Capítulo 63: Condena

1.3K 246 32
                                    

Narrador omnisciente

Zarek cabalgaba sobre su caballo al lado de Aquiles.

— Vamos, ¿aún estás enfadado? —pregunta su amigo pelinegro.

— No me dejaste disfrutar de mi esposa, ¿como crees que estoy? —Le responde.

— Ya lo harás cuando volvamos —palmea con fuerza su espalda y este se queja.

— Eres un desgraciado Aquiles —Le devuelve la palmada y este frota su espalda.

— Ya, de acuerdo, lo soy, pero no puedes vivir sin mí.

— Que ego —dice burlón.

— Piénsalo de esta manera, cuando vuelvas podrás decirle a Selene que venciste en la batalla de todos los tiempos: La guerra de Troya.

— Y tú podrás darte el gusto de que sigues siendo el hombre invulnerable que eres.

(...)

— ¿Qué, que hago aquí?

— Hola, Adonis —La diosa castaña entra al gran salón de su palacete, viendo al rubio sentado en el sillón.

— Eres Atenea —dice sorprendido ante la presencia de la deidad, mira a su alrededor desconcertado—. ¿Qué está pasando?

— Te he traído aquí para contarte la verdad, una verdad que te han mantenido oculta.

— ¿Qué?

Ella proyecta a la mente de Adonis el encuentro de Zeus y las Moiras, haciéndole saber su destino y el de su hermano.

— Moriré —concluye este tragando en seco ante la revelación.

— No, querido, no lo harás —asegura Atenea frotando los hombros del rubio—. Si él muere primero tú vivirás.

Este resopla y ríe con pánico — ¿No lo sabes? Zarek es el guerrero más fuerte, nunca podré vencerlo.

— No te preocupes Adonis, yo me encargaré de eso.

(...)

— A dónde quieres llegar con todo esto? —Una voz entre las sombras hace voltear a la castaña luego de haber devuelto a Adonis a La Tierra.

— No te metas en mis asuntos Ares —advierte esta.

— No podrás dañarlo, está bajo la protección de Zeus, recuérdalo.

— Largo de aquí —Este solo voltea ante la orden y desaparece.

Flashback

— ¿Atenea? —Zarek llega a un claro en mitad del bosque, confundido —. ¿Qué haces aquí?

— Mi mascota te trajo, yo te esperaba —responde esta.

— ¿Ha pasado algo?

— Quería hablar contigo de un asunto —Se acerca a pasos lentos—. Seré clara, no me gustan los rodeos, quiero que tus victorias, cada una de ellas, sean dedicadas a mí, creo que Artemisa ya ha tenido suficientes víctores —acaricia los hombros del masculino con cuidado—. Y la segunda, es que te deseo, serás mi amante.

Este retrocede alejándose de su toque y ella frunce el ceño.

— No —responde Zarek cortante.

— ¿Te estás negando? —pregunta insultada.

— Disculpe mi soberbia, pero Artemisa es como una madre para mí, le debo mucho, y cada victoria será para ella, y con respecto a ser su amante, no tome mi negación como un insulto, usted es realmente hermosa —sonríe—, pero mi esposa lo es mucho más ante mis ojos —hace una leve inclinación ante la deidad—. No tengo nada más que decirle, discúlpeme.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora