Capítulo 38: Horas

1.5K 261 17
                                    

...Quiero estar a tu lado, aunque eso signifique caer en tu infierno...




— Zarek, ¡¿qué cojones te pasa?! —Me grita Adara.

Luego de mi numerito se levantó de al lado del imbécil y fue hasta mí, tomándome de la mano y arrastrándome hasta la habitación, lástima que solo fuese para discutir.

Me encojo de hombros.

— Solo me golpee con la mesa, no es para tanto.

— Eso solo te lo crees tú, ese sonido para nada fue sin querer.

— No es para tanto —recalco cruzado de brazos, peor fuera si hubiese estampado la cabeza del chico contra la pared ya que ganas no me faltaron.

Ella camina de un lado a otro y pasa sus manos por su rostro, se detiene frente a mí y me mira claramente molesta.

— Quédate aquí hasta que todos se vayan, después hablaremos de esto —bufa ante sus palabras—. No puedo creer que esté teniendo este tipo de conversación contigo.

Mi rostro se vuelve neutro y bajo mis manos.

— Tienes razón, de todas formas no tendríamos que hablar nada más fuera de lo que debo hacer, para eso se supone que estoy aquí, perdón por haber olvidado mi papel, ama.

Ella frunce su entrecejo ante mis palabras.

— Sabes que eso no fue lo quise decir.

Yo me dirijo hasta la pared cerca de la puerta y me siento en el suelo, con la espalda recostada de esta.

— Puedes atender asuntos más importantes que yo, si quieres también te puedes ir con ese chico, yo te esperaré para complacerte.

Adara da un largo suspiro pero ya no puedo saber su expresión, cerré los ojos mientras hablaba, por lo menos así podré dormir en lo que ella termina y me toque hacer mi papel.

< Casi te olvidas para que estás en este mundo. >

Si, casi lo hago.

Oigo la puerta de la habitación cerrarse y un par de minutos después la casa se queda en un completo silencio.

< ¿En verdad pensaste que se quedaría aguantando tus idioteces? >

No me agrada que mi conciencia tenga razón.

< No quería decírtelo, pero: te lo dije. >

Suspiro y me dispongo a levantarme para encender la TV cuando el silencio se vuelve abrumador, apoyo mis manos en mis rodillas para impulsarme y ponerme de pie justo en el momento en que la puerta vuelve a abrirse y mis ojos captan la figura de Adara.

De la sorpresa volví a la posición en que estaba, con una mueca froto mi trasero adolorido.

— Zarek —Su voz me nombra con suavidad pero me siento regañado.

Desvío mi vista hacia otro lugar que no sea ella.

— ¿Qué? ¿Primero quieres que te complazca y luego irte?

— Te dije que no me iba a apartar ni a dejarte solo, y pienso cumplir mi promesa —Esa simple frase hace que mis ojos se desvíen a los suyos, no puedo ver ningún destello de que esté mintiendo.

Bufo desviando nuevamente mi mirada.

— Deberías irte, te deben estar esperando.

Ella se sienta frente a mí, con las piernas cruzadas en mariposa.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora