«Ya no la encontrarás aquí, la he dejado y no podrás encontrarla, no ahora, no hoy, haz conmigo lo que te plazca, y aún así me iré sonriendo, pues la Oscuridad no será tuya, y sé, sé que ella volverá y de nuevo tú perderás, o la encontrarás y la estrangularás hasta que sus pequeños ojos redondos salten de su cabeza, pero ese, está claro, ya no es mi problema ... »
La mujer oscura dijo antes de que un rayo afilado le borrara la sonrisa de su rostro y la vida se escapara de su mirada, al fondo de la habitación, en un libro antiguo de pasta dura y gastada, una historia en un idioma olvidado se terminó de escribir, el asesino observó aquel libro, intrigado lo cerró y lo tomó como trofeo...
Martin y Leila Blakeney, una pareja como cualquiera, Martin abogado, Leila camarera. Un frío día de noviembre, Martin corría cubriéndose de la lluvia con su costoso portafolios por las calles de Pacific Seaside, un pequeño pueblo, que como su nombre lo decía, se encuentra a las afueras de California cerca de la costa, muy en sus adentros maldecía el arruinar tan costoso objeto pero maldecía aún más que su traje, hecho a la medida por el sastre familiar, se estuviera mojando. Entró a la primera cafetería que encontró, una por la calle Cranston, cruzó la gastada puerta de madera maldiciendo entre dientes, cuando levantó la mirada, unos ojos avellana lo observaban con curiosidad; desde ese momento Martin quedó perdidamente enamorado de Leila, ese día conversaron y al siguiente salieron, y así, una cita se convirtió en dos, luego en tres, luego en una relación que iba en contra de todas las creencias de la familia de alta clase de Martin, no aceptaban a su único heredero enamorado de una simple camarera, sin embargo, a Martin nunca le importó la opinión de su familia, y se casaron, y una casa hermosa compraron. Martin ganaba bien por lo que Leila ya no tuvo que servir mesas de nuevo; disfrutaron sus primeros dos años de matrimonio sin preocupaciones, hasta que un día decidieron hacer crecer la familia, por un año intentaron y nada ocurrió. Cuando decidieron acudir al médico familiar para encontrar la causa de su desdicha, sin embargo, los resultados fueron peor de lo que ellos pensaron, por males congénitos Leila no podía tener hijos, ese fue un golpe fuerte para la pareja, pasaron meses difíciles en los que Leila deseaba que su marido la dejara, que la tierra la tragara, no era una mujer de la alta sociedad, una que su marido mereciera, ni tampoco podía darle hijos... ¿para qué servía entonces?
Martin no se dejó llevar por aquellos momentos difíciles y fue el mejor soporte que su esposa pudo tener
— No importa lo que la vida nos depare, estaremos juntos hasta el final —decía cada que Leila caía en terrible depresión.
Las semanas se convirtieron en meses y los meses en años, la depresión de Leila había mejorado, Martin se dedicó a complacer a su esposa en todo lo que pedía aunque en realidad Leila nunca pedía nada. Desde la noticia la sonrisa de Leila se había convertido en una mueca borrosa y pocas veces decía lo que deseaba, esta vez había sido un caso extraordinario, durante la cena de un miércoles, una cena silenciosa, Leila finalmente expresó un pequeño deseo
— Me gustaría acampar, en la playa —fue lo único que Leila dijo, Martin enseguida lo decidió.
Y ahí iban, en su pequeño auto plateado, con su tienda de acampar y algunas cosas más, como ropa y aperitivos, planeaban pasar el fin de semana en la playa, solo ellos dos, Martin se alegró, Leila parecía menos triste de lo usual. El lugar estaba solo, en realidad, Martin lo había elegido por eso, hacía ya algunos años, él y Leila visitaban esa costa en sus momentos más románticos; era un tarde hermosa, Martin había terminado de acomodar su pequeña casa de campaña y junto a su esposa observaban en silencio las olas de la costa, no había tema de conversación, solo había distancia, sin embargo, una luz brillante y momentánea entre las rocas llamó su atención, no se movieron hasta que sus almas volvieron a sus cuerpos, estaban pálidos de la impresión, se miraron, nunca habían presenciado algo igual.
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Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]
FantasiaEn el Inframundo una guerra se ha desatado, cuatro hermanos pueden detenerla, solo siguiendo un camino de sangre, traición y hermandad. Del Poema de la Creación y Destrucción