Capítulo 62: Revelar la verdad

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...Cuando todo explota solo tienes dos opciones: quedarte y enfrentar la verdad o correr y vivir en una mentira...





Narrador omnisciente

Decimos entraba al palacete de Ares, este voltea hacia su hijo.

— ¿Lo lograste? —pregunta.

— Lo creyó —asegura el Dios del pánico mostrándole aquellas hiervas que le había dado la diosa.

Ares la toma entre sus manos y con una ráfaga de fuego las quema.

— Es ella quien está tras todo esto ¿cierto? —Deimos asiente con la cabeza.

— Pero para lograrlo tuve que hacer que Zarek viese su mayor pesadilla.

— De acuerdo. Muchas gracias por esto, en serio.

— Sabes que siempre te ayudaré padre, pero no se nos está permitido interferir con la vida de Zarek.

— Ya lo sé —asegura Ares—, sin embargo no se merece lo que le está haciendo la traidora de mi hermana.

— Si Zeus nos descubre nos matará con un rayo.

— Tranquilo Decimos, te mantendré fuera de esto, puedes irte.

El dios del pánico hace una leve reverencia y se aleja de la estancia.

— Necesito hacer algo —murmura—. Zarek debe saber la verdad.

(...)

El dios de la guerra camina por un extenso y frondoso bosque hasta que llega a un claro donde hay un pozo de piedras. Se detiene frente a este.

— Alétheic, atiende a mis suplicas, busco la verdad entre las mentiras que las ocultan —llama y luego golpea tres veces con sus nudillos la roca.

Un gran chorro de agua sale desprende del interior del pozo dejando a una mujer pelirroja de cabello largos, vestido blanco pegado a su cuerpo por el agua y descalza, de pie sobre el contorno del pozo.

— ¿Qué hace el Dios de la Guerra en mis dominios? —pregunta con voz pasible.

— ¿Recuerdas que me debes una gorda desde que impedí que quemaran tu bosque?

— ¿Cómo olvidarlo? —responde ella.

— Bien, porque necesito un favor.

Pov Adara

— Confío en ti —asevero, Zarek me mira con sus hermosos ojos dorados, como si buscase un refugio en mi mirada.

— A veces te tengo miedo —dice en voz baja, casi inaudible, y eso hace que quede confundida.

< ¿Miedo? >

— ¿Por qué? —cuestiono.

— No te preocupes —dice luego de unos segundos de silencio, dejando un casto beso en mis labios.

Decido no insistir — Volvamos a casa —Él sonríe hacia mí cuando alguien carraspea su garganta haciendo que ambos volteemos nuestras miradas a la persona.

— ¿Interrumpo algo?

< OMG. > Pienso al ver frente a nosotros a un hombre, de la misma estatura de Zarek, vestido completamente de negro y su cabello oscuro peinado hacia atrás, sin embargo sus pupilas son de un color rojo intenso y no creo que lleve lentillas.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora