Capítulo 70: Mi hogar

1.2K 211 6
                                    

— No importa cuanto luches, ella no te escuchará —La voz de Atenea resuena en mi cabeza.

— ¡Adara, no es cierto!, ¡te amo, joder! ¡Me enamoré de ti una vez más!, ¡no de Selene, de Adara, de la verdadera tú! ¡No te dejes manipular!

Atenea levanta la cabeza de Adara, obligándome a ver esos ojos oscuros que me encantan los cuales ahora no poseen su brillo natural.

— Yo... —murmuró Adara.

— Si, dilo, di lo que deseas —susurró Atenea a su oído cual serpiente.

— Yo deseo...

— Eso, devuélvelo al pergamino, su lugar, ¿por qué él debería vivir bien mientras tú desapareces?

< Adara. >

Mis ojos se llenan de lágrimas, porque lo que le dice es una cruel mentira, si lo deseara, nunca le guardaría reencor a la mujer que me ha dado tanto,  pero Atenea la asesinaría en el acto.

< Por favor, pequeña, no caigas. >

— ¿Por qué darle tu amabilidad a quien te quitó todo? Dilo, Adara...

— Yo deseo... —Sus ojos se nublan en lágrimas y una triste sonrisa sale de sus labios—. Yo deseo que Zarek sea feliz, aunque yo no esté en su vida.

— ¡¿Qué?! —Atenea se sorprende y su cuerpo comienza a desvanecerse—, no, esto no...

— ¡Adara! —Mi cuerpo reacciona y ella levanta su vista.

— ¡Zarek! —Sus ojos vuelven a recuperar su brillo y las cadenas estallan.

Corro hacia ella y me arrodillo a su lado.

Un resplandor nos dislumbra y la cubro con mi cuerpo.

Abro mis ojos y lo primero que veo es a Atenea, su rostro tiene quemaduras y sostiene el cuerpo de Adara con un cuchillo cerca de su garganta.

— ¡Maldita! ¡Déjala ir! —A duras penas logro ponerme de pie, solo para caer de nuevo.

El efecto del elixir había menguado, pero no lo suficiente. En el plano semionírico en el que nos hallábamos mi cuerpo pudo reaccionar a la perfeccion pero fuera de este no era así.

— ¿Acaso ustedes están locos? —La diosa ríe de una manera tétrica—. Un guerrero que es capaz de sacrificar su libertad antes que matar a quien lo ha apoyado, una mujer que prefiere desaparecer para que la persona que ha sufrido pueda recuperar su vida, me dan asco, los dos.

— ¿Crees que eres un ser superior? Solo eres una alimaña —escupo con veneno en mi voz.

— No me creo superior, lo soy, asesiné a tu mejor amigo y a tu mujer, te inculpé de violación y asesinato, hice que te condenaran a una sentencia eterna y encubrí todo —Se carcajea y sus lágrimas de locura ruedan por sus mejillas quemadas—. A quien considerabas tu madre te dejó de lado, tu hermano te traicionó, ni siquiera el mismísimo Zeus que te tenía tanto apego, pobre iluso.

De repente una flecha atravesó su pierna y con un grito de dolor bajó la guardia. Adara con un movimiento, golpeó su estómago mientras sujetaba la mano con el cuchillo, torció esta y la llevó a espaldas de la Diosa, torciendo su muñeca y obligábdola a soltar el arma.

Su mirada cayó en mí y la soltó corriendo hasta donde estaba.

— ¡Zarek! —sujetó mis mejillas y acarició mi piel.

No pude evitar sonreír aliviado al sentirla cerca.

— Adara, no te preocupes —pedí.

— Espera, te ayudo —dijo, pasando mi brazo sobre sus hombros y con trabajo ayudó a ponerme de pie.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora