Capítulo 67: La última cadena

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Trago en seco ante su confesión.

Da un paso hacia mí y por instinto retrocedo.

— Te haré gritar tan fuerte que te quedarás sin voz, tu cuerpo dolerá en la mañana y posiblemente tenga varios moretones —mira mis labios y su mano va a mi cuello, ejerciendo un poco de presión y haciendo que me centre en la tiniebla dorada de sus ojos—, te quedarás sin fuerzas para moverte de tanto placer, tu cuerpo estará tan agotado que no sé si seas capaz siquiera de comer.

Me acerca a él, su mirada dominante me hace ver que no es broma.

— Te haré mía, y cuando pienses que he acabado reclamaré ese hermoso culito.

Una sonrisa sádica aparece en sus labios y mi respiración se corta, no había visto esta faceta de él.

— No sabes como he tenido que controlarme para no hacerlo, para no seguirte poseyendo luego de tu quinto orgasmo —admite—, pero te juro que si no me dejas ir ahora, todo eso me valdrá mierda, te haré mía completamente —Su agarre en mi cuello disminuye y sus dedos recorren mi piel—, hasta que no quede un solo centímetro en tu cuerpo que no haya probado el placer.

¿Yo? Nunca supe que me faltaba la razón hasta el momento en que me incliné besándolo y un gruñido ronco emanó de su garganta, tomó mis piernas elevándome sobre su cuerpo y estampando mi espalda en la pared.

— No te vayas —suplico cuando sus besos viajan a mi cuello y succiona, dejando de seguro una marca bastante notoria.

— No lo haré —Su voz caló en cada centímetro de mi cuerpo, esperando ansioso a que cumpliera su promesa.

Pov Zarek

Me doy una ducha y dejo que el agua recorra mi cuerpo. Muerdo mi labio inferior recordando el cuerpo de Adara bajo el mío, sus gritos y lágrimas de placer, sus gemidos y jadeos acompañado de maldiciones al llegar a su orgasmo 33.

¡Por Zeus! ¡Podría poseerla por toda la eternidad!

Salgo del baño, secando mi cabello con una toalla luego de haberme puesto un pantalón. Abro la puerta de la habitación y veo a quien atormenta mis sueños, más que dormida sobre la cama.

< Oh, pequeña Adara. >

Relamo mis labios y evito pensar en su hermoso cuerpo, o volvería a saltar sobre ella para seguir oyendo mi nombre salir de sus labios de forma pecaminosa.

Me acerco al espejo de cuerpo completo y observo mi reflejo.

< Adara me ama. >

Y entonces mi perspectiva cambia. Soy dueño de sus sentimientos, soy yo quien ocupa su mente y su corazón. Ya no veo en mi reflejo a un ser grotesco. Observo a alguien que es capaz de crear esas hermosas emociones en la mujer más increíble de todas.

Sonrío y termino de secar mi cabello. Abro una gaveta y saco un embace de crema. Me acerco a Adara y la destapo. Su cuerpo posee varios chupones y rojizos, principalmente en su pecho, abdomen y muslos, aunque su espalda y trasero les pueden discutir.

Me siento en el colchón y abro sus piernas. Echo algo de crema en mi mano y la paso por su intimidad. Un quejido, tanto de placer como de dolor, sale de ella. Abre sus ojos topándose con los míos.

— Buenos días pequeña -saludo mordiendo mi labio inferior y suelta una pequeña risa.

— En serio ya estás entre mis piernas —Su voz es un débil hilo y carraspea su garganta haciendo una mueca.

— No hables —exijo y sigo en mi labor—. Esto te ayudará con la irritación -explico.

Ella cierra los ojos, dejándose llevar por mis manos. Su respiración es pausada y tranquila.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora