Capítulo 61: Baile

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...Las mujeres están hechas para ser admiradas y veneradas, el hombre que ponga eso en duda merece el mismísimo infierno...


Después de ver los fuegos artificiales fui guiado hasta una calle muy concurrida, habían varios puestos donde vendían comida, cerveza, también juegos para niños.

La música era alta y nos sentamos en los escalones de un parque. Al instante Keila e Iria se alejaron un poco, comenzando a bailar.

— Ven Zarek —mencionó Adara sobre la música para que también bailara pero negué con la cabeza—. Vamos, no seas aburrido —Me guiña un ojo pero no me dejo persuadir, resopla—. Está bien —Se aleja para bailar.

No es que no quiera bailar con ella, es el simple hecho de que no sé hacerlo. Bebo cerveza solo para sentir su sabor, después de todo no puedo embriagarme, otro detallito de mi maldición.

Sin embargo comienzo a molestarme cuando un hombre se acerca a Adara y comienza a bailar con ella, no me gusta como la mira, mucho menos que la toque.

Miro a ambos lados grabando los movimientos de las personas que se mueven al compás de la música al ritmo de la canción que reproducían. Está demasiado pegado a ella y comienza a molestarme su cercanía.

Me puse de pie y en el momento en que Adara se aleja un poco de aquel chico sujeto su muñeca, atrayéndola a mi cuerpo y comenzando a bailar, haciendo que su trasero choque con mi entrepierna mientras marcamos el paso al ritmo de la música.

De reojo la veo sonreír con superioridad, la hago voltear mientras marcamos el ritmo y yo mantengo una mano en su cadera, guiando sus movimientos ágiles y precisos.

¡Zeus! Me encanta como mueve sus caderas!

— Sabes bailar salsa, me sorprendes —comenta burlona y llevo mi mano libre a su nuca, sujetando su cabello y dando un ligero tirón, con mi mano en su cintura la acerco más a mi cuerpo.

— Te gusta provocarme demasiado pequeña —susurro a su oído y la suelto, tomando su mano y haciéndola dar una vuelta para luego hacerlo yo.

— No sabes cuanto  —admite mordiéndose el labio inferior.

— Cuando te duela la entrepierna no quiero quejas gatita —respondo pegándola a mí y jadea por el movimiento brusco y dominante, doy un apretón a sus caderas y echa su cabeza hacia atrás reprimiendo esos sonidos que me encanta provocar de su boca.

— Nunca me he quejado —aclara y la canción llega a su final, comenzando otra—. ¿Sabes bilar casino? —pregunta .

Miro a mi alrededor, observando los pasos de otras personas mientras marco un conteo en mi cabeza.

— Creo que tengo la noción —respondo divertido.

Lo curioso es que bailar no es más difícil que aprender a manejar una espada, simplemente más relajante, aunque las caderas de Adara moviéndose contra mí, eso fue una tortura. A pesar de ese último detalle, disfruté bailando.

En un momento ella tropieza con alguien y ambos voltean, instintivamente tiré del brazo de Adara para colocarla tras de mí al notar lo pálida que había puesto.

— ¿Quién eres? —cuestiono, no es normal en Adara haberse quedado de ese modo.

— Soy Álvaro, su ex —extiende una mano hacia mí.

Y ahí caigo en quien demonios es. Estoy a punto de avanzar hasta él y golpearlo hasta que me duelan los nudillos cuando el agarre de Adara en mi brazo me detiene. La observo, y ahora parece más calmada.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora