Bhesh II

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Red y Tony volaron hacia Perkos, sabían que el mercado de aquel pueblo era el más extenso y donde encontrarían telas de mejor calidad, Red tuvo que cubrirse con una capa para no levantar revuelo entre los residentes con su presencia, tranquilamente recorrieron varios puestos y compraron algunos artículos, compararon varias telas, decidieron los colores, esas salidas hacían que Red deseara no ser un miembro de la Realeza, extrañaba esa libertad y pensaba en un mundo utópico en el que él y Tony no tuvieran que esconderse, en que pudiera tomar su mano sin represalias, en el que ambos fueran iguales ante las leyes, incluso aborrecía sobre todo aquella que les impedía estar juntos por diferencia de especie, maldecía el día que se aprobó aquella prohibición e incluso el haber nacido vampiro, por el momento prefería no pensar en ello y solo disfrutar su tranquilo paseo a lado de Tony, no podía evitar pensar lo mucho que el pelirrojo cambiaba cuando olvidaba sus preocupaciones, esa resplandeciente sonrisa iluminaba su rostro que cada vez parecía más inocente, como un niño, pasaban tan buen rato que ninguno de los dos notó las sombras mezclandose entre el mar de gente, siguiéndolos, acechando, para cuando los notaron ya era demasiado tarde.

Tony alcanzó a empujar a Red fuera del peligro en cuanto notó al hombre desenvainando una curiosa espada curva, no era una espada del ejército, ni tampoco del bando rebelde, esta espada brillaba como un rayo de Sol, el hombre se abalanzó al Príncipe quien salvado por Tony cayó derribando los rollos de tela, al atacante se unieron tres más, Tony esquivó varios golpes con la agilidad que mostró en su encuentros en la Arena, rápidamente Red se incorporó decidido a apoyar a Tony, el Báculo se activó lentamente permitiendo a Red defender a Tony quien claramente atacaba sin intenciones fatales lo que alargaba en enfrentamiento y lo ponía en desventaja ante los que claramente eran asesinos entrenados, uno de los asesinos cansado de jugar diestramente lanzó un golpe fatal a espaldas de Tony, afortunadamente Red pudo anticiparlo y sin pensar en más alternativas llamó a Tony.

—¡TONY!— gritó aterrado, el pelirrojo giró y rápidamente esquivó el inminente golpe casi en su totalidad, desafortunadamente el asesino estaba demasiado cerca y aquella espada era demasiado larga que la punta logró ensartar en el rostro de Anthony, rasgó fieramente el ojo izquierdo del chico, la herida comenzó a chamuscarse como si se hubiese insertado algún metal ardiente en la carne, el pelirrojo no pudo evitar aullar de dolor, pero ese mismo dolor y el saber que el objetivo principal era Red lo mantuvo consciente y ahora, olvidando sus principios en contra de la violencia, tal como ocurrió en Braikos, su cuerpo ardió en llamas y prendió un perímetro protegiendo a Red y a sí mismo, al mismo tiempo que quemaba vivos al cuarteto de atacantes, la gente corría aterrada, de inmediato Tony y Red aprovecharon para escapar, Red desvaneció el collar de Tony y volaron de regreso a la mansión Van Durguen, Red miraba con preocupación la herida abierta en el ojo del dragón.

—¡Tony!, ¡Oh mierda!— Red no sabía cómo ayudar al chico, quien se concentraba en no caer aunque su vuelo parecía ya errante.

Lograron llegar a la mansión donde John entrenaba a sus soldados ante la entretenida mirada de Guilt y Jade quienes se divertían con los estrictos modos del General, el vuelo inconsistente del enorme Dragón Rojo llamó la atención de los presentes, era evidente, algo no estaba bien.

Tony logró aterrizar violentamente, debido al choque Red salió disparado del lomo del chico quien comenzaba a volver a su forma de hombre con el rostro ensangrentado, Red se incorporó rápidamente, Guilt, Jade, John y los curiosos soldados se acercaron, Tony se mantuvo un par de segundos de pie antes de caer de rodillas inconsciente frente a Red quien corrió a sujetarlo.

—¡Anthony!. ¡Tony!— llamaba el Príncipe desesperado, John sintió un vacío en el pecho y no pudo evitar correr hacia el pelirrojo, trató de mantenerse racional al ver la herida en el rostro de su evidentemente adolorido hermano, que abarcaba desde la ceja hasta media mejilla, abierta, chamuscada, no sanaba, los tejidos no se regeneraban, no era pólvora myisling, la pólvora myisling era igual de letal pero no quemaba la carne, la endurecía, como piedra lo que hacía más sencilla la desintegración del cuerpo, John lo sabía muy bien, lo había visto en varias ocasiones, él mismo había utilizado esas armas, e inclusive hasta el día de hoy su espalda aún no sanaba por completo del castigo de Olivia, esto era algo más.

Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora