— Red, ya pasa de medio día, si no salimos de aquí alguien sospechará —dijo Tony abotonando sus pantalones, en el suelo de la habitación especial de Red detrás de aquellas puertas rojas, revuelto entre algunas sábanas, Red gimió en su desnudez esparciendo su larga cabellera azabache sobre las almohadas.
— No me siento bien, vuelve —respondió Red sacando su lívido rostro adormilado de entre las sábanas, Anthony lo observó, era estúpidamente hermoso, y horrendo, era todo lo que odiaba y a quien cada día más amaba, su aroma a flores silvestres le causaba náuseas pero su sonrisa aliviaba cualquier mal, Tony se inclinó hacia Red, casi se cumplia un mes de aquel peligroso romance, y aún nadie sospechaba lo que realmente ocurría detrás de aquella puerta, el pelirrojo jugó levemente con uno de los mechones del cabello de Red.
— Por supuesto que te sientes mal, ayer tomaste como si no existiera un mañana, Bestia —replicó Tony.
— Aún no entiendo si ese apodo es bueno o malo —se quejó Red. Tony soltó una risilla burlona y besó la frente de Red.
— Tu madre vendrá a buscarte y no le gustará lo que verá —sentenció Tony levantándose, justo en ese momento unos golpes exaltaron a los chicos, era la puerta, alguien golpeaba con fuerza, Red saltó y mientras desenredaba las sábanas de sus piernas, buscaba su ropa en el suelo, Tony también buscaba torpemente, y la puerta seguía sonando, podían sentir como la guillotina caía sobre sus cuellos hasta que una voz familiar sonó desde afuera.
— ¡Red! ¡Anthony! ¡Soy yo, Chrys! —de inmediato ambos chicos se voltearon a ver extrañados, Red terminó de ponerse sus pantalones y medio abotonar su camisa, se acercaron a la puerta, Red la abrió poco para poder ver que genuinamente era la chica en su largo y bultoso vestido rojo, Tony permaneció detrás de él a la expectativa, Red miró a la chica confundido y después de asegurarse de que nadie la siguiera, la tomó de un brazo y la obligó a entrar antes de cerrar nuevamente la puerta.
Ambos la miraron cada vez con más sospecha, Chrys tan solo les devolvía la mirada interrogante.
— ¿Qué ocurre? —preguntó al fin.
— ¿Aquí? No, nada. —respondió Red mientras se sentaba en su mesa de centro y se servía una taza de té, Chrys suspiró.
— Si es un mal momento puedo arreglármelas yo sola, al fin y al cabo solo es un paseo a la biblioteca —la chica encogió los hombros y se encaminó a la puerta.
— ¿La biblioteca? ¿Para qué? —preguntó Tony curioso acercándose a Chrys, mientras Red seguía sorbiendo ruidosamente su té, Chrys miró al chico aún confundida, Tony tan solo lo ignoró.
— Ayer Seráphina habló sobre un libro que está en la biblioteca y puede decirme quién soy — explicó Chrys, Red se detuvo y se levantó.
— No recuerdo ningún libro que hable de ti —replicó Red.
— Pensé que tal vez ustedes me ayudarían a buscarlo o por lo menos a orientarme en este lugar —suspiró la chica.
— ¿Qué hay de John? —preguntó Tony.
— Casi nunca está, es como si estuviera siempre muy ocupado en su mente y haciendo cada misión que Olivia le ordena, él no sabe sobre este libro, o que vine a buscarlos, probablemente ni siquiera sepa mi apellido...
Con cada palabra Chrys lucía menos animada, esa no era la imagen de un matrimonio, era incluso como si él la evitara constantemente; recordó cada día desde su boda y todos los días era lo mismo: John ocupado en misiones y al final del día, ella caía dormida sin darse cuenta en qué momento él volvía.
— Te ayudaremos — sentenció Tony, Chrys dirigió sus redondos ojos castaños hacia el chico, Red también.
— ¿En serio? —preguntó Chrys entusiasmada.
— ¿En serio...? —murmuró Red aún nervioso.
—Sí, creo que todos los presentes requerimos de manera urgente algo en qué distraernos.Los tres se dirigieron a la biblioteca con Red como guía, serio, robótico y varios pasos adelante de Tony y Chrys.
—¿Qué le ocurre?— preguntó Chrys en un murmullo.
—Probablemente aún está ebrio— respondió Tony.
—Parece enojado conmigo ¿hice algo?
—No, no, no le hagas caso, a veces es así, es uno de ellos a final de cuentas— dijo Tony cada vez con la lengua más suelta, Red estaba demasiado perdido en sus pensamientos como para prestar atención a la conversación.
—¿De ellos?
—Van Durguen
—Ah… por cierto, hacen bonita pareja— concluyó Chrys, Tony enmudeció, su bronceada piel parecía palidecer y sus ojos ámbar se enfocaron en el horizonte y luego a Red
«¿Cómo lo sabe? Y si ella lo sabe, ¡alguien más ha de saberlo! Oh no… nuestras vidas ahora corren peligro»
El resto del camino fue silencioso, hasta que llegaron un par de puertas de madera.
—Aquí estamos— señaló Red mostrando el interior del amplio salón lleno de miles de libros, era la biblioteca más grande que Chrys había visto en su vida, Tony no parecía tan feliz como Chrys observando ese lugar.
—Bien, ¿y cómo se supone que encontraremos ese libro entre tantos?— preguntó el pelirrojo sin muchos ánimos.
—Si el libro que Christy dice estuviera aquí yo lo sabría, están ordenados por temática y alfabéticamente— explicó Red.
—Entonces tiene que ser algo como historia o mitología, ¿no?— dijo Chrys comenzando a leer las etiquetas de los estantes; el lugar tenía enormes escaleras que marcaban el camino a los siete pisos de repisas, Tony y Red la seguían cada uno con su propia preocupación que coincidentemente era la misma.
—Sí hay libros que hablan de qué es la Oscuridad, pero ninguno explican detalles de sus representantes. Nadie lo sabe, hay nombres y es enseñanza de escuela conocer el nombre de la familia Real y de tu Señora de la Oscuridad, mira…— comenzó a explicar Red mientras se adelantaba a Chrys al tercer piso, rápidamente localizó un libro gris, Chrys y Tony lo alcanzaron interrogantes, Red aclaró su garganta antes de leer.
— …Nuestra Magnámima Señora de la Oscuridad Feris, Segunda en su línea, Primera Dama Sucesora, portó el Sangterna por primera vez en la Ceremonia de la Luna Oscura hace 48 ciclos a la edad de 20 años... y eso es todo, no se dice nada más— dijo Red cerrando el libro. Chrys suspiró, ambos notaron la frustración de la chica.
—Esto va a ser más difícil de lo que creí, solo leíste un párrafo, y no entendí nada— replicó la chica, Red y Tony se miraron.
—Feris es... tu madre, fue la última Señora de la Oscuridad antes de tí y el Sangterna es ése medallón que tienes en el cuello, cuando lo ceden a su sucesor, cruzan las puertas al Infierno y nunca más se les vuelve a ver— explicó Tony, eran datos que sabía no por un libro, si no, por las historias de las mujeres de la Granja, aquellas historias que servían para dormir a los niños o entretenerlos de la constante muerte a su alrededor, Chrys lo miró con una mueca de horror.
—¿Una tiene que morir para pasar el medallón?— preguntó Chrys.
—No mueren…— respondió rápidamente Red. —...solo cruzan al Infierno—
—¿Y qué hay después?— preguntó Chrys.
—Nadie lo sabe y nadie pregunta— dijo Red encogiendo los hombros.
Chrys permanecía perpleja, Tony trató de ser más comprensivo.
—¿Sabes? No sé cómo es en el plano humano, pero aquí, cruzar al Infierno es el premio más grande. Después de toda una vida en la que el tiempo no te afecta, todos deseamos el Infierno, principalmente en tiempos de guerra, como éstos— explicó a Chrys, y por un momento su mente procesó la situación, el Inframundo estaba habitado por seres a los que el tiempo no mataría como a los humanos y pocas cosas podrían herirlos físicamente, y después de una larga vida, muchos deseaban descansar hayan o no tenido una buena vida, todos deseaban un final, y para ellos el Infierno era su lugar de consuelo y descanso, el pensamiento inundó los ojos de cristalinas lágrimas de la chica, pero resistió, todavía había más que quería saber.
—Tenemos que encontrar ese libro, tiene que estar aquí, yo lo sé— sentenció Chrys, los chicos suspiraron y se separaron buscando algo que les diera una pista de lo que la chica necesitaba, pasaron varios minutos, pasaba ya la hora y ninguno encontraba nada útil, Chrys comenzó a jugar con el pesado medallón mientras paseaba por el segundo piso de aquella biblioteca, por un momento perdió a sus acompañantes en los diferentes pisos y del cansancio se sentó en el suelo observando el medallón, «Sangterna» pensó «¿cómo es que un trozo de metal es tan importante?»
—Feg les emponêz remjozel sa yumeian m’ feriŷ y’ alae n’ uniberithoq— leyó con fluidez los símbolos sobre el círculo que enmarcaban aquella serpiente flameante, y con una sensación alarmante se dio cuenta de que su mente estaba abierta a ese idioma.
—Sólo los dignos mantienen en equilibrio el fuego y agua del universo— leyó nuevamente y de manera repentina le llegó una visión, como un relámpago en su mente: miró a una mujer en un vestido rojo largo y fluído, tenía su mismo rostro pero parecía más adulta, un ojo café y otro carmesí y una gran corona de tres puntas largas adornaban su ondeante cabello castaño, la mujer giró hacia ella, la escena era borrosa pero ella parecía estar en algún espacio blanco y detrás yacía una puerta roja.
—Detrás de tí— dijo la mujer con una acento fuerte como perteneciente a alguna etnia.
La visión terminó y Chrys se levantó exaltada, no podía siquiera respirar, hasta que logró mover sus piernas y girar hacia el estante detrás de ella; tomando una bocanada de aire prestó atención a un libro detrás de la hilera bien acomoda de libros sobre magia de naturaleza, Chrys lo tomó con cuidado, parecía muy bien cuidado para estar perdido detrás de unos libros que bien se notaba nadie usaba, era un libro de pasta dura, forrado en piel roja, muy grueso y pesado, las manos de Chrys comenzaron a temblar, no solo por el peso del libro sino por el símbolo en la portada, era un fénix, pero al verlo de cerca Chrys notó algo más, parte de ese fénix le resultaba muy familiar y al compararlo con el Sangterna reconoció que la parte del cuerpo del fénix era la serpiente de su medallón, pero aún no comprendía qué hacía falta para formar al fénix, y no lo sabría hasta algún tiempo después; ese misterio la chica lo guardó para sí misma, y después de esconder su medallón bajo su vestido llamó a los chicos, Tony bajó desde el piso seis y Red del piso cuatro, los tres se sentaron sobre un cómodo sillón en la planta baja.
—Nunca había visto ese libro— reconoció Red.
—Estaba escondido— respondió Chrys.
—¿Cómo lo encontraste?— preguntó Tony.
La chica dudó un momento.
—Me tropecé y lo encontré detrás de los libros de hierbas, me pareció raro— mintió Chrys para no tener que explicar la visión de aquella Chrys adulta y la puerta roja.
Red hojeó algunas páginas y chasqueó los dientes.
—Olvídenlo, esto no se puede leer, está escrito en algún idioma extraño— señaló Red mostrando las hojas con símbolos ilegibles, Chrys los miró con detalle, todo era muy claro para ella.
—Creo que yo puedo hacerlo— confesó, Tony y Red la miraron con curiosidad.
—Christy, este idioma no es del Inframundo, parece mucho más viejo, y dudo que sea humano— dijo Red.
—Para mí todo luce igual de raro, no sé leer— indicó Tony rompiendo el ambiente, Red le dirigió una mirada exasperada, Tony solo encogió los hombros, Chrys tomó el libro en sus piernas y paseó los dedos sobre las hojas.
—Sonará extraño, pero desde que cumplí quince años he tenido estas… estas sensaciones extrañas…— comenzó Chrys pensativa.
—Es normal, supongo, todos pasamos por esa etapa
—Anthony— reprendió Red en su límite, Tony solo calló.
—Es un índice…— comenzó Chrys viendo la primera hoja —...De la Creación, del Cielo, de la Luz, de Midbermonth, del Plano Terrenal, del Inframundo, de la Oscuridad, del Infierno, de la Destrucción y… Profecías
—Esas son las siete dimensiones— dijo Red.
—¿Por dónde empezar?— dijo Tony.
—Por aquí— decidió Chrys abriendo el libro donde comenzaba el apartado del Inframundo, y comenzó a leer.
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Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]
FantasyEn el Inframundo una guerra se ha desatado, cuatro hermanos pueden detenerla, solo siguiendo un camino de sangre, traición y hermandad. Del Poema de la Creación y Destrucción