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—¡Maldito imbécil! —Exclamé empujando a Kiyomasa.

Pero sacó algo de su bolsillo y me lo lanzó. ¿Pelos? ¿Por qué...?

Comencé a toser, sentía como mi garganta se cerraba poco a poco impidiéndome respirar.

—Suran. —Habló Kenchin caminando hacia mi, tocándose la herida.

Sacó algo de su bolsillo, lo destapó y lo estampó contra mi brazo.

Pronto pude respirar, tosí fuerte y miré a Kenchin.

—Sabía que eso serviría. —Dijo dejándose caer de rodillas.

—¿Tú...? ¿Tenías la inyección... por mi?

—No puedes quedarte quieta cuando hay un perro cerca, no se sabe cuando podría pasar. —Dijo cerrando los ojos.

—¡No! ¡Kenchin despierta! —Exclamé asustada. Lo sostuve en mis brazos y me aseguré de que aún tuviera pulso.

—¡Draken! —Exclamó Pato acercándose.

—Aún respira, tenemos que llevarlo al hospital. —Dije. —En mi bolsillo, tómalo y llama.

Él hizo lo que le pedí, mientras que yo con todas las fuerzas que tenía levantaba a Kenchin.

—Vamos Kenchin, aún tienes mucho por lo cual vivir. —Dije a punto del llanto.

Él escupió sangre y eso me alivio un poco, aún estaba consciente.

—¡Apúrate pato! —Chillé tratando de caminar con Kenchin.

—¡Ya vienen! —Exclamó él. —Dejame ayudarte.

Entre los dos pudimos llevar a Kenchin hasta un callejón, ya estando ahí Hina y Emma llegaron.

—No puede ser. —Dijo Pato mientras dejábamos a Kenchin en el suelo.

Todos miramos hacia el frente, ahí estaba el que quiso apuñalarme y terminó por apuñalar a Kenchin.

—Sinceramente... esperaba poder matar a la chica. —Dijo el de cicatrices. —Pero él se interpuso en mi camino.

—Suran, quédate aquí. —Me dijo Kenchin y yo asentí algo asustada. —Gracias, Takemicchi, pero tienes que sacar a las chicas de aquí.

Pato se quedó sin saber que hacer, gritó fuerte y casi sentí vergüenza.

—Hina, quédate atrás.

—¿Ah? ¿Acaso quieres morir también? —Cuestionó el de cicatrices.

—Esta es mi venganza. —Gruñó Pato.

Kenchin medio se levantó, sonrió y apostó a favor de Pato, después Emma y finalmente Hina.

—Yo apuesto, diez mil dólares a Takemicchi. —Sonreí. —En efectivo.

Eso pareció impulsar el valor de Pato, por lo que corrió buscando empujar al tipo, pero éste sacó la navaja y se encajó en la mano de Pato.

Pato tiró la navaja y corrió nuevamente en dirección al tipo, abrazándolo por el torso, cuando el más alto quería empujarlo Pato aprovecho para morderlo.

La cosa estaba intensa, Pato parecía no querer rendirse, subiéndose sobre el tipo y finalmente noqueandolo.

Aún así, el grupo enemigo no quería rendirse.

—Pato, yo te ayudaré. —Le dije levantándome.

—Genial, así podremos acabar contigo como era pensado. —Sonrió el chico de mechas rubias.

Tragué saliva y comencé a caminar, pero Kenchin me tomó del brazo, se impulso a levantarse y se puso a mi lado.

—Chicas, ustedes váyanse, nosotros lo arreglaremos.

—No, Kenchin, tú no puedes. —Le dije.

—Si puedo, si voy a morir...-

—¡Qué te calles los ojossss! —Chillé. —Pato y yo lo arreglaremos, tú esperaras a qué venga la ambulancia por ti.

—Suran, no pienso quedarme de brazos cruzados.

—¡Al ataqueee! —Un grupo de nerds saltaron por los arbustos poniéndose frente a nosotros.

Esos burros ganaron tiempo para que la ambulancia llegará, Pato se fue con él mientras que yo ayudaba a levantar al chico de cabello rubio.

—¿Todo bien con tu pierna? —Pregunté.

—Me duele un poco. —Dijo haciendo una mueca.

—Chin, se te va a caer. —Dije y él se asustó. —Es bromita, vas a estar bien.

—Tus manos están rojas. —Murmuró.

—Ah si, andaba repartiendo puñetazos.

—¿Y estás bien?

—Ahorita si, pero mañana me va a doler. —Lloriqueé.

—¡Suran, apúrate! —Exclamó Mikey. —¡Iremos al hospital!

Corrí dejando al otro rubio y subí como pude a la moto de Mikey, pero después Chifuyu me subió correctamente y Mikey pudo arrancar.

Ya estando en el hospital, nos fuimos a sentar mientras esperábamos respuestas.

—Fue mi culpa. —Hice un puchero. —Si yo no hubiera ayudado a ese tipo, no hubiera querido apuñalarme y Kenchin no estaría en éste lugar.

—No fue tu culpa, no sabías. —Me dijo Mikey sobando mi espalda. —Kenchin va a estar bien, ya verás.

Deje que las lágrimas cayeran, y Mikey se puso frente a mi, limpiando mis lágrimas.

—Oye no llores, todo está bien, ¿Okay? Él estará bien.

—¿Y si...?

—No, no lo pienses. —Negó dándome un golpecito en la frente con su dedo.

El doctor salió y nos dio las buenas nuevas, nos relajamos y Mikey salió de acá, obviamente lo seguí.

Ya estando afuera, se recargo en una pared.

—Tenías razón, él estaba bien. —Sonreí llorando.

Mikey tenía los ojos llenos de lágrimas, así que me acerqué a él y lo abracé haciendo que llorará.

—Él está bien. —Murmuró aferrándose a mi playera.

W O M A N  [Tokyo Revengers] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora