Capítulo 36: Besos pecaminosos

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...A veces sólo deseo fundirme en tus labios, donde siento que las preocupaciones no existen...




— ¿Quieres liberarlo? —pregunta Iria mientras estamos sentadas en una de las bancas de la escuela esperando a que nos den el pase para entrar.

— Exacto —afirmo—. No pienso dejar que sufra un solo siglo más —digo con determinación.

— Hola —A mi lado derecho cae el trasero de Keyla junto a toda su persona—. ¿De qué hablan? —dice mientras bebe de una cajita de jugo de mango.

— Ara quiere liberar a Zarek —informa Iria y Keyla casi se atraganta.

Me mira sorprendida.

— ¿En serio? —asiento con la cabeza—. ¡Eso es genial! —chilla y luego pone gesto pensativo—, pero...¿no sería difícil romper una maldición que lleva sobre alguien por miles de años?

— Sí, pero no me importa, solo debo tener un punto del cual partir —aseguro.

— ¿Qué tal Esteban? —pregunta Iria y le doy una mirada tajante.

— Ni se te ocurra —La señalo con el dedo acusador.

Ella levanta ambas manos en son de paz.

— Lo siento hermana, era una sugerencia —baja las manos—. Ayer fue hasta la casa y me preguntó por un dibujo, si no mal recuerdo es el tatuaje de Zarek, Esteban ha investigado sobre él, tal vez pueda ayudarte a descubrir la manera de liberarlo, tiene los medios.

Lo analizo por un momento, mi hermana tiene razón, suspiro con frustración y la encaro.

—Lo siento Iria, pero no pienso poner en riesgo a Zarek, Esteban tiene suficientes pruebas como para llevar a un periódico y asegurar que Zarek tiene millones de años.

Esta asiente ante mis palabras y en ese momento suena el timbre que nos anuncia que entremos a nuestra tortura semanal.

— Bueno, puedes comenzar investigando los mitos tras él, tal vez encontrarás algo —sugiere Keyla y lo piensa mejor—. Aunque si te soy sincera no creo que logres encontrar mucho en Internet.

(...)

— Zarek —Le llamo anunciando mi llegada a la casa, la TV está apagada, cosa extremadamente rara.

< ¿Dónde se habrá metido? >

— Adara, ya llegaste —oigo su voz tras de mí y volteo.

< Puta, que alguien me agarre que me desmayo. >

Trago en seco cuando veo a un suculento Zarek sin camisa frente de mí, posee unos pantalones deportivos en negro los cuales le compré porque de todas las ropas esa fue con la que se sintió más cómodo.

Su piel está brillante por el sudor y algunas gotas ruedan de su frente al entrecejo, su cabello está alborotado y su respiración desigual, se ve divino, y después duda de por qué le digo Dios Griego.

Se los digo, he visto con el paso de mis años muchas exposiciones de las estatuas de los dioses de esta mitología, pero nunca ninguna me llamó la atención, sin embargo Zarek está a otro nivel, uno totalmente indescriptible.

— Adara —De sus labios tentadores sale mi nombre devolviéndome a la realidad.

Me he quedado viéndolo como idiota.

Que cuando yo digo que solo vivo vergüenzas.

— Lo siento —digo apenada—. ¿De dónde vienes?

— Salí a correr unas calles, necesitaba despejarme —menciona pasando por mi lado y yo le sigo—. Hace mucho no salía.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora