Capítulo 11: Juegos tentadores

2.1K 306 56
                                    

...El destino está loco, no tengo dudas. ¿Cómo es posible que de un momento a otro tu vida pueda cambiar tan radicalmente?...


– Adara Mérida Salazar –oigo la voz de mi profesora de Literatura y volteo, aun me encuentro en el pasillo mientras trataba de llegar despacio al salón, de verdad, tengo muy mala suerte.

– ¿Si profesora? –Uso mi frase mágica mientras me volteo con la mejor sonrisa que puedo ponerle.

– ¿Llegando tarde? ¿No sabe que hay un horario? –cuestiona ella.

– Si profesora, tuve dificultades con el transporte.

– Ni me lo digas, por poco no llego –expresa con gesto cansado pero rápidamente se repone–. Sin embargo espero que esto no vuelve a ocurrir –Yo asiento con la cabeza–. Ahora entremos.

– Si profesora.

Para los que no se saben la técnica del "sí profesor/a" y del "distráelos con algo que les moleste", apúntenla, es útil.

Entro a clases y me siento al lado de Keyla, ella me mira con pena y pongo los ojos en blanco mientras la profesora pide atención.

(...)

Llegó la hora de receso y soy arrastrada literalmente por mi amiga y hermana hacia la cancha, ya en un lugar apartado de todas las vistas puede comenzar el interrogatorio.

– Habla, ¿por qué llegaste tarde? –inquiere Iria.

– Me quedé dormida –aseguro.

– No me vengas con ese cuento teniendo al Dios Griego en casa –ruedo los ojos ante el comentario de Keyla.

– No ha pasado nada con él –No ha pasado nada fuera de momentos totalmente fogosos.

– Espero no nos estés mintiendo –Mi hermana me amenaza con su pequeño dedo y río, sus manos realmente son pequeñas y de por sí yo le llevo un par de cabeza por arriba.

– Es enserio –hago una cruz sobre mi pecho en señal de juramento.

– Bien, entonces vamos a almorzar a tu casa –Eso no fue una pregunta.

Miro a mi hermana con total incredulidad y luego volteo mi mirada hacia Keyla en espera de que le diga algo.

Esta solo se encoge de hombros.

– Lo siento, pero lo admito, yo también tengo curiosidad.

Me llevo una mano a mi rostro tratando de buscar paciencia, en serio, yo vivo a base de pedirle paciencia al altísimo.

– Él no es un premio que debo estar enseñando –Les regaño.

– Nosotras también te ayudamos a liberarlo, así que aunque sea debemos verlo –asegura Iria, y en teoría tiene razón, si yo estuviera en su lugar la curiosidad me estaría matando.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora