Marithori parte I

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— ¿Aún duerme? 
— Sí, parece como si el viaje hubiera agotado su cuerpo, a final de cuentas, sigue teniendo un cuerpo humano. 
— La necesitamos despierta pronto, no hay tiempo que perder. 
Christina comenzó a moverse levemente, comenzó a parpadear rápidamente aún con los ojos entrecerrados y poco a poco abrió los ojos, se encontraba recostada sobre un cómodo sillón rojo carmesí de satín, cuando finalmente pudo fijar su vista, se encontró con un hombre de piel dañada, seca, pálido, cabello negro , largo hasta la cintura, en sus treintas, parecía muy cansado para ser tan joven y a su lado una hermosa mujer, también en sus treintas, de piel de mármol, ojos púrpuras penetrantes, con el cabello recogido por completo sobre su nuca, vestida como una mujer elegante de época.
— ¡Oh, vaya! despertó —dijo la mujer con voz melodiosa.
— Efectivamente mi Señora —respondió el cansado hombre.
— ¿Dónde estoy? —preguntó Chrys levantándose del sillón tranquilamente.
— En casa querida, estás de vuelta en casa —respondió la mujer. 
«¿Casa?» pensó Chrys, esto no era su casa, y no conocía a esa mujer en definitiva, de forma disimulada buscó su medallón sobre su pecho por encima de sus ropas, ahí seguía, afortunadamente, no sabía por qué pero sentía como si fuera su obligación cuidar de esa reliquia.
— No, realmente ¿dónde estoy? —insistió Chrys, la mujer la miró unos segundos.
— El que puedas entendernos significa que eres especial —comenzó la mujer.
— Quiero volver —dijo Chrys sin dudar.
— Por ahora no puedes ¿cuál es tu nombre? —continuó la mujer.
— ¿Dónde está Veronika? —preguntó Chrys, la mujer suspiró exasperada, sabía que esa conversación no llegaría a ningún lado si ambas preguntaban y nadie respondía y no tenían tiempo que perder. 
— Muy bien niña tu ganas —comenzó Olivia con falsa sonrisa, Chrys podía notar la falsedad en ese rostro de mármol, pero no la iba a provocar, no hasta que estuviera a salvo. 
— Estás en la mansión Van Durguen, te trajimos porque necesitamos tu ayuda, eres especial mi niña y solo tú puedes ayudarnos a vencer a aquellos salvajes que amenazan a mi familia, y salvar a tu amiga, aquella por la que preguntas, la tienen ellos, es una lástima —explicó Olivia con gesto triste, Chrys comenzó a aterrorizarse cuando escuchó de salvajes y que tenían capturada a Veronika, tal vez se odiaban pero en definitiva se sentiría culpable si algo le ocurría— Nosotros decidimos atacar en cuanto escuchamos que los salvajes te buscarían, no podíamos dejar que secuestraran a alguien tan importante como tú, mi Niña… —Olivia decía mientras Chrys escuchaba con atención.
— Christina, me llamo Christina Blackeney —Chrys no creía que aquella mujer fuera honesta, tenía algo que le causaba escalofríos, pero la escucharía, seguiría su juego hasta que se sintiera segura, en ese momento, sabía que estaba en peligro y que Veronika también lo estaba, tenía que encontrar la forma de salir de ese lugar, encontrar a Veronika y volver a casa.
Olivia siguió hablando sobre las calamidades de su reino, desafortunadamente Chrys no escuchó nada hasta el final, cuando aquella oscura mujer le gritó al hombre de cabellos negros.
— Atlen, dale el vestido a la niña, lo necesitará para la ocasión —ordenó Olivia, el hombre pálido asintió y aún con la cabeza inclinada salió de la habitación.
— ¿Ocasión? —repitió Chrys, Olivia arqueó una ceja y soltó un suspiro cansado.
— ¿Acaso no me escuchaste niña?, por tu seguridad te asignaré un guardia personal, quien cuidará de tí para que por ningún motivo los salvajes se te acerquen, sin embargo, el procedimiento es un tanto formal y no puedes presentarte al reino y a tu guardián con esas fachas —comentó Olivia, Chrys disimuladamente observó sus ropas, ciertamente eran andrajos comparadas con elegante vestido que Olivia lucía con tanto orgullo.
Minutos después, Atlen volvió a la habitación con un largo vestido color escarlata, insegura, Chrys se puso la abultada prenda y se miró al espejo de la habitación, lo miró extrañada, las mangas eran largas, con un escote en V en la espalda y grandes y abultados holanes en la parte trasera, le recordaba a cierta película que había visto en su infancia. 
— Te ves exquisita, mi niña —comentó Olivia con una amplia sonrisa que dejaba ver sus pequeños pero afilados colmillos, Chrys pudo sentir cómo su rostro palidecía, ¿cuándo la pesadilla acabaría?— Vamos, vamos, que se nos hace tarde —dijo Olivia mientras apresurada salía de la habitación, Chrys dirigió una mirada aterrada a Atlen mientras escuchaba como casi su corazón se saldría de su pecho, él solo le regresó la mirada con lástima y con un ademán le indicó que saliera, Chrys obedeció pero con cada paso sus piernas temblaban. 
Caminó por el pasillo de aquel lugar, era como un palacio victoriano, con varios ornamentos antiguos que parecían bastante caros, en las ventanas se notaba que la noche ya había caído, eso aterraba aún más a la chica, tanto que no se percató en qué momento llegaron ante unas enormes puertas de madera, Olivia con una gran sonrisa abrió aquellas pesadas puertas y varios ojos se posaron sobre Chrys, el ambiente era pesado y oscuro, el gran salón estaba tan solo iluminado con varias velas blancas, todas las personas presentes vestían tan elegantes como si fuesen de la realeza, todos eran bellos y con gracia, Olivia tomó a Chrys de la mano y la condujo por el centro del salón hasta al fondo donde frente a un extraño altar con tan solo un cáliz dorado, estaba una esbelta figura masculina, las luces lo iluminaban muy poco, pero cada que se acercaba más a él notaba con mayor claridad los brillantes ojos azules que la seguían con mirada fría, Chrys podía escuchar los murmullos de las personas a su alrededor, mas no podía despegar la mirada de los ojos azules que cada vez la miraban con mayor intensidad. Finalmente cuando estuvieron frente a frente, Chrys pudo notar cuán alto era aquel joven y cuán atractivo era, las tenues luces de las velas iluminaban sus hermosos y finos rasgos, el sujeto era aterradoramente bello, y su mirada fría le recordaba a la de algún animal salvaje al acecho; una hermosa bestia de penetrantes ojos azules, después de verlo por un tiempo notó que la bestia no parpadeaba, la súbita y escalofriante presencia de un hombre vestido de negro al otro lado del altar despertó a Chrys de aquella mirada, quien seguía sin inmutarse ni un poco.
— Nos reunimos bajo esta luna llena en celebración de los votos perpetuos, la noche y nuestro Señor del Infierno, así como nosotros sus siervos, seremos testigos de esta unión… —comenzó el hombre, Chrys no pudo dejar de pensar que ese hombre parecía alguna clase de sacerdote, y sus palabras una misa matrimonial. 
El gesto de la chica comenzó a mostrar confusión y terror.
— ...General Jonnas Van Durguen, Nuestra Señora de la Oscuridad...
— Christina Blackeney —interrumpió Olivia, el sacerdote asintió.
— Christina Blackeney, con el poder que me otorga el Rey y nuestro Señor Satanás, han sido unidos hasta fin de los tiempos como marido y mujer, beban del Cáliz, unan sus almas con la sangre de sus opositores —concluyó el sacerdote levantando el brillante Cáliz, y posteriormente entregándoselo al joven quien sin decir una sola palabra bebió de aquel líquido espeso y se lo entregó a Chrys, su corazón latía con fuerza, sus manos temblaban, quería correr pero sus piernas no se movían, Olivia no dijo una boda, dijo un guardián, no un esposo, su mente se nublaba mientras observaba al joven ofreciendole el Cáliz.
Al ver a la chica petrificada, Olivia tomó el Cáliz, y con una sonrisa en el rostro vertió el líquido a la fuerza entre los labios de la chica quien bebió para no ahogarse, el sabor era amargo, era un líquido tibio con una textura espesa difícil de pasar por la garganta, sentía como algunos hilos de la bebida corrían por las comisuras de sus labios y goteaban desde su barbilla, pareció eterno el tiempo que Olivia la forzó a beber de aquel recipiente ante la mirada de cientos de espectadores.

Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora