Capítulo 12: ¿Qué quieres?

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...No todo es lo que parece, lamentable muchas veces solo nos dejamos llevar por lo que vemos, colocando frente a nosotros una venda...


– Zarek, aléjate de mí –ordeno.

Él ladea la cabeza y una de sus manos se desliza hasta la cintura de mi pantalón, comenzando a jugar con su bode, haciendo que sus dedos den leves toques a mi piel, no se como demonios algo así puede prender todo el cuerpo, cosa que me confirma:

Zarek es el pecado de la lujuria personificado.

– Zarek –digo su nombre con un tono de advertencia y mi mano va a la suya para que se detenga, su mirada se dirige a mis ojos, pero solo ve determinación, lo siento bufar y se aparta de mí saliendo de la estancia.

Me aferro a la meseta para no caer, definitivamente su presencia me afecta demasiado y en estos momentos no me cabe duda, era mejor haber dejado que Iria vomitara mi alfombra, después de esto definitivamente si no me dan mi pase a Jagua demandaré al administrador.

Me propongo a hacer el almuerzo y olvidarme de aquel Dios Griego que tengo en pijama paseándose por toda mi casa...

Claro, como si eso fuese posible.

– Padre –La voz cantarina de una joven chica se hace presencia mientras entreabre la puerta de una lujosa habitación.

Un señor se arremolina entre las sábanas y abre sus ojos despertando, notando a la joven que es cubierta por una sábana de una tela muy fina.

– Mirra, ¿qué haces aquí? –Le pregunta este cuando nota como la chica deja caer la sábana enseñando su cuerpo desnudo.

– No me gusta estar sola, quiero estar contigo –Le dice esta mientras se acerca más hacia su cama, hasta el punto de quedar sobre su cuerpo moviéndose las caderas ya encima de su padre.

– ¿Estás segura de esto? –pregunta él con un jadeo causa de los movimientos de su hija.

– Se supone que los reyes no deben dudar –Le responde ella.

Sin embargo él no se da cuenta, claro que no, está demasiado cegado por la lujuria que le provoca su propia hija para ser capaz de percatarse de como los ojos de la chica ya no tiene su color avellana natural, sino que ahora presentan un tono color gris e inexpresivos mientras posee con determinación su cuerpo.


Han pasado dos putas semanas y media en la que me he estado volviendo loca, en serio, no creo poder aguantar un día más con Zarek pasillándose con solo esos pantalones o, muchas ocasiones, desnudo.

No sé como he tenido la fuerza de voluntad como para no haberme lanzado a él y haber lamido cada parte de esa hermosa piel, o como carajo no lo he dejado poseerme en cualquier lugar de mi ahora pecaminosa casa.

Por suerte mi madre me acaba de enviar mi jugosa mesada a mi tarjeta magnética, y creo que tengo una buena idea de que hacer con el dinero, o por lo menos una buena idea para mi salud mental.

– ¡Zarek!, ¡mañana vamos a salir! –Le aviso a voz en cuello ya que no sé en que parte de la casa está, realmente no salimos hoy porque ya es de noche, sino me lo llevo a rastras.

Me siento extremadamente agobiada con este hombre en mi casa más el tener que prepararme para los exámenes que han venido esta última semana, no sé como he logrado superarlos, pero lo he hecho.

Zarek. Mi Dios Griego personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora