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—Ah, me encantaría algo así, suena como una novela de amors. —Dijo soñada.

—Ni siquiera sé si esa es su verdadera personalidad y ya me quieres juntar. ¿Quién me dice que no es un obsesionado?

—Pues conócelo, y ya veremos dijo el ciego. —Sonrió. —Ay, mi hermanita ya va a tener novio por fin.

—Como se nota que ya quieres que me vaya de la casa.

—Pero que venga por ti de blanco, sino no. —Dijo cruzandose de brazos.

—Sacate a bañar. —Gruñí dejándome caer en la cama. —¿Tú en dónde te metiste?

—Bueno, vi que ese chico te estaba mirando desde que llegamos, así que apenas se acercó me vine para acá.

—¿Me dejaste sola con ese tipo? ¿Y si era un depredador?

—Correré ese riesgo. —Rió y yo le metí un sape.

°°°
(Algunos días más tarde.)

—¿Y? —Kenchin lo miró levantando una ceja.

—Necesito que la vigilen, es muy mensa para estar sola con alguien que no conoce. —Dijo Takeomi virando los ojos.

—Ay que chismoso, si sí me sé cuidar.

—Cruza la calle.

—¿Maicol me acompañas?

—¿Lo ves? No podrías estar sola sin alguien que conoces.

—¿Cómo no? Si me fui con él a la casa, y me dio la mano para cruzar la calle. Si eso no es amor no sé lo que es.

Kenchin y Mikey comenzaron a reírse.

—Ni siquiera sabes que es el amor.

—¿Y como lo voy a saber si no me dejas tener novio? —Me quejé.

—Y no tendrás hasta los dieciocho.

—Me vale, me vale, es amorrr.

—Siguele y le voy a decir a papá, sabes que él te encerraría en la torre más alta del mundo.

—¡No, cállate los ojos! —Chillé dándole sin querer una cachetada. —Ay perdón, se me pasó la manita.

—Chamacos, les encargo al engendro. —Dijo Takeomi sobándose la cara.

—Nosotros la cuidamos. —Asintió Mikey.

Takeomi se fue maldiciendo sin mirar por dónde iba, así que chocó contra un poste y siguió maldiciendo hasta llegar a MI auto.

—¿Y a dónde se supone que irán? —Preguntó Kenchin.

—No lo sé, solo me dijo que me pusiera más bonita y me puse ésto, así que tendrán que seguirnos de cerquita.

—Nah que flojera, te dejaremos ser libre, vámonos Kenchin, ella se puede cuidar solita.

—¿Eh? ¿De que...? Ah si, vámonos, ella puede sola.

—¿En serio? —Los miré con emoción. —¿En verdad confían en mi?

Ambos se miraron, hicieron una mueca extraña pero cuando voltearon a mirarme asintieron con una sonrisa.

—Corre, ve. —Dijeron haciendo un ademán con las manos.

Yo me giré para ir hacia donde había acordado Koko ir por mi. Para cuando llegué no esperé mucho ya que llegó en un auto.

—¿Lista para nuestra pato aventura? —Sonrió abriendome la puerta del auto.

—Si, más que lista. —Le sonreí y después de unos segundos él arrancó el auto.

Fuimos a un restaurante de comida mexicana, estando ahí compramos un par de pozoles, tostadas y aguas.

Al salir de ahí fuimos al centro comercial a jugar en el arcade, el chico es muy bueno con las armas.

—Vamos, tienes que poder matar a uno. —Me dijo. —Solo haz esto.

Koko se puso detrás de mi, pasando sus brazos por encima de los míos para acomodarme y de esa forma logré matar a algunos.

Aunque estaba algo avergonzada me puse a celebrar, Koko también celebró conmigo. Tomamos los boletos que nos dió el juego y seguimos jugando, al cansarnos y ciertamente aburrirnos fuimos a cambiar nuestros boletos por un regalo.

—¿Qué quieres? —Me preguntó Koko.

—Ah, me agrada el peluche de dinosaurio. —Dije pensativa.

—Queremos el peluche. —Señaló. Cuando el chico le dio el peluche, él me lo dio a mi.

—¿Para mí? —Reí divertida.

—Obviamente, ven acompáñame. —Dijo tomándome de la mano.

Comenzamos a caminar fuera del centro comercial, cruzamos la calle, obviamente él agarrándome de la mano, y fuimos a una tienda de ropa.

—¿Te vas a comprar algo? —Ladeé la cabeza viendo cómo buscaba sin soltarme.

—Algo así. —Dijo concentrado. —Perfecto.

—¿Eh?

Koko se giró con dos chaquetas iguales, una era más pequeña que la otra.

—Pruebatela.

—¿Para que?

—No preguntes. —Dijo quitándome la chaqueta que llevaba puesta.

Me puse la chaqueta negra y me miré en el espejo.

—Uh, me queda bien. —Sonreí modelando frente al espejo.

—Bien, vamos. —Dijo tomando nuevamente mi mano para ir a la caja. —Hola, quiero comprar estas dos.

La chica puso el código de barras de ambas chaquetas, Koko le dio el dinero el cual no supe cuánto fue, pero dos riñones eran seguros.

Al salir de la tienda estaba algo sorprendida.

—¿Por qué...?

—Llevamos saliendo un par de días, y me agradas. —Dijo encogiéndose de hombros.

Sonreí soltando una pequeña risa para después saltar a abrazarlo.

W O M A N  [Tokyo Revengers] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora