Desenmascarando Impostores

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Un par de días después, Red y Fred platicaban después de sus jugueteos habituales en el cuarto de puertas rojas.

— Red, mañana por la mañana mi padre y yo zarparemos nuevamente. —escupió Fred con su común falta de sutileza, Red lo miró exaltado.

— ¿Cómo?

— Mañana me voy, Reddy —repitió el pelirrojo, Red meditó un momento y después se giró a Fred con mirada encendida.

— ¡Llévame contigo! —propuso Red ante la mirada incrédula de Fred.

— ¿Llevarte?

— ¡Sí! Prometo portarme bien, no seré molestia, siempre quise conocer otros países, además, si estoy contigo no haría falta nada más —dijo Red abrazando a Fred quien seguía atónito.

— No. —Fred negó rotundamente, Red lo miró sorprendido— Eres el Príncipe, ¡no voy a raptar al Príncipe! —se excusó Fred.

— No es secuestro si yo me voy por mi voluntad contigo.

— Red, la respuesta es no. —concluyó Fred levantándose y vistiéndose rápidamente.

— ¿Sólo así? —Red estaba sorprendido.

— Sólo así, tú y yo oficialmente, es imposible, no te dejaré renunciar a todo por seguirme y yo no dejaré el mar por ser tu consorte, lo nuestro es casual así podremos seguir viéndonos cada que venga de visita.

El asombro de Red se volvió ira— ¡¿Casual?! —repitió Red incrédulo, el Báculo se activó de inmediato— ¿Lo nuestro era casual? ¡Para mí no lo era! ¡Creí que tú sentías lo mismo, pero no, eres tan solo un sucio vago, mentiroso! Quiero que te vayas, ¡largo de aquí! —

Conforme la ira de Red crecía también lo hacía el aura oscura y la larga cabellera negra se esparcía amenazante, Fred no le temía.

— Yo no te mentí, en ningún momento te dije que era algo permanente.

— ¡LARGO-DE-AQUÍ! —el Báculo alcanzó la cumbre, la piel de Red se volvió completamente oscura y sus ojos púrpura brillaban rodeados por la larga cabellera de telaraña, Fred obedeció cuando la fina voz de Red se convirtió en un eco sombrío espectral; Fred solo calló y salió de la habitación.

Una vez solo, el Báculo se desactivó y Red rompió en llanto toda la noche.

Al día siguiente la familia entera despidió a los Fellington, Red se mantuvo detrás de todos, no se despidió y se dedicó a sólo observar desde atrás; Fred lo miró sintiéndose culpable, no se dijeron nada, nadie se disculpó.

Fred se marchó y Red dio por concluido aquel ciclo sin la esperanza ni el deseo de ver a Fred Fellington nuevamente.

Red practicaba en el jardín la Danza de la espada, perfeccionándola y pensando, John lo observaba sentado en el césped en uno de sus breves descansos que Olivia le concedía.

— Estás enojado. —aseguró John.

Red se volvió a él— No lo estoy —dijo.

— Sí lo estás, no sé si estás bailando o amenazando con golpear a alguien. —se burló John, Red suspiró,de repente una idea llegó a su cabeza.

— Johny dame una espada. —ordenó el príncipe curioso, John con la misma curiosidad tomó una de las espadas de práctica y se la entregó al chico, Red observó el arma, en verdad odiaba esos artefactos, pero tenía que comprobarlo, comenzó la danza y desde el primer movimiento pudo notar la verdad de los movimientos, pues el primer paso simulaba el momento que desenvainaba la espada, con cada paso comprobaba aún más que el artefacto no pesaba y se complementaba fácilmente con su mano y sus dedos; John lo miraba con asombro, Red genuinamente se movía como si tuviera años de experiencia en el campo.

Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora