Quizás si los dos hablaseis con papá y mamá sobre ello os dejarían elegir.
Reprimo el querer asesinarla aquí mismo solo porque la quiero demasiado y me tumbo dándole la espalda.
—Podríais...
—¡No, Rose, no podemos! ¿Vale? —alzo la voz levantándome— ¡La maldita tradición dicta que así deben ser las cosas y que no podemos hacer nada para cambiarlo!, por mucho que lo queramos.
Me sorprendo a mí misma por mis palabras y respiro hondo, sin embargo, Rose está asustada y empieza a retroceder despacio hasta bajar de la cama y dirigirse fuera de mi habitación.
Me siento apoyando la cabeza en mis manos para tumbarme segundos después y clavar la vista en el techo.

Once upon a Princess (Reales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora