Vyemfer parte II

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Conforme divagaban y John le contaba acerca de aquel Conde que había acudido a varias fiestas de la Mansión, y que por cierto había estado en su boda, el cual se hacía llamar Vlad Dracúla, o sobre aquella Lady de cierto país humano que fingió su muerte porque le habían roto el corazón, le habló de tantas personas que habían saltado del mundo humano al Inframundo e incluso a otras dimensiones, de las que Chrys ya conocía un poco. Poco a poco estaban casi recostados cada uno en su extremo de aquel sofá dejando que las horas pasaran.
— No lo había pensado hasta ahora… — comenzó la chica mientras John se acomodaba para no manchar el satín del sofá con su maquillaje o con su cabello. —...Regresar a mi vida normal ya no es una opción, si sobrevivimos y todo esto termina bien para nosotros, ¿qué sigue? —meditó Chrys.
— Con todo respeto, si algo me quedó claro después de una misión el año pasado, es que soy un terrible amante, así que yo propongo el divorcio, cada uno sigue su camino, tú buscarás a tu consorte que esté dispuesto a morir después de tener una hija y yo buscaré paz mental. —propuso, Chrys soltó una risilla divertida.
— No voy a matar a mi esposo, ni a mis hijos, eso te lo prometo como tu Señora de la Oscuridad 
— Oh, revolucionarás la imagen de la Oscuridad
— Cada quien es Rebelde a su manera
Ambos rieron tratando de olvidar sus propios problemas.
— No eres tan malo después de todo —aceptó Chrys, John sintió algo que jamás había experimentado, algo en sí quería quedarse en ese sofá sin preocuparse de nada, solo él y la chica de los ojos con destellos carmesí.
— ¿Quién dijo que era malo? —John preguntó curioso, sabía lo que se decía de él en el reino.
— Oh ya sabes, el trío de chicas maravilla… —dijo Chrys con normalidad mientras se lavantaba del sofá— ... iré a cambiarme, este vestido ya me incomoda, ¿vienes? — 
— ¿Es eso una propuesta? —bromeó el General, Chrys soltó otra carcajada.
— No, no lo es, era una pregunta, déjame recordarte que aún dormimos en la misma habitación —John sonrió.
— Iré más tarde, todavía hay un asunto por resolver —las sonrisas habían desaparecido.
— Lo harás ¿cierto? Lo asesinarás —ante la pregunta de Chrys, el chico solo la miró, no sabía cómo responder, Chrys entendió y asintió.

Chrys comenzó a encaminarse hacia la puerta de la biblioteca, en silencio, decidida a terminar su día, pero justo al pasar al lado del chico se detuvo y se giró al ojiazul quien la miró interrogante.
— Cuando esto termine prometo que como tu Señora de la Oscuridad no tendrás que ocultar más quien eres y no volverás a matar inocentes. —sentenció la chica, John meditó las palabras de Chrys e hizo una pequeña reverencia.
— Mi espada únicamente servirá sus justos propósitos Mi Señora
— Tal vez te contrate como guardaespaldas —propuso la chica para cortar la formalidad, ambos se sonrieron y la chica salió encaminandose hacia su habitación mientras que John caminó a paso firme al lado contrario, atravesando salas comunes hasta llegar a la última puerta en el rincón más apartado de la mansión dentro del cuarto de lavado, las mucamas ya se habían retirado, habían suspendido sus actividades por órdenes de Olivia para dar más privacidad a la misión, John abrió la pesada puerta de madera gruesa, jamás había entrado a ese lugar pero en el momento en que puso un pie en la oscura habitación una sensación extraña lo invadió, sintió la urgente necesidad de recorrer ese lugar de principio a fin, lucía como un calabozo, pero no había celdas, solo era una enorme habitación alumbrada con antorchas adornada con estatuas viejas de varias personas, John caminó admirando las estatuas, en el centro de la habitación estaba Badock, inconsciente, John no le prestó mucha atención, seguía atento a las figuras de piedra, se paró frente a una que lucía como un varón, larga cabellera lacia sobre  sus hombros, mentón fuerte, vestido con una armadura, algo en él le llamaba la atención.
— Él es Rage, mi amado hermano mayor —dijo Olivia con voz ronca a espaldas del chico, de inmediato John recordó el día que se enfrentó a los padres de Olivia en la antigua Montaña Púrpura, en una de las paredes estaba un retrato familiar, no era una pintura, era una imagen, grande que mostraba de cuerpo completo, a cinco personas, tres mujeres y dos hombres, los padres de Olivia, Olivia, una mujer que si mal no recordaba su nombre era Celeste, también fallecida, y un hombre, en una armadura plateada, amplia sonrisa, largo y rebelde cabello lacio, el mismo de la estatua, Rage Van Durguen.
— ¿Qué es este lugar? —preguntó John.
— En la Montaña Púrpura les llaman catacumbas, aquí no hay cuerpos, solo estatuas así que solo es un santuario para recordar a los Van Durguen que ya no están con nosotros. —explicó Olivia.
— Un día tú y yo hermano tendremos nuestra propia estatua entre nuestros ancestros —aseguró Reign quien acababa de entrar al santuario y decidió incorporarse a la conversación.
— No Reign, tú y yo no pertenecemos aquí, este lugar es para los Van Durguen de sangre pura —corrigió John.
— Este lugar ya no es lo que era antes, así que ustedes como mis hijos tienen derecho a tener su estatua, porque yo lo digo, ustedes son tan Van Durguen como todos ellos. —sentenció Olivia, esas palabras confundieron a John, Olivia los llamaba hijos, en una enfermiza farsa pública en la que frente a la sociedad ella había adoptado dos niños para criarlos como suyos, cuando la realidad era que ella había secuestrado a su nieto y el otro niño había sido en realidad un daño colateral, el problema estaba en que en ocasiones continuas, Olivia llevaba esa farsa aún sin espectadores, había días en los que los trataba como sus esclavos, sus perros de caza, pero varios días más los trataba como hijos genuinos, les enseñó a vestir, a comportarse en sociedad, le autorizó a Reginald llevar un nombre Van Durguen, ella misma lo presentaba como Reign, y a John, el mismo Reign se quejaba de que John era el hijo predilecto, incluso parecía como si Olivia estuviera genuinamente orgullosa de él, y John respondía inconscientemente como el hijo mimado que presumían, era como si con el paso del tiempo lo tres hubieran difuminado el límite de la farsa y lo real hasta el punto de lograr una bizarra armonía de verdadera familia, y en momentos de fugaz claridad como estos John se daba cuenta del peligroso juego en el que se encontraban, pero esos momentos eran tan breves, que así como llegaban se iban y el juego continuaba.
— ¿Puedo usar mi espada en la mía ?—preguntó el ojiazul.
— Uhu, peligroso, desafiante, me gusta, ambos posarán con su espada — respondió Olivia, los tres sonrieron.
— En fin, a lo que venimos —comenzó Reign des ido casual, se acercó a Badock, de la bolsa sacó unos polvos plateados y los sopló al rostro de Badock quien despertó de manera abrupta solo para encontrarse encadenado, de rodillas frente a Olivia y los chicos, jaló las cadenas y trató de atravesarlas, intentando volverse incorpóreo, pero fue imposible, miró a Olivia en un intento de utilizar su don telepático para obligarla a desencadenarlo, pero tampoco funcionó.
— Es inútil, este lugar es un calabozo, que, como ves, no tiene prisioneros, por lo tanto tampoco te sientas tan cómodo, no te quedarás mucho tiempo… —comenzó Olivia— ... y no puedes usar tus poderes Espectro, porque lo que soplé en tu rostro es una medida exacta de pólvora myisling, perfecta para únicamente inhibir tu naturaleza, estás vulnerable querido —explicó Olivia.
— Es mi prisionero Madre, déjame sacarle toda la información —dijo Reign con mirada sanguinaria. Olivia miró a John quien únicamente cruzó los brazos sobre su pecho, sin intenciones de hacer nada al respecto.
— Hazlo a tu manera, te doy diez minutos, tu sabes, por aquello del efecto de la pólvora, después de eso me toca a mí —propuso John.
— Entonces siéntate hermano, ni te molestes en preparar tu interrogatorio. —dijo Reign altivo, John solo se encogió de hombros.
Durante los siguientes diez minutos Reign se encargó de torturar al hombre, comenzó por arrancar sus uñas una a una por cada palabra que salía de su boca, dado el efecto de la pólvora, las heridas no sanaban rápidamente, y la sangre roja escurría mientras Badock ahogaba los gritos de dolor, Reign ni siquiera estaba interrogando, solo le hablaba de cómo asesinaría a cada miembro de la Rebelión sin piedad, cómo amontonaría las cabezas de sus aliados frente al resto de los ciudadanos para que aprendieran a respetar, después de las uñas el interrogatorio comenzó.
— ¿Dónde está tu líder? —era lo único que le interesaba a Reign, no planeaba preguntar nada más, Badock no respondió, Reign enterró a Emundans, su espada, a su lado y prefirió sacar una pequeña navaja de su bota, al ver que el hombre no respondió, cortó uno de los párpados de Badock quien soltó un aullido de dolor.
— ¿Dónde está tu líder? —preguntó nuevamente ante la mirada inerte de Olivia y John, Badock negó con la cabeza y Reign cortó el otro párpado.
— Una última vez, ¿dónde está tu líder? —preguntó Reign con una amplia sonrisa, Badock ya ni siquiera reaccionó, Reign lo obligó a abrir la boca y jaló su lengua lo suficiente para rebanarla con su navaja, Badock volvió a gritar de dolor pero su grito era interrumpido por la sangre que obstruía su garganta, Reign comenzó a buscar otra parte para cortar, pero una voz lo detuvo.
— Es suficiente Reign —sentenció John, Olivia lo miró extrañado y Reign se volvió a verlo con psicótica ira— Ya pasaron tus diez minutos, mi turno —Reign chasqueó los dientes y se alejó de mala gana, John se acercó desenvainando su espada curva, Badock lo miró directo a los ojos, esos ojos, azules como el mar, fríos como el mismo, muertos, inexpresivos.

«Beatriz.»
El hermoso rostro de su hija llegó a su mente, su sonrisa y sintió algo de paz justo antes de sentir la fría hoja atravesar su cuello.
— ¡Jonnas! —se quejó Reign, John miró la sangre brotar del cuello de Badock mientras la cabeza rodaba a sus pies, sus manos comenzaron a temblar y un zumbido comenzó a sonar en su cabeza, se giró hacia Reign, inexpresivo, tranquilo.
— No iba a hablar de cualquier forma. —se excusó John.
— Eso ya lo sé, si no ibas a jugar con él, me hubieras dejado más minutos a mí — Reign hizo berrinche cual niño pequeño.
— Ya déjalo querido, de cualquier forma ya es muy noche, y mañana temprano van a ir a Perkos a entregar la cabeza, así que, duerman bien —ordenó Olivia, ambos chicos asintieron, John limpió BloodOffspring con la manga de su saco y volvió a envainarla en su espalda.
— ¿Llamamos a alguien para limpiar? —preguntó John.
— Ya será mañana, Reign trae un costal del almacén, dejemos todo listo para mañana. 
Reign de inmediato salió de la habitación y al cabo de unos minutos volvió con un sucio costal de papas y como si de cualquier legumbre se tratara, guardó la cabeza de Badock dentro; justo después, los tres salieron de la habitación y sin decir nada, cada uno se dirigió a su respectiva habitación.
John sentía sus piernas pesadas y sus manos temblorosas aún, el zumbido tampoco desaparecía, sabía que su ropa, su rostro, sus dedos aún tenían sangre fresca, llegó a su habitación y abrió la puerta sin hacer mucho ruido, parte de su mente recordaba que Chrys se encontraba en la cama frente a él y no quería despertarla.
La realidad era que Chrys no estaba dormida, estaba esperando la llegada del chico, estaba algo preocupada, lo escuchó entrar, a pesar de tener pies ligeros y no emitir ningún sonido al caminar, escuchó la puerta abrirse y cerrarse, y al cabo de unos segundos, escuchó la puerta del baño abrirse, escuchó el agua de la ducha correr, por su parte John veía caer de su cuerpo agua negra y roja, no podía dejar de pensar en toda la sangre que había derramado, en todas las muertes, en cómo nunca sería digno del perdón, de paz, trató de llorar para desahogarse pero las lágrimas no salían, no quedaban más por derramar, su interior ya no era más que un inmenso y frío vacío.
Resignado secó su cuerpo y se puso sus pijamas, salió del baño directo al armario donde se recostaba a reposar.
— ¿John? — una voz aguda murmuró su nombre, y como si despertara de algún sueño miró algo sorprendido en dirección a la cama, entre la oscuridad pudo notar la pequeña silueta observándolo desde las sábanas.
— Perdón por despertarte, por favor vuelve a dormir —dijo John antes de continuar su camino.
— Ven y acuéstate a mi lado —confundido se volvió a la chica nuevamente, no sabía cómo reaccionar.
— ¿Q-qué? —balbuceó, Chrys soltó una risilla burlona— Tranquilo, no es la clase de propuesta que crees, es más como… esta cama es muy grande, cabemos ambos
John pudo ver como la chica levantaba las sábanas y daba un par de golpecitos al colchón y no supo por qué lo hizo, fue como si su cuerpo se moviera  de manera inconsciente, como si rogara por el cálido abrazo de aquella noche, se metió en la cama y miró cómo la chica con una sonrisa se acomodaba nuevamente para conciliar el sueño, estaba lo suficientemente cerca para escuchar su respiración, hacía tiempo que no escuchaba el oxígeno entrar a los pulmones de algún ser, recordó cómo era hacer eso en su niñez, arrullado por la respiración de su compañera comenzó a conciliar el sueño, otra vez, después de varios años de no dormir.

Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora