— Jefe, nos ha llegado información de la mansión Van Durguen —un joven de rizos color caramelo entró corriendo a una oscura y vieja habitación similar a un bar, cuatro personas estaban en esa habitación, tres hombres y una mujer; todos lo miraron con sospecha y frialdad, el chico aún siquiera cerraba por completo la puerta detrás de él .
— Señor Raderick, ¿acaso no hemos hablado ya de su imprudencia al trabajar? — habló con voz grave un joven con imagen autoritaria sentado frente a la vieja barra mientras sostenía un vaso de vidrio con un líquido similar al agua y bastantes hielos. El joven autoritario usaba unos lentes cuadrados de aumento falsos y su cabello negro ondulado caía revuelto sobre sus ojos grises, con los que miraba de forma muerta y vacía al pobre chico que puso sus manos en su espalda para ocultar cómo temblaban y desvió su mirada para no ver al joven de lentes.
— S-sí... señor, lo siento señor —murmuró Raderick.
— Cierra la puerta, no falles de nuevo, pones en riesgo todo por lo que hemos trabajado —concluyó con voz firme y serena el joven de lentes antes de darle un trago a su bebida, Raderick asintió temeroso y cerró la puerta, el bar secreto se encontraba en un sótano, situado justo debajo de un bar real a las orillas de la región Perko, la cual estaba a aproximadamente 15 kilómetros de la capital, a una distancia considerable de la mansión Van Durguen.
En cuanto Raderick cerró la puerta todo quedó en silencio y en relativa oscuridad, el joven mensajero observó a los presentes, era su primer trabajo en los altos rangos de la Rebelión, en su vida había visto de cerca a tan pintorescos personajes, los conocía por rumores, sabía que estaba frente a tres de los principales líderes del movimiento, no sabía cómo tenía que comportarse. La cuarta persona era el cantinero quien parecía inmerso en la limpieza de la barra. Los segundos que Raderick permaneció inmóvil parecieron eternos para el chico, por su parte el joven autoritario después de darle un trago a su bebida arqueó las cejas y se encogió de hombros antes de dirigirse a Raderick.
— ¿Acaso no había dicho que traía información de la mansión Van Durguen? Señor Raderick no tenemos todo su tiempo —dijo el joven haciendo un ademan a Raderick para que se acercase, el pobre chico dio un pequeño sobresalto y a paso acelerado se acercó al joven de lentes sacando del bolsillo de su saco gastado una carta con aspecto importante entregándosela con mano temblorosa, el destinatario suspiró al tomar la carta.
Raderick desvió la mirada temeroso con tal de no enfrentarse a aquellos ojos grises.
— No tema joven Elmett, Jim no muerde —dijo la mujer que había permanecido en silencio desde que Raderick entró, el chico la miró aún temeroso, era una belleza simplista, su cabello castaño caía ondulado sobre sus hombros enmarcando un rostro de mandíbula fuerte con delgados labios color durazno, la mirada de la mujer era amable con largos ojos color azul casi blancos, vestía con ropas humildes, Elmett pudo inferir que la chica no era de noble cuna, tal vez hija de algún comerciante, pero parecía conocer bien al imponente de ojos grises; al lado de la chica, Elmett se encontró con un par de ojos guindas, un hombre que incluso sentado y en la oscuridad era notoriamente salvaje y atractivo, con ondulado cabello castaño que caía sobre sus hombros y unas facciones muy similares a las del hombre de lentes, el salvaje de ojos guinda le dirigió una amable sonrisa enmarcada por un espeso conjunto de barba y bigote castaños.
— Beatriz, por favor. —respondió Jim, el hombre de lentes— Vamos Raderick, tome un trago, la noche será larga si nos han llegado noticias de la mansión Van Durguen —Elmett se sentó en la barra, temerosamente a lado de Jim quien abrió la carta.
Jim observó el contenido de la carta en silencio mientras Beatriz, el hombre salvaje y Elmett lo miraban expectantes.
— ¿Y bien? —preguntó Beatriz, ansiosa por saber el contenido de la carta.
— Es de John—respondió Jim en tono cortante.
— James, ¿qué dice? —insistió Beatriz, James tensó la mandíbula y miró a Beatriz, posteriormente al hombre salvaje, parecía que hablaban con la mirada, después de un par de segundos de comunicación, los dos hombres soltaron un suspiro cansado y James procedió a leer la carta.
«Querido hermano
Te mando mi más cálidos saludos a tí y a Su Majestad, sé que ha pasado tiempo sin que envíe algún tipo de información, desafortunadamente Olivia ha comenzado a llevar a cabo sus planes, y como lo puedes imaginar soy parte de sus peones, no te preocupes por mi, estaré bien, al igual que nuestro querido hermano menor a quien cuido febrilmente a pesar de las lamentables circunstancias, por ahora mi participación en estos atroces actos no son mi mayor preocupación, me temo que debo informar que Olivia ha encontrado el medallón, y planea hacerme asesinar al portador para entregarle el artefacto, no creo poder enviar más cartas durante un tiempo, me disculpo de antemano por no poder mantenerlos informados y les ruego envíen de manera inmediata espías que les digan cuándo y dónde interceptar a Olivia, sé que será pronto, rezo a la Oscuridad que mi advertencia llegue a tiempo para que ustedes puedan actuar.
Mis mejores deseos
JR»
Jim terminó de leer la carta y de nuevo el silencio reinó, todos parecían consternados, pensativos, repentinamente el hombre salvaje se levantó presuroso y angustiado se acercó a James.
— Jim... —dijo con dificultad.
— No te preocupes Richard, todo saldrá bien, John nos dio una oportunidad al avisarnos, solo debemos apresurarnos, será mejor que consigamos al portador antes que Olivia —dijo James palmeando el hombro de su hermano, Elmett los observó, conforme pasaban los minutos se daba cuenta de qué tipo de personas eran los líderes de la Rebelión, ahora más tranquilo, sonrió levemente al pensar que su decisión de unirse había sido la correcta y que quería seguir a estos hombres en su travesía por recuperar lo que les había sido robado, a ellos y a los ciudadanos del Reino del Inframundo.
— Joven Elmett, apresurese a la casa Friggver e informe al señor de la casa que se requieren de sus servicios en la Boca del Lobo —ordenó Beatriz, Elmett de un saltó se puso de pie y se dirigió a la puerta, antes de salir sonrió para sus adentros y giró hacia los hermanos quienes lo veían partir, y así sin más se inclinó sobre su rodilla en muestra de la reverencia más formal existente, aquella que solo se dirige a los miembros de la realeza.
— Sus Majestades... —dijo el chico antes de retirarse y cerrar la puerta detrás de él ante la mirada extrañada de de Beatriz, los hermanos y el cantinero.
—Raro...— dijo Richard.
— Sí, lo es, también imprudente y sin experiencia, sin embargo, también es leal, me agrada —complementó Jim con una media sonrisa.
Beatriz se limitó a sonreír mientras su mirada se clavaba en la pequeña media sonrisa de James.
— Con respecto a la carta... —comentó Jim.
— Con respecto a la carta, con todo respeto mi Señor, presiento tormentas de destrucción —interrumpió el cantinero mirando con temor a los hermanos, quienes le devolvieron la mirada preocupada.
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Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]
FantasíaEn el Inframundo una guerra se ha desatado, cuatro hermanos pueden detenerla, solo siguiendo un camino de sangre, traición y hermandad. Del Poema de la Creación y Destrucción