Capítulo 26: Investigación

1.6K 281 46
                                    

...Cuando algo escapa de nuestro conocimiento inventamos cualquier cosa para justificarlo, pero a veces nuestras ideas son erróneas, me pregunto si habré acertado contigo...



- ¡¿Qué pasó qué?! -exclamó Iria asustada.

- Pobre Zarek -expresó Keyla apenada.

- Creo que te equivocabas Iria, él no está en el pergamino por su propia voluntad, por lo que he podido observar es más un castigo que un placer, no creo que esto es lo que quiera -analizo.

- ¿Ya le has preguntado?

Suspiré con pesar ante esto - Sí, pero me ha dicho que después me lo diría.

- Cada vez este hombre me da más curiosidad -expresó Iria pensativa.

- Si esa eres tú imagínate yo que convivo con él -Le respondí.

- ¿Y entonces que vas a hacer? -Me preguntó mi amiga.

Me encogí de hombros.

- Solo puedo esperar a que esté listo, y si no me lo quiere contar, pues yo no puedo obligarlo.

- Eres tan sabia -dijo en un tono burlón mi hermana y en ese momento el timbre para entrara nuevamente a las aulas anunciando el final del receso se hizo presente.

- Ya dejemos el tema y mejor volvamos -expresé mientras pasaba mis brazos alrededor de los hombros de ambas haciéndolas caminar.

(...)

Llegó el fin de nuestros turnos de la tarde y ya Keyla e Iria me tenían locas para volver a ir a mi casa, como si no les bastara atacar mi refrigerador 4 de 7 días a la semana y encima tendría que darles de cenar.

Ni que ellas me pagaran la comida.

Estaba conversando con ambas (o más bien negándome a que fuesen a mi casa por segunda vez en el día) cuando mi móvil comenzó a sonar.

Coloqué mi mochila delante para poder tomar el teléfono y descolgué la llamada sin ver de quien era.

- ¿Hola?

- Ara, ¿cómo estás? -La voz de Esteban resonó en mis oídos.

No es como si fuésemos ajenos el uno del otro, pero definitivamente no era normal que me llamase, de hecho tengo su número registrado causa de que Elena me pidiera que le dijese un recado y lo agendé por si acaso lo volvía a pedir.

- ¿Pasa algo? -pregunté.

- Necesito hablar contigo, ven al museo un momento por favor -pidió y comencé a sentir que no era nada bueno.

- Está bien, allí estaré -colgué.

- ¿Quién era? -Me pregunta Keila curiosa.

- Esteban -Le respondo un poco confundida.

- ¿Qué te dijo? -cuestionó Iria y la miré preocupada.

- Que fuera al museo -creo que no solo a mí me daba mala espina.

(...)

- Esteban -Le llamé en cuanto pasé por la puerta de la oficina del administrador donde él solía estar y le vi sentado tras un escritorio.

Cabello rubio, ojos celestes, 1.80 de altura, buenas facciones y musculatura, era posiblemente la causa de la mayoría de las visitas femeninas al museo, sobre todo en los días en que a él le tocaba guiar.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora