Zarek. Mi Dios Griego personal

Capítulo 8: Hacerme responsable... Shit!

...La responsabilidad apesta, a veces me dan ganas de apagar mi conciencia y ver como el mundo arde a mi alrededor...

– No me voy a aprovechar de él, entiéndelo –Me estiro–. Estar con él es como estar al lado de un robot, solo sigue órdenes, todas sus acciones son mecánicas, ni siquiera he podido entablar una conversación.

Keyla rueda los ojos.

– No todos los hombres son buenos conversando.

– Yo entiendo eso, pero cuando se creó el "es un hombre de pocas palabras" –imité una voz gruesa–. No lo contaron a él, en serio, no lo he oído decir más de una frase seguida, lo más parlanchín que se pone es cuando intenta propasarse conmigo, y disculpa, pero no lo quiero en mi casa.

– Tú lo invocaste, es tu responsabilidad –Mi amiga trata de apelar a mi lado responsable. Me cago en ella.

– En teoría lo invocó Iria.

– ¡¿Quién tenía las manos en el pergamino?! –Se defiende la susodicha y tras una de mis miradas que claramente dicen "o te callas o te rompo las bolas" se puso un cierre en la boca.

Claro, no le puedo romper las bolas, pero creo que los ovarios también son una opción.

Suspiro cansada.

– De acuerdo, yo lo invoqué, yo debo hacerme cargo, tampoco puedo dejarlo en la calle a su suerte –Me pongo de pie–. Iré a ver que hay para echar al saco, ¿me acompañan?

Las dos se levantan y toman sus monederos para luego terminar parando en El Fontana y comiendo una deliciosa y suculenta pizza.

(...)

Pasamos el día entre nosotras, como la mayoría de los fines de semana, paseamos, conversamos, comimos y reímos por cualquier pendejada que se nos ocurriese.

Llegada las 6.00 pm fui llegando a mi casa. Me detengo en el porche y rezo al altísimo para que mi casa no esté echa un chiquero, abro la puerta e increíblemente...todo está en perfecto orden, de hecho, todo se encontraba donde lo había dejado, y cuando digo "todo" también me refiero al pedazo de Dios Griego que está sentado en el sofá con la vista clavada en la pantalla viendo ahora Los Vengadores.

– Llegué –aviso comenzando a hablar Inglés nuevamente y es entonces que despega su vista de la TV posando sus hermosos ojos dorados en mí–. ¿Qué almorzaste? –pregunto dejando mi cartera sobre uno de los sillones, es entonces que noto su mirada confusa y espero que no sea por lo que estoy pensando–. ¿No has almorzado? –negó con la cabeza–. ¿Absolutamente nada? –vuelve a negar–. ¡¿Estás loco?!

Ahora su rostro denota sorpresa ante mi exclamación, ¿pero cómo este ser pudo aguantar sin comer durante todas estas horas? ¿Tiene estómago de hierro o qué?