Capítulo 67: Las doce en punto

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— Zarek, has estado extraño últimamente —Adara me observa sentada al otro lado de la mesa mientras yo bebo un jugo.

— ¿Extraño? —cuestiono—. No es así.

Su mirada acusatoria cala en mi alma.

Han pasado tres días desde que sé sobre la última cadena, faltan dos días para la octava luna.

— Oye, hay que averiguar sobre la última cadena antes de que llegue esa noche —dice.

— Yo la descubrí —Se sorprende.

— ¡¿Y por qué no me dijiste?!—Se pone de pie, acercándose y se detiene frente a mí con ambas manos en su cintura—. ¡Yo siempre te cuento todo! —reclama.

Sonrío y tiro de su brazo, haciendo que se coloque ente mis piernas y coloco mi mano en su nuca, atrayendo su boca a la mía. Introdusco mi lengua y un suspiro ahogado sale de sus labios mientras busca apoyo en mis hombros.

Tiro de su cintura y acata la orden silenciosa, sentándose sobre mis piernas, la atraigo más a mi cuerpo, tratando de ser uno con ella.

< Voy a extrañar esto. >

Una lágrima silenciosa sale de mí, cayendo entre nuestros labios, dándole un gusto salado a nuestro beso. Adara intenta apartarse pero no lo permito.

< Te necesito tanto como el aire para respirar Adara. >

Sus manos van a mi mejilla, acariciandome con sus pulgares mientras el desenfrenado beso se ha convertido en algo dulce y calmado.

< Tienes un poder sobre mí, eres tan preciosa pequeña. >

— Zarek —murmura sobre mis labios y su mirada choca con la mía—. ¿Qué ocurre?

Sus ojos oscuros me piden la verdad, mientras ahueca mi rostro con sus manos. Sonrío levemente y sujetos su muñeca izquierda, besando la palma de su mano.

— Eres lo más preciado que tengo Adara —admito y me abrazo a su cintura, enterrando mi rostro en su pecho y aspirando su aroma.

< Te extrañaré, como no tienes idea. >

Ella acaricia mi cabello, sin comprender mi estado, mientras me calmo.

— Zarek, ¿cual es tu última cadena? —Su voz es seriaMe separo un poco de ella y sonrío.

— Debo recibir un beso de mi invocadora justo a la media noche —respondo y besa mi frente.

— Eso no será difícil, puedo comenzar ahora —murmura inclinándose hasta mis labios—. Podría besarte por toda la eternidad.

Me pongo de pie y sujeto sus muslos, elevándola del suelo mientras sus piernas se aferran a mis caderas. Quita su blusa, dejándome apreciar sus senos bajo un ajustador negro.

Mi lengua recorre mis labios ante la espectativa.

Una gloriosa espectativa.

Beso la separación de sus pechos y me encamino a la habitación.

— Oh, pequeña Adara —murmuro a su oído cuando la dejo sobre la cama y su cuerpo se estremece, separo sus muslos, colocándome entre sus piernas y muevo mis caderas contra su vientre, haciéndola notar mi problema—. Creo que tendrás un par de días de reposo más —advierto.

— Zarek —Un diminuto gemido sale de sus labios cuando vuelvo a repetir la acción.

Sus manos se escurren bajo mi camisa y me atrae a sus labios.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora