Capítulo 23

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Madison:

Mi corazón latía a mil por segundo, sus ojos estaban clavados fijamente en los míos sin terminar de creer lo que acaba de decir, ni yo lo creía para ser sincera. Respire hondo con dificultad, el ambiente se había vuelto tenso, quería que hiciera algo, que se acercara, que me besara, cualquier cosa no importa, pero que reaccionara, deje la copa en la mesa y me termine de acercar a él, no se movió, nuestras narices se rozaron enviando esa corriente que invadía mi cuerpo por su culpa, contuve el aire sin dejar de verlo, una de sus manos rozo mi espalda, sentí por un segundo que el mundo se había detenido, no podía respirar por los nervios, esa era una de las cosas que él provocaba en mi, no necesitaba algo más íntimo para quedar completamente sin aire, entre abrí los labios y lo mire fijamente creando una mezcla de azul perfecto, y lo hice, lo bese.

Cerré los ojos y me hundi en sus labios, deseando que con esto por fin se pasará cada una de las sensaciones que el provocaba en mi cuerpo. Quería acabar de una vez con tantas cosas que jamás creí llegar a sentir, necesitaba entender esto que no entendía cuando estaba con él. Pero él se había quedado igual que aquella vez en su departamento, no se movía, había quedado estático cómo un maldito muerto, la vergüenza me invadió y mi corazón dolió por eso, me aleje pero me detuve en seco cuando su mano rodeo mi cuerpo alzandome para quedar a horcajadas sobre él, mis ojos se clavaron en los suyos confundida,  nuestras respiraciones eran irregulares, no me moví, él escaneo mi rostro y sus manos tomaron mis mejillas suave y bruscamente uniendo nuestros labios.

Sus labios, joder, cerré los ojos disfrutando del juego sucio que eran sus labios, un juego culpable que me encantaban, sabían a vino dulce y amargo, sabían a que esto era un error pero me importaba una mierda, sabían a gloria, a deseo, sabían a él. Había un barrera entre nosotros y no lo podíamos negar, aunque no la veíamos hay estaba, clavada como una maldita verdad disfrazada de mentira a nuestra conveniencia, pero estaba y desaparecia cuando el deseo se apoderaba de nuestros cuerpos. Gemí cuando mordió mi labio inferior, me aleje un momento en busca de aire, sus ojos tenían dudas, y los míos llenos de preguntas y miedos, lo bese nuevamente y hundi mi lengua en busca de la suya que no tardó en saborear la mía, sus manos precionaron mi trasero, arquee la espalda con los ojos cerrados y la respiración agitada soltando un gemido mientras devorada mi cuello, necesitaba más, lo mire jadeando, sus ojos se dilataron oscureciendo ese azul que me estaba volviendo loca, me agarro del cabello acercándome pero no lo suficiente para volver a besarme.

-Madison... -trago grueso.

-Esto no puede pasar -jadee.

-Lo se.

-Debemos detenernos -dije con desespero por hacer todo lo contrario.

-Quiero tocarte -susurro contra mi odio, cerré los ojos aturdida -Sentir lo mojada que estás -chupo el lobulo de mi oreja y gemí -Quitarte esas malditas bragas y follarte, follarte con todas estas ganas que me haces sentir -su respiración era fuerte y agitada.

-Emir...

-Hacer que te corras mientras gritas mi nombre -gemi sintiendo la húmeda crecer entre mis partes, lo mire y lo bese con desesperación, quería eso, lo quería sentir de todas las manera posibles.

Porque él provoca en mi algo que no podía explicar con palabras, quería todo, sin importar nada, solo lo quería a él, que me llevará a dónde quisiera llevarme, sería totalmente suya sin reproche, cada fibra de mi cuerpo lo anhelaba y ya no podía soportarlo más, mis tripas se contrajeron con deseo, se levantó conmigo rodeandole la cintura, camino hasta la habitación aún con nuestros labios en una batalla por quién dominaba a quien, pero no quería dominarlo, quería que él lo hiciera, haría todo lo que me pidiese.

CICATRICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora