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Ciudadela: El gran séptimo. 

Ante el inminente asedio por parte de los parásitos, toda la ciudadela había entrado en auge preparándose para lo que podría ser la ultima batalla.

Sobre las murallas se encontraron estacionados decenas de armas parecidas a cañones, lo mas resaltable de ellos, exceptuando el largo, fueron las inscripciones que brillaban levemente en un tonado azul.  Junto a estos se encontraban entre dos a tres personas, cargando entre sus manos lo que parecían ser municiones para el mismo.

En las calles, los guerreros pertenecientes a la ciudadela, y los supervivientes de las demás, se encontraban esperando firmemente mientras portaban armaduras de cuerpo completo junto a sus armas predilectas. Pequeñas nieblas de sangre se podían apreciar brevemente a sus alrededores antes de que estas se ocultaran.

Y sobrevolando en el cielo, ocho individuos con aspecto llamativo se encontraban observando todo a su alrededor de manera penetrante, salvo tres de ellos que se limitaban a mirar el horizonte.

Estos se trataban de las tres [Coronas] junto a sus comandantes. 

Manteniéndose firmes e inmóviles en dirección del horizonte, ninguno de ellos mostraba indicios de algún movimiento o deseo alguno de comentar algo al respecto de la situacion actual.

Tan solo se limitaron a esperar.

Si un tercero les prestara atención, ese seria el pensamiento que le vendría, pero estaba lejos de ser lo que realmente sucedía.

Ajeno a todo ojo, sensación o sentimiento alguno,  un fenómeno que no pudo ser percibido por nadie mas que las tres [Coronas] estaba comenzando.

Como si algo respondiera a su llamado, una masa de energía invisible comenzó a formarse sobre los cielos de forma muy lenta, y mientras esto sucedía, los rostros de las tres [Coronas] se volvían cada vez mas pálida a medida que el sudor comenzaba a brotar de sus frentes en cantidades minúsculas.

Verlos de esta manera provoco que sus comandantes se preocuparan internamente, pero momentos atrás, ellos mismos fueron advertidos que sin importar que sucediese, no debían permitir que nada ni nadie los interrumpiera.

Pese a desconocer que estaban haciendo, la lealtad que tenían era incuestionable, y acataron sus ordenes de manera firme sin cuestionarlas en lo mas mínimo.

De esta manera y con el ambiente tenso, varias horas fueron pasando de forma rápida.

Hasta que el primer indicio del desastre se hizo visible.

La figura de una persona llego sobrevolando a toda velocidad hacia el puesto estacionario a las afueras de la muralla.  El mismo se trataba del primer foco de resistencia, por lo que el numero de guerreros que se encontraban estacionados fue considerable.

Por lo tanto, fue imposible que nada pudiera pasar desapercibidos ante tantos ojos.

Aunque tampoco hubo motivos para que dicha persona tratara de esquivarlos, en cambio, tan pronto llego se mostro un poco mas relajado antes de colapsar de cansancio.

Tras ver su uniforme, uno de los guerreros rápidamente grito mientras corría a socorrerlo.

-¡Vigilante, esta infectado, llamar a 

Pero antes que pudiera terminar sus palabras, el vigilante en sus pies lo tomo por el tobillo y con esfuerzo le hablo.

-¡Ya llegaron...ellos...se los comieron a todos...yo..y..

Fue ahí cuando sus palabras se cortaron, liberando al guerrero quien apresuradamente se alejo.

Su acción fue correcta, ya que segundos después de hacerlo, el cuerpo del vigilante comenzó a convulsionar a medida que toda su carne empezaba a deformarse.

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